PEDRO CHANEL, EL PASTORCILLO, SU VIDA Y SU ORACIÓN DIARIA


Pedro Chanel, fue beatificado por el papa León XIII en 1889 y canonizado mucho tiempo después (durante el Año Mariano) como protomártir de Oceanía. Nació el santo a principios del siglo XIX en un pueblecito de la campiña de Lyon (Francia), y de niño se dedicó a la agricultura y al pastoreo, le llamaban el pastorcillo. 


 
Fue el quinto de los ocho hijos que tuvieron los Chanel. Esta familia, como tantas otras de Francia, dio un admirable ejemplo de fortaleza durante los peores días de la Revolución Francesa (1789- 1794).
Pedro Chanel fue creciendo y desarrollándose en un ambiente sano y religioso, en las fértiles llanuras de la "Bresse". Ya a los siete años salía, al amanecer, con su ganado de ovejas, hacia el monte.
Se unía a los demás niños en los juegos y diversiones pero, a menudo, desaparecía con su rebaño, y sacando de su mochila una estatuita de la Virgen, que colocaba en el hueco de un árbol, la adornaba con flores silvestres. ¿Debía aquel niño continuar su vida así al aire libre, en aquel mundillo que se extendía hasta las montañas cercanas de Saboya?
Tenía nueve años. Un día, en su paseo cotidiano, el párroco de Cras se topó con aquel pastorcillo de cara fina y bondadosa. En sus ojos leyó el sacerdote inteligencia y candor.
-Buenos días, amiguito. ¿Cómo te llamas?
-Pedro Chanel, para servir a Dios y a usted, y soy hijo del señor Claudio.
-Ah, el señor Claudio. Ya lo conozco, buen trabajador. Oye, pareces mayorcito. ¿Dónde vas a la escuela?
-Voy o Saint Didier. Pero sé muy poco todavía, y eso que tengo más de nueve años; pero es que no puedo ir a la escuela todos los días.
Así quedaron las cosas por entonces. Pasaron dos años más. El sacerdote se decidió a abrir los horizontes a aquel muchacho de once años. 

 
-Pedro, la escuela de Saint Didier queda muy lejos y te es difícil asistir con regularidad. ¿Te gustaría venir a Cras conmigo? 

Y así fue cómo, bajo la vigilante mirada del buen párroco, empezó a estudiar con ardor.
Pasa el tiempo... Pedro Chanel tiene ahora 39 años, es sacerdote y se encuentra en lo remota isla de Futuna, en Oceanía. Es el 28 de abril de 1841 y recibe la visita de Musumusu, un nativo de aquella isla. Como a un amigo, el padre Chanel le pregunta:
-¿Qué deseas?
-Me hice mal ayer en la pierna cortando cocos. ¿No tienes algún remedio?
El padre va a buscar la pomada en la habitación de al lado. Cuando vuelve, todo lo encuentra por el suelo, destrozado y roto. Inmediatamente uno de los esbirros se le acerca y le da un golpe seco con una piedra, quebrándole un brazo. Luego otro golpe en la sien, con lo que el padre termina por caer a tierra. No se queja, sólo murmura: "Malie fuai, malie fuai"... (Esto es un bien, esto es un bien para mí.)
Cada indígena roba a su antojo en la cabaña, destroza y coge lo que le cae a mano, ni siquiera el armonio saldrá entero. Musumusu, malhumorado, grita:
-"¿Habéis venido nada más para saquearlo? ¡Rematadlo de una vez!"
Nadie le hace caso. Entonces él mismo, con una hacha, le asesta un golpe tremendo en la cabeza y huye empavorecido.

ORACIÓN
Glorioso San Pedro Chanel, 
que dejaste tu tierra francesa 
para predicar la palabra de Jesús, 
El hijo de Dios vivo 
y redentor de toda la Humanidad 
a los lejanos pueblos de Oceanía 
hasta que te arrebataron la vida. 

Concédenos vivir con humildad 
y vida santa, al igual que tu hiciste, 
y encontrar cada día 
el sustento, la paz, la armonía, la alegría, 
y el amor fraternal pero sobre todas las cosas 
ayúdanos a vivir en el amor a Dios.

Que tu ejemplo, glorioso santo,
 haga surgir en medio de nosotros
muchos obreros del evangelio
para que el reino de dios se extienda
hasta los confines del mundo

AMEN



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