LEYENDA DE SAN FELIPE DE JESUS


El glorioso Protomártir Mexicano, San Felipe de Jesús, nació en la ciudad de México el año de 1572 y fue hijo de Don Alonso de Casas y de Doña Antonia Martínez.

No existen sino datos vagos y fragmentarios de sus primeros años, pero consta que fue alumno de los Padres Jesuitas, cuyo colegio frecuentó algún tiempo. Aunque no puede en justicia decirse que fuera un mal niño, parece que era inquieto y travieso. 

 
Según cuenta una antigua leyenda, su aya, tenía no poco que sufrir del pequeño. La madre de éste, solía decirle con maternal cariño:

- "Dios te haga un santo, Felipillo", pero el aya contestaba:

- "Felipillo será santo, cuando esta higuera reverdezca". (Se refería a una higuera enteramente seca que existía en el jardín).

Tocado de la gracia divina, y siendo todavía muy joven, Felipe de Jesús entró como novicio en el convento franciscano, pero antes de profesar volvió a la vida mundana.

Se dedicó a ayudar a su padre en negocios comerciales y más tarde fue enviado por éste a las Islas Filipinas, donde un pariente suyo tenía también negocios importantes, y, llegado allá, estuvo cerca de perderse moralmente, pues su conducta no fué muy edificante, aunque no consta que haya sido realmente equívoca.

De nuevo Felipe de Jesús volvió a sentir el llamamiento pío, y esta vez, habiendo sido admitido, hizo su profesión en la Orden de San Francisco, en la que vivió ejemplarmente, como consta por testimonio de sus contemporáneos. 

 
Se acercaba el día en que debía recibir las órdenes religiosas, y de ello se valió su buen padre, para recabar el permiso de que Felipe regresase a México, para fuese ordenado sacerdote en sus propios lacres.

Lleno de alegría embarcó Felipe rumbo a la Nueva España, sin imaginar que le estaba reservada, la gloria del martirio.

La nave en que viajaba fue víctima de furiosa tempestad, y al cabo de muchas peripecias, zozobró a la vista de costas del Japón. Se salvaban así las vidas de los viajeros, pera llegaban a aquellas tierras en vísperas de cruel persecución contra la Iglesia Católica, que no tardó en desencadenarse.

Felipe fué aprehendido junto con otros religiosos franciscanos y jesuitas y varios seglares. Pudo haber escapado, como recién llegado, pero se rehusó a recibir trato distinto al de sus compañeros. Y, después de haber sido condenado a muerte y de sufrir horribles tormentos, fué crucificado y atravesado con tres lanzas, resultando el primero de veintiseis mártires de la Fe.

La leyenda dice que, a la sazón, la higuera reverdeció en forma sorprendente y que el aya, que aún vivía, exclamó ante el prodigio:

"¡La higuera ha reverdecido: Felipillo es Santo!"

Meses después la noticia del martirio llegó a México, y la Ciudad, habiendo gestionado la canonización de su hijo predilecto, lo nombró su Patrono, celebrándose, desde entonces, anualmente, su festividad, el cinco de febrero. 

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