SAN SIMEON EL LOCO, EL SANTO QUE VENCIÓ LA SOBERBIA



Los hombres mas serios, prudentes y sabios del mundo han tenido sus extravagancias, rarezas y locuras. Unos, por estar dedicados al estudio y tan embebidos materialmente en sus investigaciones, que se olvidan de las cosas más prácticas y necesarias. 

 
También hay otros, que buscan voluntariamente impresionar a sus semejantes para humillar su orgullo y lograr que se les escuche.
Podemos citar a muchos filósofos griegos que andaban de plaza en plaza con las barbas teñidas de rojo y dando gritos. Cualquiera los hubiera tomado por locos, pero eran tan sabios que pusieron las bases de la cultura universal.
Uno de estos maestros, llamado Aristarco de Sarros, caminaba una noche con los ojos en alto, observando las estrellas, y de repente cayó en un pozo del que salió con los huesos quebrantados. Una muchacha que pasaba a su lado presenció la caída, y cuando Aristarco salió del pozo todo lleno de lodo, le gritó:
- "Serás muy sabio, pero no te fijas en la tierra que pisas"... y soltó la carcajada.
Es ya conocida la escena del profesor en altas matemáticas buscando furioso sus anteojos, cuando lleva éstos sobre la frente.
Entre aquellos hombres que dedicaron su vida a ayudar al prójimo, que fueron generosos hasta la muerte y enseñaron con amor las más altas verdades, hubo muchos que tuvieron sus locuras sublimes, sus extravagancias divinas. 

 
Felipe Neri quería pasar por loco entre la gente, por humildad, y hacía vestir a sus discípulos con gruesas pieles en pleno verano, para ejercitarlos en el sacrificio.
Ignacio de Loyola, uno de los hombres más limpios de mente y de cuerpo que hayan existido, declaró alguna vez haber tenido deseos de salir a la calle pintarrajeado y lleno de plumas, para que hiciesen burla de él y lo persiguiesen como a loco perdido.
Francisco de Asís, que era la santidad misma, hizo —como un trompo—, dar vueltas y vueltas a un fraile, hasta que éste rodó por tierra, víctima del mareo.
Teresa de Avila, que fue una mujer dedicada a la meditación, al estudio y a la fundación de templos, se quitaba dos años de su edad y hacía palmotear y reír a las monjas de sus conventos, por que decía que la tristeza es mala consejera.
"De músico, poeta y loco, todos tenemos un poco", dice un conocido refrán; y esto puede aplicarse tanto a las personas comunes y corrientes como a los extraordinariamente inteligentes, o superiormente dotadas.
También sucede que uno idea genial puede hacer creer a los ignorantes que es producto de un loco, como sucedió al inmortal navegante Cristóbal Colón, descubridor del Nuevo Mundo.
De todos los locos sublimes, ninguno se compara con Simeón de Emesa, quien vivió hace centenares de años y dedicó su vida la virtud.
Fueron tan maravillosos sus hechos, que cuesta trabajo creer en ellos. Sin embargo, por muchos escritores de la antigüedad sabemos que hizo cosas al parecer absurdas por vencerse a sí mismo y predicar la humildad.
Simeón es un personaje de leyenda que casi se confunde con lo sobrenatural; pero, eso sí, tan ejemplar en su vida y tan puro en sus intenciones, que verdaderamente impresiona.
¿Cuál fue el origen de las locuras que hizo Simeón? ¿Por qué quiso merecer la burla y la persecución de la gente? El mismo lo dijo a un amigo con estas palabras:
- "Ahora sólo me queda por vencer una cosa que me perturba, la vanidad. En mi interior, me digo que ambiciono ser llamado santo ¡pero tengo que terminar con esta soberbia! Para ello, abandonaré la soledad en que vivo, e iré a instruir a la gente y a buscar que me desprecien".

LOS CREÍAN LOCOS... Y NO LO ERAN

En los primeros siglos del cristianismo, cuando los pueblos se entregaban a toda clase de excesos y la civilización estaba a punto de desaparecer, hombres como San Simeón hicieron su aparición sobre la tierra, predicando el bien y recordando la caridad en todos sus aspectos.
Venían de los desiertos, se sostenían de milagro y vestían pobremente. A veces actuaban en forma extravagante, o se quedaban mirando en una forma tan rara y al mismo tiempo tan dulce y profunda que terminaban por granjearse la voluntad.
Otras veces eran perseguidos, golpeados bárbaramente y humillados. "¡Son locos, son locos!", decían de ellos en la calle. La gente se agrupaba para verlos pasar, los chiquillos les gritaban y los más crueles les tiraban piedras. Pero como hacían cosas extraordinarias, y consolaban al afligido y hablaban palabras de amor, dejaron un recuerdo imborrable, y después de muchos siglos se les recuerda con respeto y veneración.
Así, más o menos, debe haber sido Simeón "el loco", cuya oración puedes leer a continuación: 

ORACIÓN 

Santo bendito que venciste la soberbia, 
luz que alumbra en las tinieblas, 
en ti deposito mi esperanza, 
me apoyo en mis incertidumbres, 
y busco refugio y consuelo, 
porque se que en ti encontraré la dicha. 

(Hacer ahora con humildad una petición). 

Tu sabiduría y tu piedad han de ser 
las fuentes de la que beba 
para encontrar la claridad de mis ideas, 
las que me guíen en el infortunio, 
las que me abran las puertas 
a un futuro próspero y feliz, 
hasta que llegue el momento 
de mi comparecencia ante Dios, 
Nuestro Padre y Creador. 

Amén.

Rezar un Avemaría, un Padrenuestro y un Gloria. 


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