ADORACIÓN DE LOS REYES MAGOS


Antiguamente se llamaba magos, no precisamente a los que estaban en tratos con los genios o demonios, sino a los muy versados e instruidos en la ciencia astronómica, ciencia que nos revela el curso y movimiento de los planetas y sus fenómenos celestes. 

 
Gaspar, Melchor y Baltasar, tres Reyes o grandes señores del Oriente, eran magos en ese sentido, y, sin pertenecer a la raza de Israel, creían en el único verdadero Dios. 

Una nueva y misteriosa estrella, que apareció en el firmamento, les anunció que había nacido el Mesías prometido; y guiados por aquel brillante astro, llegaron a Jerusalén, corte del Rey Herodes.

La estrella desapareció en dicho momento.

Preguntaron a Herodes por el nuevo Rey de los judíos, pregunta de la que el duro y sanguinario monarca de Jerusalén quedó altamente extrañado y sorprendido, temeroso del natural peligro de su trono; mas, repuesto de la sorpresa, e informado de los sacerdotes y doctores de la Ley, manifestó a los Magos que en Belén, según los profetas, había de nacer el Mesías; que fuesen a adorarle y volvieran a darle cuenta para hacer él lo mismo.

Salieron los Reyes de Jerusalén, y otra vez se les apareció la estrella, la cual les condujo a Belén, parándose encima del célebre portal en que había nacido el Redentor.

Los Magos se postraron, animados de viva fe ante Jesús, ofreciéndole oro como a Rey, incienso como a Dios, y mirra como a hombre.

Y avisados por un Ángel de que no volviesen a Jerusalén para no enterar a Herodes de lo que habían visto, porque acariciaba el impío propósito de matar al Niño Jesús, regresaron por otro camino a sus países respectivos.

¡Cuan admirables los designios del Altísimo! Cristo no vino al mundo para redimir únicamente a los hijos de Israel, sino a todas las gentes que creyesen en su doctrina y se arrepintiesen de sus pecados. Por eso se salvaron, aunque gentiles, Gaspar, Melchor y Baltasar, venerados en los altares, y cuya fiesta celebra la Iglesia el día 6 de enero.

Cristo ama a los pecadores arrepentidos y nos brinda amorosamente con el eterno premio de su gloria. 

 
Los pueblos idólatras, que abandonaron las tinieblas del error, brillan hoy con la luz del Evangelio, como brillaba en el cielo la estrella que guió a los Reyes Magos en busca de Aquel que es la luz increada de la sabiduría del Padre.

Representación simbólica de aquella milagrosa estrella es la que, de mármol blanco, incrustada de jaspe y rodeada de una circunferencia de plata, se conserva actualmente en la Capilla, de la Natividad del Convento de Belén, con la siguiente latina inscripción:
HIC DE VIRGINE MARÍA
JESVS CHRISTYS NATVS EST.

Uno de los mejores cuadros de Pietro Vannucci, llamado Il Perugino, es la titulada "Adoración de los Reyes Magos".

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