ORACIÓN PARA PEDIR UN MILAGRO A TODOS LOS SANTOS MÁRTIRES


Gloriosos Santos Mártires,
Mártires de Cristo,
Mártires por vuestra fe en el amor de Dios,
Mártires por amor a vuestros semejantes,
Mártires del Supremo Amor
que con alegría recibisteis la tortura,
el derramamiento de vuestra sangre,
y las muertes más cruentas y dolorosas
por manteneros firmes en las sagradas creencias. 

 
Sois el mayor tesoro de la Iglesia Católica,
que ha sufrido mil persecuciones
a lo largo de su historia milenaria
y ha salido más reforzada de ellas,
porque vuestra sangre ha llegado a Dios
como clamor vivo de los seguidores de Cristo. 

Corazones palpitantes de amor al Todopoderoso,
y vivo ejemplo de generosidad
por el que os ha recompensado con los más diversos dones
para dar remedio a las penalidades, a las tristezas, 
a los sufrimientos, a las necesidades,
y a las aflicciones y problemas de todos vuestros devotos
cuando con toda nuestra fe y confianza
recurrimos a vosotros con nuestras miserias. 

Poderosos Mártires que con vuestra intercesión
conseguís los milagros más insólitos y prodigiosos
de la bondad de Nuestro Padre Celestial,
hoy con gran congoja y aflicción
a vosotros recurro para haceros una solicitud
de gran envergadura y dificultad,
imposible de conseguir por mi mismo,
pero de extrema facilidad para vosotros,
que con vuestra actuación de mediadores
ante el trono de su Divina Majestad,
habréis de conseguir para mayor gloria vuestra
y si es de bien y recibo para mi alma: 

(pedir lo que se desea conseguir). 

Vosotros que habéis sabido confesar vuestra fe 
no sólo con los labios, sino con el corazón 
y con la más excelsa ofrenda: vuestra vida, 
nos alentáis a manifestar nuestro amor por Jesucristo, 
según nos enseñó el Maestro y Señor:

«A quien se declare por Mí ante los hombres,
yo también me declararé por él ante mi Padre
que está en los cielos».

Dadme hoy la fuerza de la fe,
con la que pueda mover montañas
y superar las dificultades de la vida.

Vosotros, que habéis regado esta tierra
con un amor más grande que el odio y que la muerte,
no permitáis que las fuerzas del Maligno
me acobarden o me derroten,
fortalecedme o Santos Mártires
con esa fortaleza de la que hicisteis gala
en los momentos más cruciales de vuestra vida,
al entregar vuestra existencia a Dios Padre.

Por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén.

Santa María, Reina de los Mártires,
ruega por nosotros.

Rezar tres Padrenuestros, un Avemaría y un Gloria.
La oración debe hacerse durante cinco días seguidos,
en honor a las cinco Llagas de nuestro Señor Jesucristo. 


La divinidad de la Religión Católica está plenamente comprobada por las Sagradas Escrituras, por las tradiciones también divinas, por las profecías, por los milagros, por su maravillosa propagación, por la santidad de sus principios y enseñanzas, y por los martirios.
La palabra martirio significa testimonio, y mártir quiere decir testigo.
Sufrir heroicamente la muerte por no negar a Jesucristo o alguna verdad de fe, por mantener alguna virtud del alma o por no incurrir en algún delito, eso es verdadero martirio, y al que lo sufre se le llama mártir, porque, con su sangre y con su muerte, da firme testimonio de Dios revelador, redentor y santificador.


La Religión Cristiana cuenta en su apoyo diez y ocho millones de mártires, número de vidas que no ha costado la defensa de ninguna otra verdad en el mundo.

Y hay que tener presente que el género de muerte que se daba a los mártires, no era, por lo común, de aquellos que acaban con la vida del individuo en breve tiempo. Los tiranos aguzaban todo su ingenio para inventar los más horrorosos suplicios, desde los potros de hierro a los toros de metal incandescente; desde los garfios de acero, con que se desgarraban las carnes, hasta los hornos llameantes en que los cuerpos eran tostados a fuego lento; desde las calderas de aceite hirviente a las hogueras abrasadoras; desde el desollamiento de la piel viva hasta la crucifixión cabeza abajo; desde la cortadura de los pechos y la extracción de los ojos hasta la rotura de los huesos.


No hubo sufrimientos, agonías, tormentos, dolores, ansias y congojas a que no fueran sometidos inhumanamente, bárbaramente, ferozmente aquellas insignes víctimas, que caminaban a la muerte con la sonrisa en los labios y la serenidad de espíritu en la conciencia, entonando cánticos de sublimes alabanzas en honra del verdadero Dios, de la Virgen Santísima, de su Divino Hijo y de todos los principios fundamentales del Cristianismo.


No eran, no, los mártires filosóficos cínicos o estoicos acostumbrados a mirar la muerte con desprecio: eran niños, niñas, jóvenes, ancianos, hombres, mujeres, padres, hijos, hermanos, sabios, ignorantes, ricos y pobres, a quienes por una simple negativa, o por una sencilla afirmación, por un creo o un no creo, se les habría perdonado la vida y se les hubiera premiado liberalmente su apostasía.

Tenían alto ejemplo que imitar, y lo imitaron y siguieron fielmente.

Tenían en su alma y en su memoria el santo ejemplo de Jesucristo muriendo en un patíbulo por el Testamento de su Padre.


SAN PEDRO CLAVER, EL ESCLAVO DE LOS ESCLAVOS, ORACIÓN PARA LOS MÁS NECESITADOS


San Pedro Claver era miembro de la Compañía de Jesús
y es santo patrono de las misiones africanas
y de la justicia interracial debido a su trabajo
con los esclavos en Colombia. 

 
ORACIÓN 

Oh Buen Dios Todopoderoso, 
amante Padre de todos los pueblos, de todas las naciones:
Tu, que diste a Pedro Claver un corazón puro,
que nunca hizo distinciones entre sus hermanos,
sin atender jamás al color de su piel
ni a sus posiciones sociales,
y siempre atendió con extrema generosidad
a todos sus semejantes,
especialmente a los más necesitados,
de quienes se consideraba un verdadero siervo,
concédenos practicar sus mismas virtudes
con un espíritu abnegado, alegre y constante,
pleno de generosidad,
para ser testigos de tu amor en medio de tu pueblo
y principio de unión entre todos tu hijos. 

Glorioso San Pedro Claver,
siempre solícito en la atención y auxilio
de las necesidades de los mas desamparados, 
siempre dispuesto a ser quien solucionara 
la aflicciones de los más pobres, de los esclavos,
a quienes te entregabas en cuerpo y alma,
obtén hoy para este devoto tuyo 
la gracia que te solicito con toda mi fe,
pues son graves mis necesidades
y tu eres mi única esperanza.
Dios, nuestro Padre Celestial,
nos has dado la vida a través de la Muerte
y la Resurrección de tu Hijo Amado, Jesucristo.

Jesús nuestro Señor y Salvador,
tú viniste a un mundo oscurecido
por el pecado del hombre
y le diste luz a través de sus enseñanzas.

Espíritu Santo,
el Aliento de Dios dentro de nosotros,
que nos guías, nos iluminas
y nos das la fuerza en nuestras convicciones.

Os ruego que por mediación de San Pedro Claver,
que se convirtió en un ejemplo para nosotros,
mostrándonos el Amor de Dios,
la Luz de Cristo, y la fuerza del Espíritu Santo,
me concedáis la petición 
que con tanta devoción he efectuado.

También os pido ahora
que todo lo que decimos y hagamos en su honor,
sea una continuación de su trabajo aquí en la tierra.
San Pedro Claver ... ruega por nosotros,
San Pedro Claver ... ruega por nosotros,
San Pedro Claver ... ruega por nosotros.

Amén. 

Rezar tres Padrenuestros, Avemaría y Gloria. 
La oración y los rezos se hacen durante tres días seguidos. 

 
Suele acontecer que si una cosa es pura y buena, se dice que es blanca; si mala y negativa, que es negra. Así por ejemplo, ante una situación dura, cruel o difícil, se acostumbra exclamar: "¡Qué negra situación!" Por el contrario, de un relato que no hace daño porque exalta el bien y la pureza, afirmarnos que es un "relato blanco".

¿A qué se debe esta calificación?
Probablemente a que lo oscuro produce una impresión de miedo o de inseguridad, mientras que lo claro o lo blanco permanece asociado a ideas generales de bondad, generosidad y amor. Es posible que de esta apreciación haya nacido la absurda discriminación racial, que entre los ignorantes y los torpes ha provocado tantos males, alentando una sorda lucha contra los hombres de piel oscura.
Si el alma tuviera color, ¿cuántos hombres de piel blanca no tendrían el alma negra, y viceversa? Y por otra parte, ¿no tenemos todos un mismo origen en Dios?
Desde otro ángulo, la misma cosa podría aplicarse a quienes discriminan a los pobres. ¿Cuántos desvalidos no tendrán la mente pura y noble, y cuántos ricos no vivirán con una mente corrompida?
Todo esto viene a cuento para destacar cómo un notable varón del siglo XVII, adelantándose a la época que le tocó vivir, se entregó al servicio de los esclavos negros, de los pobres y de los enfermos. San Pedro Claver fue ese hombre preclaro, pues no sólo alivió las penas y privaciones de los desvalidos, sino que por voluntad propia se convirtió en "el esclavo de los esclavos', sometiéndose a ellos, haciendo sus tareas y soportando sus mismos padecimientos.
La bella e impresionante historia de San Pedro Claver se desenvuelve principalmente en ciudades de Nueva Granada (antigua Colombia), donde el comercio con esclavos negros tenía muy importante desarrollo entre los traficantes españoles y criollos de aquella época.
Cartagena de Colombia, la antigua ciudad portuaria que fue testigo de estos acontecimientos, guarda una entrañable devoción a San Pedro Claver.
Las crónicas de Cartagena están llenas de episodios maravillosos que refieren cómo el santo prodigó su influencia bienhechora entre los desdichados que más la necesitaban.
La gente del pueblo ha hecho circular en Colombia una hermosa leyenda relacionada con San Pedro Claver, el gran apaciguador social.
Cierta vez -dicen allá- un blanco y un negro se cruzaron por un camino. El blanco llevaba un cargamento de carbón; el negro, unas pacas de algodón muy blanco. Quien llevaba el carbón se atascó en el lodo con su carreta, y el hombre de color acudió a ayudarle. Más tarde, el negro se vio rodeado por un incendio, y el blanco se presentó a salvarlo. Pero el carbón y el algodón se echaron a perder, quedando el primero, blanco y el segundo, negro.
Entonces se apareció San Pedro Claver y consoló a los dos hombres, diciéndoles:
-"La Providencia os dará el doble de lo que habéis perdido, pues aprendisteis una cosa fundamental: que el color y la pobreza son accidentes, y que lo único con valor permanente es la fraternidad humana, que trae consigo el amor al prójimo."
La leyenda termina diciendo que el blanco y el negro, al perder sus cargas, iniciaron una sólida amistad, y que ésta los hizo ayudarse mutuamente y progresar en forma tan notable que pronto vivieron sin carecer de nada.




LA ALEGRÍA DE JUAN MARIA LAMENNAIS


Una de las cosas más notables en el carácter del Venerable Juan María Lamennais, era, sin duda, su sentido del humor. Aun en los trances más graves y críticos, sabía sobreponerse y hacer reír a todos.
Lamennais fundó en el año 1819 de la congregación religiosa laica católica dedicada a la enseñanza de los Hermanos de la Instrucción Cristiana de Ploërmel, también conocidos como menesianos. 

 
Entre las muchas anécdotas que se han recogido del padre Lamennais, vamos a referir las siguientes:

El Venerable había sido llamado a París por el capellán mayor del reino, el obispo príncipe de Croy, para que ejerciera como Vicario General. Con tal motivo, se trasladó a la corte parisina, y tuvo que asistir a los lujosos salones de palacio, pletóricos siempre de damas y caballeros elegantísimos. Juan María, por su parte, sólo llevaba su vieja sotana de costumbre, raída y recosida.
Un día, en presencia del rey, unas damas vestidas con lujosas ropas y adornadas con joyas valiosísimas miraron con ironía aquella vieja sotana, e hicieron comentarios sobre su pobreza e impropiedad para los salones reales.
Lamennais, imperturbable, les contestó en seguida:
-¿No se dan cuenta, señoras, de que mi humilde vestido está haciendo penitencia por el lujo excesivo de los de ustedes?
El rey sonrió por la fina ironía del Vicario, y agregó:
-¡Muy bien! Las damas tienen demasiada coquetería; nosotros no tenemos nada. Así están compensadas las cosas.
En otra ocasión, yendo en uno de sus interminables viajes por Bretaña, los caballos que tiraban de su coche estaban hambrientos y rendidos. Un Hermano de la Congregación iba como cochero, y bajó del carruaje para dar pienso a los animales.
Estaba poniendo en la cabeza de los caballos el saquillo de avena, cuando los animales se encabritaron, derribaron al Hermano y echaron a correr, desbocados, llevándose el vehículo y al vicario dentro de él.
Lamennais pensó que era mejor saltar afuera por la puerta que había quedado abierta, y como lo pensó lo hizo, pero cayó de cabeza sobre un montón de piedras, causándose heridas muy visibles en el rostro. 


Cuando el Hermano llegó a él para auxiliarlo, el padre, sonriente, secándose la sangre con un pañuelo, le dijo:
-Tranquilízate, estoy vivo. Estar vivo es lo único que me interesa, pues esta tarde tengo que predicar contra el mal en el pueblo vecino.
Mientras tanto, dos campesinos habían logrado sujetar los caballos desbocados, y devolvieron el coche al Vicario y al Hermano, que así pudieron llegar a su destino.
A la mañana siguiente, el padre Lamennais se levantó y fue a peinarse frente a un espejo. Entonces pudo ver su rostro lleno de moretones y arañazos, y, sin poder contener la risa, comentó:
-Esta vez la suerte no está de mi parte... tengo que predicar contra el mal... ¡y estoy casi tan feo como él!
De tal modo era contagioso su buen humor, que una vez un guardabosque fue a detenerlo preso por no llevar papeles de identificación en cierto camino. Lamennais creyó que ese atropello era un pretexto de quienes perseguían a los clérigos, y no tuvo más remedio que dejarse conducir por el guardabosque.
Pero éste no tenía tales intenciones, sino que le llevó a su cabaña, allí le dijo que anhelaba tenerlo como invitado a comer, y que su esposa sugirió el ardid de fingir una detención para asegurarse de que aceptaría la invitación.
Lamennais rio por la broma, y aquella comida estuvo llena de diálogos de buen humor.

JESÚS Y LOS NIÑOS. ORACIÓN PARA QUIENES TIENEN HIJOS REBELDES Y CON PROBLEMAS


Glorioso Jesús mío,
Hijo de Dios verdadero,
que estas lleno de bondad y misericordia:

Tú, que siempre procuraste
el bien de todos los niños,
y deseaste que acudieran ante tu presencia,
por ese amor que te unió a ellos en esta tierra,
te suplicamos que continúes guardándolos
siempre con ternura desde las Alturas Celestiales. 

 
Padre y Dueño de todas las misericordias,
infunde en educadores, maestros y cuidadores,
y sobre todo en nosotros, los padres,
el mismo espíritu de prudencia,
caridad y constancia que, en tu inmensa bondad,
tu mantuviste para con ellos. 

Haz que todos los niños y jóvenes
tengan un corazón afectuoso, dócil y obediente,
especialmente mi hijo (o hijos)...
(decir los nombres)
a quien pongo en tus milagrosas manos
para que dulcifiques su carácter,
erradiques su rebeldía
y protejas de vicios y malas compañías.

Que sea fortalecido
en el santo Amor de Dios,
única fuente de felicidad eterna y temporal;
y que descubra las insidias que le tienden,
y venza los peligros que le amenazan.

Procura que reciba buenos estudios,
y una buena educación,
para que así haga frente a su futuro
con posibilidades y los caminos abiertos.

Te pido también por nuestros jóvenes,
que sean alejados de caer en vicios y dependencias,
de malas compañías, violencia y corrupción,
que sean protegidos desde el Cielo
en el duro camino de la vida que tienen por delante,
y que puedan hacer frente con valentía
a las dificultades, problemas y obstáculos
que encuentren en su camino.

Oh buen Jesús, da a nuestros hijos fuerzas,
el vigor necesario, salud, entereza y sabiduría,
y una espiritualidad comprometida con Dios,
para que tengan horizontes y un futuro
pleno de oportunidades, prosperidad y progreso,
y después de haber edificado la patria terrenal
con el ejemplo de sus costumbres,
pasarán felizmente a gozar de la gloria celestial.

Así sea.

Especificar lo que se quiere conseguir.
Rezar tres Padrenuestros,
tres Avemarías y tres Glorias.
 La oración y los rezos se hacen tres días seguidos. 

 
Los niños fueron siempre objeto de amorosa predilección para el Salvador, 
en lo cual demostró la sublime ternura de su espíritu.

Bueno será, sin embargo, advertir que Jesús amaba la niñez en sí misma, por lo que generalmente tiene de atractiva y candorosa; pero que, en los niños, simbolizaba también a las personas adultas, sencillas y puras como la misma niñez, cuyas conciencias no se hallan manchadas por la torpeza del pecado.
Así lo manifestó bien claramente en diversos pasajes de su inmortal Evangelio, aludiendo a los estragos producidos por el escándalo, piedra en que tropiezan los inocentes de todas las edades.

— Imposible es —decía— que no vengan escándalos:
— ¡Más ay de aquél por quien vienen!

— «Más le valdría que le pusiesen al cuello una piedra de molino y le lanzasen al mar, que escandalizar a uno de estos pequeñuelos.»

Le preguntaron los discípulos a Jesús quién sería el mayor en el reino de los cielos; y, llamando a un niño, le colocó en medio de ellos, diciendo:
— «En verdad os digo que si no os volviereis e hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos; cualquiera — añadió — que se humillare como este niño, será el mayor en el reino de los cielos. Y el que recibiere a un niño tal en mi nombre, a mí recibe.»

— ¡Ay del mundo por los escándalos! —repetía constantemente,—  ¡Y ay del hombre por quien venga el escándalo!
Del alto y singular aprecio que a Jesús merecía la niñez inocente, dan claro testimonio sus elocuentes palabras:

- «Mirad que no tengáis en poco a uno de estos pequeñitos; porque de cierto os digo que sus ángeles siempre ven la cara de mi Padre, que está en los cielos.»

Sublimes expresiones con las cuales daba a entender que el Ángel de la Guarda de cada niño al mismo tiempo que está velando sobre él, asiste ante el trono de Dios, con misión darle razón de los escándalos que se den a su protegido y a pedir venganza de ellos.

 Así se comprende perfectamente que muchos padres llevaran sus niños a Jesús para que les impusiese sus santísimas manos; y tantos y en tan crecido número debían acudir con este objeto, que los discípulos del Salvador los separaban y los reñían, para que no le molestasen.

Mas Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo:
— «Dejad que vengan a mí los niños, y no lo impidáis; porque de ellos es el reino de Dios.»

De los niños, y de los que obran y proceden como niños en la pureza y sencillez de las costumbres.

No de los niños corrompidos por el escándalo, ni de los mayores que menosprecian la Ley de Dios y sus santas enseñanzas.

Seamos, pues, todos niños en la sencillez del corazón, procurando conservar, durante toda la vida, la inocencia de los primeros años.

Y así gozaremos paz en la tierra, y perdurable gloria en el cielo.


ENTRADA DE JESÚS EN JERUSALÉN


Jesús llegó cerca de las aldeas de Betphage y de Bethania, inmediatas a Jerusalén, al monte del Olivar, y dijo a dos de sus discípulos:

- «Id a esa aldea que está enfrente, donde hallaréis una asna y un pollino con ella, sobre el cual nunca se sentó hombre alguno: desatadlos y traedlos. Y si alguien os pregunta por que los desatáis, respondedle que el Señor lo ha menester.» 

 
Y los llevaron a Jesús, y echando los discípulos sus ropas sobre los jumentos le hicieron sentar sobre el pollino. Y yendo así sobre el jumentillo, las gentes tendían, al paso, sus vestidos por el camino. Y bajando del monte del Olivar, todos sus discípulos, en apretada muchedumbre, alababan a Dios por las maravillas y milagros que habían visto hacer a su eterno Hijo, diciendo en alta voz:
- «Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor; paz en el
cielo y gloria en las alturas.»

Algunos fariseos, que se hallaban entre el gentío, pidieron a Jesús que reprendiese a sus discípulos, que le aclamaban por Rey.

Mas Jesús les respondió:
- «Os digo, que si estos callaren, las piedras darán voces».

Así entró Jesús triunfante en Jerusalén, en medio de las multitudes, gozosas y enardecidas, que le saludaban con palmas y ramos de olivo, símbolo de la paz; no a la manera de los antiguos guerreros y conquistadores precedidos de esclavos, si no como el Mesías anunciado y prometido por los Profetas; no como uno de tantos poderosos reyes de la tierra, sino para establecer el reinado de las almas, el imperio de la justicia y la soberanía de la gracia, que abriría a todos los buenos las puertas del cielo. 


 
San Lucas nos refiere que Jesús lloró sobre la ciudad de Jerusalén, prediciendo su ruina, y que de sus robustos muros no quedaría piedra sobre piedra.

Y San Mateo añade que el Salvador fue a pasar la noche en la aldea de Bethania, volviendo a Jerusalén los tres días siguientes, lunes, martes y miércoles; pues la entrada en la antigua Sión se verificó el domingo 29 de marzo, suceso que, con el nombre de Domingo de Ramos, conmemora la Iglesia Católica en todo el mundo cristiano.




EL SERMÓN DE LA MONTAÑA, LAS BIENAVENTURANZAS



Sobre una de las dos cumbres del monte Hittin se encuentran todavía señales de una cisterna y de arrasados edificios, que fueron construidos con rocas de basalto, lo que demuestra que allí se alzó una fortaleza en tiempos muy antiguos, erigiéndose después en el mismo lugar una iglesia o capilla, cuando la piadosa Santa Helena, y más tarde Santa Paula visitaron cuantos sitios fueron consagrados por la presencia del Salvador. 

 
Aquel lugar es considerado por la antigua tradición cristiana como el teatro de una de las más memorables escenas evangélicas; allí Jesús explicó a sus discípulos y a la multitud que le rodeaba las divinas bienaventuranzas y les habló los sublimes conceptos conocidos con el nombre de Sermón de la montaña.

Inmenso gentío, procedente de Galilea, de Judea y de la otra ribera del Jordán, seguía a Jesús, quien, después de haberse sentado, lo adoctrinó diciendo:

- «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

- «Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra.

- «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

- «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

- «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

- «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

- «Bienaventurados los pacíficos, porque hijos de Dios serán llamados.

- «Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 


 
Jesús prometió, con estas palabras, un puesto en la gloria a los que no quieren honras ni riquezas mundanas; a los que no se dejan llevar por los movimientos de la ira; a los que dejan los placeres y hacen penitencia por sus pecados; a los amadores de lo justo, que cumplen en todo sus deberes; a los muy piadosos para con el prójimo; a los que saben resistir el ímpetu de las pasiones; a los que procuran la paz del alma en sí mismos y para los demás, a los que perseveran en la práctica de la justicia, aunque por ser justos los persigan.

A continuación dijo Jesús a cuantos le escuchaban:

«Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, y rogad por los que os persiguen y calumnian, para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, el cual hace nacer su sol sobre buenos y malos, y llueve sobre justos y pecadores.»

El Divino Maestro explicó en seguida cómo debe hacerse la limosna y elevarse el corazón a Dios.

«Vosotros, les dijo, así habéis de orar: Padre nuestro, que estás en los cielos »
Aquí, pues, sobre este monte, enseñó Jesús, por primera vez, la Oración Dominical, instrucción divina que, interrogado por un discípulo que probablemente no asistiría a este acto, repitió el Salvador, más tarde, en el monte de los Olivos.

Los peregrinos que, desde Tiberíades, visitan la colina de Hittin, observan la piadosa costumbre de recitar en su cima los versículos del Evangelio que hacen referencia a la estancia del Salvador en esta montaña, denominada por los cristianos con el hermoso y poético nombre de Monte de las Bienaventuranzas.

SAN JUAN DE BRITO, VIDA BREVE Y ORACIÓN DEL SANTO MISIONERO



SAN JUAN DE BRITO
Presbítero (1693)

El jesuita misionero San Juan de Brito, nació en Lisboa el 1 de marzo de 1647. Era hijo de Salvador de Brito Pereira, más tarde gobernador de Río de Janeiro y del Brasil, y de doña B. Pereira, familia noble y piadosa al servicio de los duques de Braganza. 

 
Fue martirizado por la fe de Cristo en Urgur de la India, el 4 de febrero de 1693.
Su hermano y biógrafo, Fernando Pereira de Brito, nos comunica muy pocas noticias sobre la infancia de Juan de Brito en su Historia del nacimiento, vida y martirio del venerable P. Juan Brito, de la Compañía de Jesús, mártir del Asia y protomártir de la Misión del Maduré.
Era de frágil salud, inteligente y sosegado. En cumplimiento de una promesa, y también por gusto, siendo todavía pequeño, vistió la sotana de la Compañía de Jesús durante un año entero en el palacio de Juan IV, donde era paje del infante don Pedro y, más tarde, del rey de Portugal. De ahí que le designaran con el mote de «apostoliño», pues los jesuitas eran llamados apóstoles en Portugal.
Así, pues, vistiendo ya la sotana de la Compañía de Jesús, entró en el noviciado en la fiesta de Navidad y continuó los estudios en Évora. Su debilidad era tan grande que llegó a arrojar sangre por la boca.
De Évora partió para Coimbra a fin de cursar allí filosofía, hasta que fue trasladado al colegio de San Antonio de Lisboa, donde enseñó humanidades.
Su madre, viuda desde hacía mucho tiempo, tuvo mucha dificultad en dejarlo partir a lejanas tierras; pero, esto no obstante, embarcó él con grandes ánimos para la Misión del Maduré en la India oriental, el 25 de marzo de 1673. Contaba entonces veintiséis años de edad.
Se detuvo algún tiempo en Goa para terminar los estudios teológicos, llevando en este tiempo una vida de gran austeridad; no usaba cama para dormir; no comía carne ni pescado, sino solamente legumbres, hortalizas, frutas, arroz y leche, adiestrándose de este modo para la vida misionera y sufriéndolo todo por amor de Cristo. 

 
En 1674 dio comienzo a su gesta misionera a través de la India, empezando por el Malabar. Vestido de asceta, con los pies hinchados por el mucho caminar, llevando consigo algunos libros para sus controversias con los paganos y una piel de tigre para sentarse y para dormir, recorrió los reinos de Ginje y Tanjaor; estuvo en la Costa de la Pesquería y en Travancor, disputó con los brahmanes e hindúes, sufrió persecuciones, estuvo preso, fue atormentado y convirtió millares de infieles.
Como Nóbili y otros jesuitas del Maduré, vestía a manera de saniasi. Con más exactitud: San Juan de Brito escogió la clase religiosa de los pandarás-suamis, es decir, penitentes de orden inferior, a quienes se permite tratar con varias castas de la India, con lo cual podía extender su apostolado a un círculo más amplio de personas. Pero él decía simplemente que era un saniasi romano.
Y ésta es precisamente una de sus glorias: desprenderse, por muy doloroso que fuera, de su occidentalismo y meter a Cristo en las duras prácticas ascéticas de los anacoretas y penitentes de la India, y esto no sólo como medio pedagógico o apostólico de conquista, sino también para gustar el sacrificio por Cristo.
De esta manera, no comía carne ni huevos, no bebía vino; practicaba muchos ayunos, andaba constantemente vestido de cilicio, y tomaba sangrientas disciplinas.
Dominando así la cultura brahmana, estudiando y orando, anduvo de un territorio a otro, vestido de una túnica de cuero entre roja y amarilla, sometiéndose a los ritos sociales de los bonzos brahmanes, pero sin caer en sus errores. Sin embargo, algunas personas de mirada estrecha lo acusaron de heterodoxia a causa de este modo de obrar, y esto le hizo sufrir mucho.
Notemos otra característica de su personalidad, que podemos designar como humanismo religioso: poseía unas maneras agradables; gustaba de leer y escribir cartas a personas amigas, y aun mostraba cierta galantería, según testifica el padre Antonio Franco. Sabía sonreír y ser amable, interesarse por los sobrinos; decir al hermano que no lo tratase como muy reverendo ni como señor, etc.
Todavía en la víspera de su muerte, tuvo suficiente serenidad para deshacer en el agua un pedazo de carbón y escribir desde la cárcel una última carta. Escuchemos las últimas palabras de esta carta.
«Adiós, buen amigo Fevereiro, 3 de 1693. Sirva ésta para todos los Reverendos Padres. Este año bauticé a cuatro mil».
Era su último grito de alegría: en aquel año había bautizado cuatro mil almas.

Mucho peregrinará por amor de Cristo. Recorrerá a pie los caminos de la India; embarcará para Europa en 1687 en busca de misioneros y de subsidios y asimismo para dar cuenta sobre el estado de las misiones. Vientos contrarios lo llevaron a las costas del Brasil, de donde navegó a Portugal hasta entrar por la barra del Tajo.
Allí habló con el rey; obtuvo dinero para sus catequistas y regresó nuevamente a la India, volviendo a la Misión del Malabar. Ahora va a morir en Urgur, después de ver quemar las iglesias y saquear las casas de los cristianos.
El 4 de febrero de 1693 lo llevaron a una colina sobre el río Pamparru; se arrodilló para rezar, mientras el verdugo afilaba la cuchilla. De este modo permaneció una media hora. Después se levantó, sonrió y se entregó a los verdugos en medio de una gran polvareda. Le hicieron sentar, le ataron las manos y sus grandes barbas, y seguidamente le cortaron la cabeza, y luego las manos y los pies. Al caer San Juan, quedó de costado con los ojos abiertos y las piernas extendidas. Luego, con los miembros mutilados atados al tronco, fue levantado sobre un palo.
Al cabo de ocho días, todo cayó, y la cabeza rodó por la pendiente hasta sumergirse en el río, donde fue arrastrada por la corriente. Las fieras devoraron el cuerpo del mártir, de quien muy pocas reliquias se salvaron. Para él, el día de la muerte fue el día más bello de su vida. Sentía ansias del martirio desde hacía muchos años, y ya el 22 de julio de 1691, escribía al padre Manuel da Costa:
«Dicen ahora que en Marava se ha dicho que esperaban prenderme y cortarme la cabeza y así poner término a la predicación del Evangelio en sus tierras. Si así lo han de hacer, ¿para qué hablar? Iremos, pues, pronto al cielo».
Y de hecho así sucedió. Bien pronto entró en el cielo a ver a Dios. Fue beatificado en 1852 y canonizado el 22 de junio de 1947.
ORACIÓN

Glorioso San Juan de Brito,
humilde misionero de la Compañía de Jesús,
en quién hoy deposito toda mi devoción
de que tu, por ser uno de los favoritos de Dios,
conseguirás de su Divina Majestad
la atención necesaria para presentarle
la súplica que con tanta fe te solicito.

Santo convertidor de almas,
predicador abnegado de la fe,
valiente soldado de Cristo
que sufriste el martirio más cruel
y las torturas más desgarradoras,
escucha a este tu fiel devoto
y ruega a Dios por mi para: 

(Exponer el problema o la petición). 

Modelo de caballerosidad y generosidad,
san Juan de Brito, santo mío,
ayúdame a paliar el sufrimiento que tengo,
alivia mis congojas, mis penas,
y haz de mediador para que la súplica
que acabo de dejar en tus manos
sea agradable a Dios, Señor Nuestro,
y obtenga un feliz cumplimiento.

Por Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
que vive y reina con Dios Padre
y con Dios Espíritu Santo. 

Amén. 

Rezar tres Padrenuestros y tres Glorias. 

Repetir la oración tres días seguidos. 


JESÚS Y LA MAGDALENA. ORACIÓN A MARÍA MAGDALENA PARA CONSEGUIR UN AMOR


Santa María Magdalena, según opinión de Maldonado y muchos otros, hermana de Lázaro y de Marta, era hija de Sito y de Eucaria.

Después de haber muerto los padres, aquellos tres hermanos repartieron sus haciendas, tocándole a Magdalena el castillo de Maguíalo, en Galilea, del cual tomó María su segundo nombre. 

 
Magdalena fue, en su juventud, de costumbres libres y desenvueltas, a pesar de la sana educación moral que había recibido, llegando a vivir públicamente en el pecado; mas el Señor compadecido de su desgracia, la libró de los demonios que habían invadido el cuerpo de la infeliz mujer, sacándola de los lodazales del vicio. 

Aconteció que un fariseo, llamado Simón, invitó a Jesús a comer; y, habiéndolo sabido la pecadora, penetró en la casa llevando un precioso vaso de alabastro, lleno de oloroso ungüento; y acercándose por detrás al Señor, contrita y avergonzada, se arrojó a los divinos pies, bañándolos con sus lágrimas, enjugándolos con sus cabellos, besándolos humildemente, y ungiéndolos con el precioso bálsamo. 

Todas las cosas que más habían contribuido a la perdición de Magdalena, sirvieron en aquel momento de remedio para su pecado: los ojos con que tantas almas había seducido; la cabellera que realzaba su incomparable hermosura; el ungüento que impregnara su persona de balsámicos perfumes, todo cuanto había sido encanto de sus deleites e incentivo de sus vicios, fue testimonio de su humildad y alfombra para los pies del Redentor del mundo.

El fariseo pensaba interiormente, que si Jesús fuese profeta, conocería que aquella mujer era pecadora, y no recibiría sus agasajos.

Mas el Señor, adivinando su pensamiento, le dijo:
— «Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; a los dos les perdonó sus deudas. ¿Cuál de ellos amaría más al acreedor?
— Señor, aquél a quién más perdonó.

— Pues bien: Entré en tu casa, y no me diste agua para los pies; mas esta mujer los ha regado con sus lágrimas. No me diste beso al entrar, y esta mujer no ha cesado de besarme los pies; no ungiste mi cabeza con óleo, y esta mujer ha ungido mis pies con ungüento. Por lo cual —añadió— perdonados le son sus pecados, porque amó mucho; mas, al que menos se perdona menos ama.

Y, volviéndose a Magdalena, le dijo:
— Perdonados te son tus pecados; tu fe te ha hecho salva. Vete en paz.

¿No es normal, pues, que la Magdalena y sus hermanos Lázaro y Marta se mostrasen siempre profundamente reconocidos a Jesús, y que el Salvador del mundo distinguiese con su cariño a esta familia que nunca le abandonó en sus horas de tribulación y de amargura?
El Salvador resucitó a Lázaro en su sepulcro, y se apareció a María Magdalena inmediatamente después de su gloriosa resurrección, asunto que el arte ha sabido representar en aquel hermoso cuadro del Gorreggio, que se conoce por Noli me tangere, (No me toques), palabras de Cristo a la bella pecadora arrepentida, antes de que el Hijo de Dios subiese al lado de su Eterno Padre.
Arriba puedes contemplar este cuadro. 

 

ORACIÓN A MARÍA MAGDALENA

Hoy quiero solicitar tu ayuda,
bienaventurada santa María Magdalena,
amiga y protectora mía.

Tú que amaste al Señor sin medidas
comprenderás mi pena y desesperación,
lo que un gran y sincero amor hace sufrir.

Quiero pedirte, bendita mujer, 
que me ayudes a conquistarlo-a: 
toca su corazón con tu mano amorosa, 
que el-ella se dé cuenta 
que el mío sufre y sangra por su causa, 
que prefiero la soledad a su ausencia.

Yo ....... deseo tenerlo-a, quiero amarlo-a, 
quiero sentirlo-a en todo momento a mi lado, 
quiero compartir con él (o ella) lo bueno y lo malo, 
la alegría y la tristeza, 
deseo estar con mi amor siempre y por siempre.

Ayúdame, amiga Magdalena
a ganarme su amor
como tú te ganaste
el de tu querido Señor.

Ayúdame, María Magdalena
quiero estar en su corazón
como tú estuviste
en el de tu Señor.

Santa María Magdalena,
tú que, por amor y fe, nunca te rendiste,
consígueme que se rinda a mi amor,
haz que me quiera, que me ame,
que piense sólo en mí,
que viva para mí la vida entera.

Que sólo tenga ojos para mis ojos,
palabras para mis palabras,
amor para mi amor,
que viva para mí eternamente.

Gloriosa santa María Magdalena,
tú que en Jesús encontraste amor y comprensión,
sabrás escuchar y comprender mi suplica,
concédeme lo que por amor te solicito,
gracias santa amiga por escuchar mis suplicas.

Por Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

Así sea, así se cumpla. 

Especificar la petición y rezar con mucha esperanza
tres Padrenuestros, tres Avemarías y tres Glorias.

Repetir la oración y los rezos tres días seguidos,
o nueve si la petición es muy difícil y desesperada.




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