SANTA MARGARITA DE ALACOQUE, SU VIDA Y SU ORACIÓN


Cuando Margarita era una niña, su familia disfrutaba de buena posición económica, pero a la muerte de Claudio Alacoque las cosas cambiaron radicalmente.
Durante la minoría de edad del heredero Juan, los tíos de éste, que fueron sus tutores, trataron a la señora Filiberta (madre de la futura santa) y a sus hijos con dureza y crueldad insoportables.

 
Casi tenían que pedir limosna para comer, pues todo se guardaba bajo llave y se les daba estrictamente racionado. Margarita primero, y su madre después, pasaron graves enfermedades en ese tiempo, hasta que habiendo Juan Alacoque cumplido los veintiún años, fue restablecida la independencia doméstica de la sufrida familia.
Entre tanto, Margarita, que desde muy niña había sentido un atractivo irresistible a la piedad y un horror inmenso a todo lo que pudiera ser ofensa a Dios, había pasado algunos años como interna en una casa de religiosas, quienes la prepararon para su primera comunión y advirtieron desde entonces que algo muy desusado ocurría en aquella niña: parecía a veces como fuera de sí, abismada en misteriosos pensamientos, y huía repentinamente para entrar en la capilla, donde oraba con un fervor inusitado.
Cuando más tarde las cosas se restablecieron debidamente en su casa, Margarita tuvo varios pretendientes que aspiraban a tomarla por esposa, pero ella sentía ya muy evidente el llamamiento a la vida religiosa, y sólo deseaba saber en cuál de los diversos conventos la quería Dios.
En cierta ocasión, mientras visitaba el edificio de las religiosas Salesianas, o de la Visitación de Nuestra Señora, vio un retrato de San Francisco de Sales, cuyos ojos parecían decirle que ella sería también su hija.
Vencidas no pocas dificultades, y después de varios años de espera, logró entrar como religiosa en el monasterio de la Visitación de Paray le Monial, a los 23 años de edad. Nunca se vio una novicia tan observante, humilde y obediente como Margarita, pero eso no podía impedir que el Señor la quisiera conducir por caminos extraordinarios y que su vida interior no fuera del todo semejante a la que la Regla de la Visitación traza para sus hijas. Esto fue causa de cavilaciones y dudas por parte de las superioras de Margarita.
Se hizo todo lo posible por sujetarla al molde común, y ella misma se esforzaba por acomodarse a lo que la obediencia le ordenaba, pero no lo conseguía. Así pasó el tiempo del noviciado y nuevamente hubo dudas sobre si era inútil a la comunidad y si convendría o no admitirla.
Así estaban las cosas, cuando recibió la divina inspiración de Jesucristo, quien le ordenó hablar con la superiora del convento con estas palabras:
"Di a tu superiora que no hay razón para temer el recibirte, pues yo respondo de ti, y seré tu fiador, si me juzga capaz de serlo". 

 
Después también le ordenó decir a la superiora que sería más útil a la Orden de lo que ella pensaba, pero de una manera todavía desconocida para ambas.
Hecha su profesión, Margarita comenzó a recibir confidencias y manifestaciones de la Divinidad, quien cada vez le iba descubriendo más y más sus amorosos designios y el fin a que la destinaba, como mensajera de amor a la humanidad.
Al mismo tiempo, Jesús la iba formando y educando, como un verdadero Maestro, en el camino de la perfección; pero siempre de modo que la santa tuviera que contar con el permiso y la aprobación de sus legítimas superioras para todas las cosas que le mandaba hacer.
En cierta ocasión le dijo:
"Si tu has querido ser hasta ahora mi esclava, yo te doy desde ahora el título de discípula muy querida de mi Sagrado Corazón." 


ORACIÓN 

Oh Santa Margarita María,
prudente y afable faro de las almas
que fuiste llamada a la vida religiosa
para ser abogada compasiva de los pecadores,
y misericordiosa auxiliadora
de los necesitados y de los enfermos,
escucha nuestras suplicas. 

Tú que tuviste el privilegio
de ser escogida para ser imagen fiel
del Sagrado corazón de Jesús
y como San Juan reclinaste su cabeza sobre Él,
e hiciste de su llaga tu casa
para refugiarte dentro
y olvidarte de la tierra y de ti misma,
enséñanos a conocerlo como lo hiciste tu. 

Gloriosa santa María Margarita
 a ti que el Sagrado Corazón de Jesús
 te hizo partícipe de sus divinos tesoros,
 te imploramos nos obtengas todas los favores
 que necesitamos de ese Adorable Corazón,
 y en particular la gracia de:

(hacer ahora con fe la petición)

Con ilimitada confianza y humildad
pedimos nos ayude a este Corazón,
así como su santa protección.

Que el Sagrado Corazón nos la conceda
 por tu especial intercesión,
 para que El sea glorificado
 y amado a través de ti.

 Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén. +

¡Santa María Margarita, ruega por nosotros!

Sagrado Corazón de Jesús,
Casa de Dios y Puerta de Cielo,
Santuario de la caridad, la justicia y el amor
no nos abandones en nuestra necesidad,
Sagrado Corazón de Jesús
ilumina, enriquece y protege nuestro corazón.

Rezar el Credo, Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Repetir la oración y los rezos tres días seguidos.

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