SAN FELIPE NERI, ORACIÓN AL SANTO PATRONO DE LA ALEGRÍA PARA SANAR DE PREOCUPACIONES Y TRISTEZAS


San Felipe Neri es el santo patrón de la alegría, y por este motivo es un poderoso intercesor para las personas que tienen periodos de depresión. Es el santo patrón de Roma, las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos, El humor y la alegría, y su fiesta se celebra el 26 de mayo.

ORACIÓN
 
Bienaventurado San Felipe Neri,
santo patrono de la alegría,
tú que confiaste en la promesa
de las Santas Escrituras,
de que el Señor está siempre,
y en todo momento, al alcance de todos,
y que no necesitamos tener ansiedad por nada,
en tu compasión y gran bondad:

Sana nuestras preocupaciones y tristezas
y levanta las cargas de nuestros corazones.


Venimos a ti con un corazón lleno
de abundante amor a Dios
y toda la creación.

En nuestro pesar, te rogamos,
sobre todo por esta necesidad especial:

(hacer la petición).

San Felipe bondadoso
concédenos el favor que te pedimos,
 protégenos por medio de tu intercesión amorosa,
y que el gozo del Espíritu Santo
que llenó tu corazón,
transforme nuestras vidas
nos ayude a superar nuestras depresiones y angustias
y nos conceda la paz, la salud y la alegría.

Te lo rogamos por Jesucristo nuestro Señor,
por su amada Madre la Virgen María
y por los dones del Espíritu Santo.

Amén.
Rezar el Credo, la Salve, Padrenuestro,
Avemaría y Gloria.

La oración y los rezos se hacen tres días seguidos.

 
LA INFANCIA DE SAN FELIPE NERI

El segundo de los hijos, y primero de los varones, del señor Francisco Neri, ciudadano de Florencia (Italia), nació el día 21 de julio del año 1515, a las seis de la tarde, pero según nuestro modo de contar el tiempo, corresponde a las dos de la madrugada del día siguiente, o sea el 22, fiesta de Santa María Magdalena.


El recién nacido fue llevado aquella misma mañana al baptisterio, donde recibió los nombres de Felipe y Rómulo.
 
El padre de Felipe era notario, profesión bastante considerada entonces en Florencia, por ser una de las Artes mayores cuyo ejercicio capacitaba para obtener la magistratura; pero el señor Francisco no alcanzó nunca gran renombre en el ejercicio de dicha profesión y su condición social fue siempre modesta.
 
Su hija Catalina era mayor que Felipe, y Elisabeth, la menor. Un cuarto hijo, Antonio, vivió poco; así es que al morir Felipe, se extinguió con él la familia.
 
Felipe apenas si llegó a conocer a su madre, la señora Lucrecia de Mosciano, ya que ésta murió poco después del nacimiento de Antonio, el año 1520; pero más adelante, su padre contrajo segundas nupcias con una mujer de muy buen carácter, con la que Felipe se avino perfectamente, y ella, a su vez, le distinguió con tan singular afecto, que aun en su lecho de muerte se interesaba por él.
 
El mismo año del fallecimiento de la madre de Felipe, la familia se fue a vivir a la parte de la ciudad que domina el río Arno, llamada Costa de San Jorge. Desde allí gozaban de un magnífico panorama, viendo más allá del río la ciudad extendida a sus pies, y al fondo la colina coronada con la pequeña ciudad de Fiésole.
 
Felipe era un niño singularmente agraciado, de modales finos, de espíritu alegre y afectuoso; era de aquellos que se ganan fácilmente la simpatía de los demás. De esto y de lo excelente de su conducta nos ofrece una buena prueba el que sus conciudadanos le distinguieran con el nombre de "Pippo buono" (Felipillo el bueno).

No hablaba de ser sacerdote ni monje, ni tampoco gustaba de devociones como el adornar capillitas u otras cosas parecidas. Pero le gustaba visitar las iglesias de la ciudad y uno fácilmente se lo imagina sentado en algún rincón del templo, gozando su alma en aquel ambiente de dulce paz. Sobre todo le gustaba visitar el convento de San Marcos, pues tenía amigos muy queridos en él, como los Padres Dominicos.
Su predilección por la Orden de Predicadores duró tanto como su vida. Siendo ya muy anciano dijo a los padres de esta Orden, del convento de la Minerva, en Roma:
 
"Todo lo bueno que haya habido en mí desde mi juventud lo debo a vuestros padres de San Marcos".
 
Un día, cuando apenas contaba ocho años de edad, sus padres se lo llevaron a Castelfranco, de donde era oriunda la familia, y donde el señor Francisco tenía una heredad. Llegados allí, dejaron al niño solo en el patio de la casa para que se entretuviera jugando. ¿Podía haber nada más divertido para un niño de su edad que el saltar a la grupa de un borrico que había ahí, bien cargado de frutas y de hortalizas?
 
Desgraciadamente ocurrió que, estando el borrico al borde de una escalera de piedra que conducía a la bodega, cuando Felipe intentó dar el salto sobre el animal, éste con su carga y el niño rodaron abajo, con tan mala fortuna que asno y carga quedaron encima de Felipe. Todos le creyeron muerto, pero no sólo le sacaron con vida, sino casi sin lesión alguna. El propio Felipe siempre consideró milagroso tan feliz resultado de su travesura.

Muy joven se trasladó a la villa de San Germán, donde un tío suyo quiso hacer de él un comerciante, pero según declaró él mismo tiempo después, este oficio duró "sólo unos pocos días". Los italianos, sin embargo, usan frases muy poco precisas para medir el tiempo. Pedirle a uno que aguarde "un momentino", a menudo equivale a hacerle aguardar poco menos de una hora. Así es que las palabras "unos pocos días" pueden significar algunos meses.


 

SANTA MARÍA MAZZARELLO, ORACIÓN PARA PEDIRLE SALIR DE LA TRISTEZA Y LA DEPRESIÓN


ORACIÓN
 
Santa María Mazzarello,
tú que viviste desprendida del mundo
y unida a Dios, enséñanos a imitarte
fielmente en la humildad y sencillez,
en la caridad y en la devoción a María Auxiliadora
y en el amor a Jesús.

Santa María Mazzarello,
tú que creaste en Mornese
"la casa del amor de Dios",
ayúdanos a construir una vida rica de interioridad
y ayúdanos a crecer en la sencillez.
 

¡Santa María Mazzarello,
que siempre fuiste
fiel a los compromisos bautismales!
Ayúdanos a realizar día a día,
nuestra vocación cristiana.
 
 Consíguenos creer en la paternidad de Dios
en todas las situaciones de la vida
y caminar en su presencia,
sirviendo a los hermanos con corazón humilde,
desprendido de los bienes de este mundo que pasa.

 Ayúdanos a ser siempre sinceros con Dios,
con nosotros mismos y con el prójimo,
viviendo toda nuestra jornada
en la alegría radiante de la esperanza.

 Que toda nuestra vida,
bajo la protección materna de María Auxiliadora,
pueda ser, como la tuya,
un continuo acto de amor para gloria de Dios Padre
y para salvación de los hermanos.
 
Con tu alegría en bandolera
fuiste borrando la tristeza,
borra ahora, la mía de mi corazón,
y ayúdame a salir de la depresión.

Porque tu fuiste sembrando ilusiones,
cambiando los corazones
y sin darte cuenta te fue gastando el amor.

Y un buen día te marchaste
y qué solos nos dejaste.

Pero, ya ves, aquí quedó tu amor.

 Amén.
 
El 24 de junio de 1951 marca una fecha gloriosa en los fastos de la Iglesia Católica, y más aún en los anales de la obra de San Juan Bosco, porque en esa fecha el Vicario de Cristo en la tierra elevó al honor de los altares a la humilde María Mazzarello, Hija de María Inmaculada y Cofundadora del Instituto de María Auxiliadora.
 
El Señor eleva siempre a las almas grandes, de la humildad y de la oscuridad.


¡Quién hubiera creído que esa virgen sencilla habría de convertirse en un coloso de santidad, en un gigantesco árbol que abrazara con sus ramas al mundo entero, ya que su obra ha llegado hasta los últimos confines de la tierra!
 
La vida de Santa María Mazzarello no encierra secretos ni arcanos, y menos aún está revestida de esa gloriosa diadema de lo sobrenatural que hace que nos sintamos pequeños, al contemplar cómo una criatura, por privilegio divino, se levanta sobre lo humano, para cubrirse de nimbos celestiales.
 
No es una Gemma Galgani, no... Estas santas fueron enaltecidas por Dios para admiración del mundo y hacernos ver cómo Él puede atraerlas para llevarlas por el sendero de lo sobrenatural. Estos regalos son dones divinos, pero no forman esencialmente la perfección.
 
Nuestra santa se eleva grandiosa en el pedestal de la santidad, basada en la sencillez, en la naturalidad; es, diríamos, una vida humana, imitable en todo; y si hay algún destello maravilloso, se verá siempre escondido en la humildad.
 
Los santos no nacen tales; se forjan en el crisol de la lucha consigo mismos, hasta convertir el mármol de su alma en la imagen de Cristo. No te sorprenda a Francisco de Sales batiéndose en duelo, ni al pequeño Juan Bosco golpeando a sus compañeros... Esos brotes ya reconocidos, sujetos a una lucha titánica, llegan a ser domeñados, y sus almas se convierten, de un mar tal vez tempestuoso, en un manso lago de aguas tranquilas que hará de Francisco de Sales el héroe de la dulzura, y de San Juan Bosco el del amor.
 
Así también el alma de María Mazzarello debería fundirse y purificarse para brillar como oro purísimo. Por naturaleza, su carácter era ligeramente violento e impetuoso, y además... estaba inclinada a la vanidad.
 
Llegó a decir esta frase: Me gusta lucirme. La ostentación comenzaba a enseñorearse de ella.
 
En una ocasión le compraron unos zapatos a su gusto y desde luego comenzó a hacer gala de ellos ante sus amiguitas y compañeras; le gustaba arreglarse y peinarse para que la vieran limpia. De inteligencia despierta y viva, todo triunfo la halagaba, ya en la escuela, ya en la parroquia, donde competía en certámenes catequísticos.
 
Muchas veces, cuando la reprendían, sentía herido su orgullo y su amor propio. Sus ojos, de sencillo mirar, eran, pese a ello, penetrantes e inquietos. Su rostro se encendía con frecuencia ante la corrección.
 
Era un pedazo de mármol fino que debería, a cinceladas, convertirse en una estatua.
 
El primer artífice de su alma fue su buena madre. Magdalena supo ir grabando en su primogénita el dominio de sí misma. Hizo que la pequeña saboreara la dulzura del deber cumplido, de la lucha con aquellos brotes que entonces no eran más que pequeñeces, pero que podrían convertirse más adelante en tiranos de sí misma.
 
¡Cuántas veces penetraba en su alcoba, llena de tristeza!
 
Un pequeño acto de soberbia o vanidad la llenaba de amargura, y al contemplar el Crucifijo reflexionaba.
 
 
 

NUESTRA SEÑORA DE MONTSERRAT, ORACIÓN PARA HACER PETICIONES DE DIFICIL SOLUCIÓN


ORACIÓN
Oh! Madre Santa, Corazón de amor,
Corazón de misericordia,
que siempre nos escucha y consuela,
por favor, atiende a nuestras súplicas.

Como hijos tuyos que confían plenamente en Ti,
 imploramos tu poder de intercesión
ante tu Divino Hijo Jesús, mi Señor.

Tú que sabes lo mucho que te necesitamos
refúgianos en tu muy compasivo Corazón,
danos tu Amor y misericordia
haz que nuestras vidas mejoren
y estén llenas de amor, dicha y prosperidad.


Madre recibe con comprensión y compasión
los difíciles ruegos que hoy te presentamos,
sabes que acudimos llenos de esperanza ante Ti,
por favor escucha nuestras amarguras y necesidades,
nuestras carencias, penas y problemas,
y danos el alivio que tanto precisamos:

 (decir el problema y hacer la petición).

 En Ti espero y confío amorosa y compasiva Madre,
haz posible que llegue a mi el auxilio que espero.

¡Qué consuelo saber que tu Corazón
está siempre abierto
para quienes recurren a Ti!

¡Que alivio saber que estás a nuestro lado
y jamás nos abandonas!

Confiamos a tu tierno cuidado e intercesión
a nuestros seres queridos
y a todos los que se sienten enfermos,
angustiados, solos o abandonados.

Ayúdanos, Santa Madre,
a llevar nuestras cargas en esta vida,
hasta que lleguemos a participar
de la gloria eterna y la paz con Dios.

Amén.+

Nuestra Señora de Montserrat,
ruega por nosotros.

Rezar tres Avemarías, Padrenuestro y Gloria.
Repetir tres días seguidos la oración y los rezos.

La montaña de Montserrat, en Cataluña, famosa entre las montañas por su rara configuración, ha sido desde tiempos remotos uno de los lugares escogidos por la Santísima Virgen para manifestar su maternal presencia entre los hombres.
Bajo la advocación plurisecular de Santa María de Montserrat, la Madre de Dios y Madre de la Iglesia ha dispensado sus bendiciones sobre los devotos de todo el mundo que a Ella han acudido a través de los siglos. 


Pero su maternidad se ha dejado sentir más particularmente, desde los pequeños orígenes de la devoción y en todas las épocas de su desarrollo, sobre las tierras presididas por la montaña que levanta su extraordinaria mole en el mismo corazón geográfico de Cataluña. Con razón, pues, la Iglesia, por boca de León XIII, ratificando una realidad afirmada por la historia de numerosas generaciones, proclamó a Nuestra Señora de Montserrat como Patrona de las diócesis catalanas, señalando asimismo una especial solemnidad litúrgica para honrar a la Santísima Virgen y darle gracias por todos sus beneficios bajo esta su peculiar advocación.

Aunque la devoción a la Virgen Santísima en Montserrat sea, con toda verosimilitud, bastante más antigua, consta, por lo menos, históricamente que en el siglo IX existía en la montaña una ermita dedicada a Santa María. El padre de la patria Wilfredo el Velloso la cede, junto con otras tres ermitas de Montserrat, al monasterio de Santa María de Ripoll.

Será un gran prelado de este monasterio, figura señera de la Iglesia de su tiempo, el abad Oliva, quien siglo y medio después, estableciendo una pequeña comunidad monástica junto a la ermita de Santa María, dará a la devoción el impulso que la habrá de llevar a la gran expansión futura. El culto a Santa María en Montserrat queda concretado bien pronto en una imagen. La misma que veneramos hoy.

La leyenda dice que San Lucas la labró con los instrumentos del taller de San José, teniendo como modelo a la misma Madre de Jesús, y que San Pedro la trasladó a Barcelona.

Escondida por los cristianos, ante la invasión de los moros, en una cueva de la montaña de Montserrat, fue milagrosamente hallada en los primeros tiempos de la Reconquista y también maravillosamente dio origen a la iglesia y monasterio que se erigieron para cobijarla.

En realidad, Santa María de Montserrat es una hermosa talla románica del siglo XII. Dorada y policromada, se presenta sentada sobre un pequeño trono en actitud hierática de realeza, teniendo al Niño sobre sus rodillas, protegido por su mano izquierda, mientras en la derecha sostiene una esfera.

El Niño levanta la diestra en acto de bendecir y en su izquierda sostiene una piña. Rostro y manos de las dos figuras ofrecen la particularidad de su color negro, debido en buena parte, según opinión de los historiadores, al humo de las velas y lámparas ofrecidas por los devotos en el transcurso de varios siglos. Así es como la Virgen de Montserrat se cuenta entre las más señaladas Vírgenes negras y recibe de los devotos el apelativo cariñoso de Moreneta.

Presidida por esta imagen, la devoción a Santa María de Montserrat se extendió rápidamente por las tierras de Cataluña y, llevada por la fama de los milagros que se obraban en la montaña, alcanzó bien pronto a otros puntos de la Península y se divulgó por el centro de Europa.

Las conquistas de la corona catalana-aragonesa la difunden hacia Oriente, estableciéndola sobre todo firmemente en Italia, en donde pasan de Ciento Cincuenta las iglesias y capillas que se dedicaron a la Virgen negra.

Más tarde el descubrimiento de América y el apogeo del imperio hispánico la extienden y consolidan en el mundo entonces conocido. No solo se dedican a Nuestra Señora de Montserrat las primeras iglesias del Nuevo Mundo, no sólo se multiplican allí los templos, altares, monasterios e incluso poblaciones a Ella dedicados, sino que la advocación mariana de la montaña sigue también los grandes caminos de Europa y llega, por ejemplo, hasta presidir la capilla palatina de la corte Vienesa del emperador.

Si para España, en los momentos de su plenitud histórica, la Virgen morena de Montserrat es la Virgen imperial que preside sus empresas y centra sus fervores marianos, la misma advocación de Santa María de Montserrat se presenta en la historia de la piedad mariana como la primera advocación de origen geográfico que alcanza, con las proporciones de la época, un renombre universal.

Es interminable la sucesión de personalidades señaladas por la devoción a Santa María de Montserrat. Los santos la visitan en su santuario: San Juan de Mata, San Pedro Nolasco, San Raimundo de Peñafort, San Vicente Ferrer, San Luis Gonzaga, San Francisco de Borja, San José de Calasanz, San Benito Labre, el Beato Diego de Cádiz, San Antonio María Claret, y sobre todo San Ignac10 de Loyola, convertido en capitán del espíritu a los pies de la Virgen negra.

Los monarcas y los poderosos suben también a honrarla en su montaña: después del paso de todos los reyes de la corona catalano-aragonesa, con sus dignatarios y con sus casas nobles, el emperador Carlos V Visita Montserrat no menos de nueve veces y Felipe II, igualmente devoto de Santa María, se complace en la conversación con sus monjes y sus ermitaños. Es conocida la muerte de ambos monarcas sosteniendo en su mano vacilante la vela bendecida de Nuestra Señora de Montserrat.

Los papas se sienten atraídos por la fama de los milagros y el fervor de las multitudes y colman de privilegios al santuario y a su cofradía. Esa agrupación devota, instituida ya en el siglo XIII para prolongar con sus vínculos espirituales la permanencia de los fieles en Montserrat, constituye uno de los principales medios para la difusión del culto a la Virgen negra de la montaña, hasta llegar a la recobrada pujanza de nuestros días.

Las más diversas poblaci0nes tienen actualmente sus iglesias, capillas o altares dedicados a Nuestra Señora de Montserrat, desde Roma a Manila o Tokio, por ejemplo, pasando al azar por París, Lourdes, Buenos Aires, Jerusalén, Bombay, Nueva York, Florencia, Tánger, Praga, Montevideo o Viena.

Los poetas y literatos de todos los tiempos forman también en la sucesión de devotos de Santa María de Montserrat: Alfonso el Sabio la dedica varias cantigas, el canciller de Ayala, Cervantes, Lope de Vega, Goethe, Schiller, Mistral, con los escritores catalanes en su totalidad, cantan las glorias de la Moreneta, de su santuario, de su montaña. Familias distinguidas y humildes devotos se honran en ofrecer sus donativos a la Virgen, para sostener la tradicional magnificencia de su culto, atendido desde los orígenes por los monjes benedictinos, y para cooperar al crecimiento y esplendor de la devoción.

Es ésta una bella constante de la histona de Montserrat, desde las antiguas donaciones consignadas en los documentos más primitivos, pasando por el trono de catorce arrobas de plata ofrendado por la familia de los Cardona y el retablo policromado del altar mayor que costeó la munificencia de Felipe II, hasta el trono y la campana mayor de nuestros días, sufragados por fervorosa suscripción popular.

También las familias devotas de todas las épocas han tenido un verdadero honor en que sus hijos consagraran los años de la niñez al servicio de Santa María, encuadrados en la famosa Escolanía o agrupación de niños cantores consagrados al culto, importante asimismo por la escuela tradicional de canto y composición que forman sus maestros, existente ya con seguridad en el siglo XIII y probablemente tan antigua como el santuario. Con sus actuaciones musicales, siempre tan admiradas, en la liturgia de Montserrat esos niños constituyen una de las notas más típicas e inseparables de la devoción a la Virgen negra, a cuya Imagen aparecen íntimamente unidos en la realidad de su propia vida como en el sencillo simbolismo de las antiguas estampas y las modernas pinturas de Nuestra Señora de Montserrat.

A lo largo de más de mil años de histona, en el despliegue de un conjunto tan singular como el que forma la montaña con la ermita inicial, con el santuario y con el monasterio, la santísima Virgen, en su advocación de Montserrat, ha recibido el culto de las generaciones y ha dispensado sus gracias, sensibles o tal vez ocultas, a quienes la han invocado con fervor.

Hoy como nunca suben numerosas multitudes a Montserrat. Peregrinos en su mayoría, pero también no pocos movidos por respetuosa curiosidad.

El lugar exige un viaje exprofeso, pero las estadísticas hablan de cifras que cada vez se acercan más al millón anual y que en un solo día pueden redondear fácilmente los diez o doce mil, con un porcentaje siempre acentuado de visitantes extranjeros.

En Montserrat encuentran una montaña sorprendente, maravillosa por su configuración peculiar. Encuentran un santuario que les ofrece ciertos tesoros artísticos y humildes valores de espiritualidad humana y sobrenatural. Encuentran la magnificencia del culto litúrgico de la Iglesia, servido por una comunidad de más de ciento cincuenta monjes que consagran su vida a la búsqueda de Dios, a la asistencia de los mismos fieles, a la labor científica y cultural, a los trabajos artísticos. Hijos de San Benito, esos monjes oran, trabajan y se santifican santificando, esforzándose por corresponder a las justas exigencias del pueblo fiel, que confía en su intercesión y busca en ellos una orientación para la vida espiritual y también humana.

Por su unión íntima con el monasterio, en fin, el santuario aparece caracterizado como el santuario del culto solemne, del canto de los monjes y especialmente de los niños, pero sobre todo como el santuario de la participación viva de los fieles en la liturgia, o, resumiendo la idea con frase expresiva, como el santuario del misal.

Todo esto encuentra el peregrino en Montserrat. Pero por encima de todas esas manifestaciones, y en el fondo de todas ellas, encuentra a la Santísima Virgen, la cual, como en tantos otros lugares de la tierra, aunque siempre con un matiz particular y distinto, ha querido hacerse presente en Montserrat.

En 1881 fue coronada canónicamente la imagen de Nuestra Señora de Montserrat. Era la primera en España que recibía esta distinción. El mismo León XIII la señalaba como Patrona de las diócesis catalanas y concedía a su culto una especial solemnidad con misa y oficio propios.

Hasta entonces la fiesta principal del santuario había sido la de la Natividad de Nuestra Señora, el 8 de septiembre. En realidad, esta solemne fiesta no debía perder su tradicional significación. Todavía hoy conserva su carácter como de fiesta mayor, popular, del santuario. Pero una nueva festividad, con característica de patronal, venía a honrar expresamente a la Santísima Virgen en su advocación de Montserrat. Es la fiesta que no puede dejar de celebrar hoy todo buen devoto de la Virgen negra. Situada al principio como fiesta variable en el mes de abril, después de una breve fluctuación quedó fijada para el día 27.

El misterio que la preside es el de la Visitación. En verdad, la Santísima Virgen visita en la montaña a los que acuden a venerada y, como pide la oración de la solemnidad, les dispone para llegar a la Montaña que es Jesucristo.

SAN NICOLAS DE FLÜE, ORACIÓN PARA REMEDIAR PROBLEMAS Y GRAVES NECESIDADES



ORACIÓN
Glorioso San Nicolás de Flüe,
humilde ermitaño que dijiste:
Señor mío y Dios mío,
aleja de mí todo lo que me aleje de Ti.
Señor mío y Dios mío,
concédeme todo lo que me acerque a Ti. 

Señor mío y Dios mío, 
líbrame de mí mismo y concédeme poseerte sólo a Ti.

Tu, Nicolás que te diste a la austeridad
y a una dura y cruel penitencia
como la de los mayores ascetas conocidos,
acude hoy a remediar mi súplica.


A ti que Dios te dio unas gracias extraordinarias
como las de los místicos más grandes,
acudo a buscar remedio en medio de mi desolación
para mis grandes necesidades.

Tu que supiste mantener ayuno total y absoluto
para agradar a Dios, y viviste alimentado
únicamente de la Sagrada Comunión,
concédeme por medio de tu bendita intercesión
la solución al grave problema que me aqueja:

(Exponer el problema y pedir lo que se desea conseguir).

Confiando plenamente en que en tus manos
mi problema encontrará una rápida solución
también te solicito tu ayuda y protección
para todo el que sufra por necesidades,
por dolor y por soledad,
para que en tu benevolencia encuentre
el remedio que necesite para solución
de los males que aquejen su cuerpo y su alma
y todo sea para mayor gloria tuya.

Amén. 

Rezar Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

Repetir la oración y los rezos cinco días seguidos. 

Se ha dicho que el inolvidable Papa Juan XXIII debía gran parte de su naturaleza bondadosa y comprensiva, al hecho de haber sido campesino, hombre de campo acostumbrado al sonar de las esquilas, al rumor de los arroyos y al calor de los establos; que entendió las necesidades de los humildes porque experimentó de cerca el trabajo de los labradores, la fatiga de los que siembran y cuidan cuanto ha de alimentar a sus semejantes. 


San Nicolás de Flüe tuvo una formación semejante en la campiña suiza.

Desde niño acompañó rebaños de ovejas, llevándolas a triscar por las colinas próximas; se tendió junto a ellas, al calor de sus vellones, y empapó su alma con la inocencia de tan blancas bestezuelas.
Pastor habría de ser toda su vida: primero de ovejas, en la campiña de su tierra; luego de hombres, en su tarea de ejemplo apostólico. Pero, sobre todo, produce asombro un hecho que atestiguan los más veraces testimonios, a pesar de lo increíble que parece.
Consta en todos los documentos de canonización, que Nicolás de Flüe dejó de alimentarse voluntariamente. Pero al decir que dejó de alimentarse, no se quiere afirmar que hiciera prolongados ayunos, o que comiera lo menos posible, sino que dejó absolutamente de comer.
Cuesta que la gente crea estas cosas; en general es reacia para admitir ciertas cosas que se sitúan al margen de lo acostumbrado. Pero hay en la historia de San Nicolás de Flüe algo que conmueve y convence.
Nicolás de Flüe, el campesino, el pastor, fue en verdad un varón ejemplar, que cumplió cada época de su vida conforme era necesario. Así, cuando obligaciones ciudadanas le obligaron a enrolarse en la milicia, respondió como soldado, valerosamente.
Sólo después, ya liberado de estas obligaciones ajenas a su temperamento, escogió por propia voluntad la vida contemplativa y de soledad. Entonces, huyendo del mundo, buscó una ermita y se entregó en cuerpo y alma a la meditación, a la oración, a la vida de mayor pureza que pueda concebirse.
Se afirma que cuando Nicolás había vivido veinte años sin alimentarse, los huesos le rompían la piel adherida a ellos, pues no tenían grasa alguna dentro de sí. No obstante, tuvo larga vida: murió precisamente el día que cumplió setenta años de edad.
Como hermoso símbolo de su existencia, que fue como un florecimiento de la belleza, se señala la circunstancia de que el santo nació un 21 de marzo, esto es, cuando aparece en el hemisferio norte la primavera, estación de hermosura y vitalidad que a todos alegra.
¡Y murió -oh, preciosa coincidencia- otro día con fecha 21 de marzo, como si cerrara un ciclo completo, prolongado a través de setenta años!

SAN BENITO ABAD, ORACIÓN PARA PROTECCIÓN Y LIBERACIÓN DE DAÑOS CAUSADOS POR HECHIZOS, MAGIAS, MAL DE OJO...


¡Oh humilde Abad San Benito,
bondad en la Tierra, gloria en el Cielo!

Fervoroso y ejemplar abad,
 mi gran protector bondadoso
 y de cuantos van a ti a suplicar.

 Intercede por mí ante el Señor
 para que alivie mis sufrimientos,
 y las serias dificultades
 que en este día me agobian.


Aparta, condena y rechaza,
 por la poderosa intercesión de la Cruz,
 todo mal y acechanza
 que puedan dirigir contra mi persona,
contra mí amada familia
o contra los seres queridos
que a mi lado siempre están.

Líbrame de fatídicas herejías,
de malas lenguas y hechicerías,
no permitas que me ataquen,
destierra el mal que me acecha:

(hacer la petición).

Te lo pido con toda confianza
y seguro de tu bondad,
tú que fuiste santo con fervor,
que no antepusiste nada ante Cristo
desde que lo hallaste en la oración
concédeme tu amable intercesión.

Glorioso san Benito,
por tu poder ilimitado
sobre los poderes dañinos
con enorme fervor te suplico
concédeme sin demora
lo que de ti solicito,
y ayúdame a alcanzar
 la perfección de mi vida cristiana,
por la salud de mi cuerpo, mente y alma.

Amén.

 Hacer el Acto de Contrición, rezar tres Credos,
tres Padrenuestros, tres Avemarías y tres Glorias.

Hacer la oración y los rezos tres días seguidos,
o nueve si la petición es muy difícil y urgente.


 Es imposible fijar con exactitud la fecha de nacimiento del gran Patriarca y Fundador San Benito de Nursia. Debió ser alrededor del año 480.

Tampoco sabemos nada acerca de la ciudad donde nació, ni de sus padres. Algunos creen que fue gemelo de la única persona que conocemos de su familia, su hermana Santa Escolástica. 



Cuando era ya un muchacho de más de quince años, según parece probable, fue enviado a Roma para hacer algunos estudios, lo cual hace suponer que era de familia distinguida y culta. Iba acompañado de su fiel nodriza y permaneció algún tiempo en Roma, pero pronto se sintió horrorizado de la corrupción y de los peligros de que se veía rodeado en dicha ciudad y resolvió apartarse para siempre de semejante vida. "Despreciando, pues, los estudios literarios, abandonó la casa y los bienes de su padre y deseando agradar sólo a Dios, buscó el hábito de la vida monástica".

Después de corta estancia en Effide, se alejó de su fiel nodriza, sin decirle nada, y fue a ocultarse en una cueva que hay cerca de un lugar llamado Subiaco, donde permaneció tres años, conocido solamente de un buen monje, Román, que le proveía de alimentos a escondidas y le había dado el hábito de monje.

Sin embargo, no pudo ocultarse tanto que unos pastores y otras personas no llegasen a descubrirlo y, deseosas de ponerse bajo su dirección, no le importunasen. Se fundó así, en torno a Benito, una comunidad de solitarios que lo veían como maestro, hasta que ciertos monjes, cuyo abad había muerto, le rogaron que fuese a tomar el lugar del desaparecido. Benito se resistió cuanto pudo, pero una vez en el sitio de autoridad, exigió que aquellos hombres viviesen conforme a su estado, y por ello fue aborrecido. Quisieron envenenarlo, pero él, al bendecir el recipiente donde estaba el agua envenenada, hizo que saltase en pedazos, y después abandonó a aquellos ingratos monjes.

Entonces se formaron otros doce monasterios, cada uno con doce individuos y un superior, todos discípulos adictos al santo. Tampoco allí fué dejado en paz. Un sacerdote indigno, llamado Florencio, lleno de envidia y maldad, no solamente lo persiguió con calumnias, sino que quiso corromper a los monjes mediante personas viles que a ello se prestaron. El santo se retiró a Casino, para evitar males mayores y ahí supo de la muerte desastrosa del indigno perseguidor.

En Montecasino halló Benito el sitio ideal para su gran obra, y ahí fundó un celebérrimo monasterio, del cual han salido millares de santos monjes benedictinos a todas partes, para esparcir el bien y la luz.

La única "Vida" que conocemos de San Benito, escrita por San Gregorio Magno, Papa y monje benedictino, no nos permite seguir con exactitud el orden cronológico de los acontecimientos, porque su fin es más bien el de edificar a los lectores mediante los ejemplos del santo, que el de referirnos todos los sucesos en forma metódica. De allí se infiere que hacia el año 513 Benito estaba en Montecasino, cuando Totila, invasor bárbaro, dominaba en Italia, y fue a hablar con el Santo.

También es bastante segura la fecha del 21 de marzo de 547 como día de su gloriosa muerte, pero carecemos de otros datos acerca de la cronología de tan insigne siervo de Dios.

Muchos hechos milagrosos recuerda San Gregorio Magno en la vida que nos dejó escrita de San Benito: unos eran en favor de pobres y necesitados, como cuando curó a un leproso, o cuando soltó a un cautivo de sus ataduras con sólo mirarlo; otros se referían a lectura del pensamiento y profecía de lo futuro, como el caso de Totila. Otros, de dominio de los elementos, como cuando Mauro anduvo sobre las aguas y el aceite y la harina se multiplicaron; otros en favor de afligidos del demonio, como los casos del monje y del clérigo atormentados del mal espíritu.

Hay un monumento histórico de valor quizás más grande y que nos muestra un retrato interior del hombre "Bendito por gracia y por nombre", y es la Regla monástica que dejó escrita de su propia mano. En ella adivinamos algo de la grandeza y hermosura de su alma santísima y privilegiada. En ella podemos imaginar cuál sería su gobierno como Abad y Fundador, y cuáles eran sus palabras, cuando hablaba con sus primeros monjes, y aprendemos, aunque no pertenezcamos a su familia espiritual, cómo debe ser la humildad, la caridad, la obediencia, la pobreza, la oración y el trabajo manual, por no citar sino estas pocas cosas.

San Benito es uno de los santos que mayor influjo han ejercido en la Iglesia de Cristo. Cerca de mil quinientos de sus hijos son santos canonizados, unos cuarenta sumos Pontífices vistieron el hábito de San Benito antes de llevar la tiara, y nadie podrá contar el número de los civilizadores, misioneros, educadores, escritores, eruditos y bienhechores del género humano que llaman Padre a Benito de Nursia.



SANTA JUANA DE ARCO, ORACIÓN A LA SANTA DONCELLA PARA PEDIRLE LA SOLUCIÓN DE UNA GRAVE DIFICULTAD O PROBLEMA


ORACIÓN

Poderosa Santa Juana de Arco,
niña valiente, inocente de toda culpa,
llena de compasión por todos los que te invocan
y de amor por los que sufren,
agobiado por el peso de mis problemas,
ante ti me arrodillo
 para humildemente pedirte
que tomes mi presente y grave dificultad
 bajo tu especial cuidado.

Encomiéndasela a la Virgen María
y deposítala ante el Trono de Nuestro Padre.



No dejes de interceder por mí,
bendita y gloriosa santa Juana,
ruega hasta que mi petición me sea concedida
te lo suplico con todo mi corazón
para que mis problemas actuales tengan solución: 

 (decir lo que se desea conseguir).

Pide en los cielos misericordia para mi,
necesito salir cuanto antes de tanta dificultad.

Pero por encima de todo,
obtenme la gracia
 de un día encontrar a Dios cara a cara,
para que junto contigo,
la Virgen María, su amado hijo Jesucristo
y todos los ángeles y santos
le alabemos por toda la eternidad.

Poderosa santa Juana,
no dejes que mi alma se pierda
y obtenme la gracia
 de ganar mi camino hacia el cielo,
te lo pido por Jesucristo
que vive y reina
por los siglos de los siglos.

Amén. +

Rezar el Credo, la Salve, Padrenuestro,

Avemaría y Gloria.
Repetir la oración y los rezos tres días seguidos.
 


"LA DONCELLA DE ORLEANS"
Después de la muerte de Carlos VI de Francia, ocurrida en 1421, los ingleses se habían apoderado de una parte del territorio de esa nación y pretendían ocuparla bajo su dominio, por entero.
El Delfín Carlos VII, heredero al trono, era débil y despreocupado y había entregado su confianza a un vasallo infiel, el Duque de Borgoña, que estaba en tratos con los ingleses. 



La guerra que éstos hacían a los franceses había llegado ya hasta las murallas de Orleans, ciudad que asediaban con sus tropas, y cuya caída hubiera sido la ruina definitiva del reino de Carlos VII.

Dios preparaba la salvación de Francia en donde nadie lo hubiera pensado...

Vivía en Domremy una inocente niña, sumamente piadosa, caritativa y obediente, que ni siquiera sabía leer. Esta era Juana de Arco, quien desde los trece años comenzó a tener visiones sobrenaturales, que nadie adivinaba.
Cuando llegó a los dieciséis, aproximadamente, las visiones le mandaron que se pusiese en contacto con el heredero al trono, Carlos VII y, después de encabezar ella misma las tropas de éste, tomase la ciudad de Orleans y llevase a Carlos a Reims, para que fuese coronado rey de Francia.

Nadie quería tomar en serio a Juana de Arco, ni su mensaje. Pero las señales manifiestas que dio de ser la enviada, de Dios convencieron a Carlos VII y, habiéndola puesto al frente de un reducido número de soldados, le encomendó que los guiase a la victoria. En todas partes se abrió paso triunfal el ejército de Juana.
Carlos VII fue coronado y la primera parte de la misión de Juana llevada a término. Entonces comenzó su calvario. Se vio abandonada y falta de apoyo. Luchó, no obstante, por tomar la ciudad de París para su Rey; pero fue herida, hecha prisionera, sujeta a malos tratos y por fin entregada a muy alto precio de dinero a los ingleses, por el Obispo renegado Cauchon, que era Francés.

Después de ser sometida a quince tribunales incompetentes, fue condenada a prisión perpetua. Habían llegado sus carceleros hasta la iniquidad de poner espías que escuchasen lo que decía en la confesión El sacerdote le aconsejó que apelase al Papa, pero su petición fue desechada.
Por fin, estando ella estaba dormida, los carceleros le quitaron las ropas de mujer que usaba en la prisión y pusieron otras, masculinas, en su lugar. Ella esperó hasta el mediodía, pero no pudo salir del lecho, sino usando esas vestiduras. Esto bastó para que se la condenara como reincidente en brujería, desobediencia y otros crímenes.
Fue llevada al cementerio y quemada viva, a fuego lento. Su corazón no fue destruido por las llamas, como señal de que estaba puro y libre de culpa.

Más tarde el mismo Carlos VII hizo revisar y anular el proceso mediante otro de rehabilitación, por el cual se llegó a proclamar la inocencia completa de Juana.
Pasados muchos años, otro obispo de Orleans, Monseñor Dupanloup, rogó a la Santa Sede que se tramitase la canonización de Juana de Arco, y así se hizo cuidadosamente.

San Pío X la declaró Beata en 1909 y Benedicto XV, en 1920, la canonizó como Virgen y Mártir, nombrándola Patrona de Francia.



SIGNIFICADO Y USO DE LA MEDALLA DE SAN BENITO


La medalla de San Benito es una invitación a orar, a vivir como Cristo nos ha enseñado a través del Evangelio. De esta forma, podemos tener la firme confianza que Dios nos protegerá del mal, de las enfermedades y vicios.

¿Qué vemos, en la medalla?

Podemos ver que el frente de la medalla muestra a San Benito, de pie sosteniendo una cruz en una mano y el libro de su Regla en la otra. 




A cada lado están las palabras:

Crux S. Patris Benedicti (La Cruz del Santo Padre Benito).

Abajo, a sus pies, están las palabras:
(Ex S. M. Casino MDCCCLXXX) del Santo Monte Casino, 1880.

En ese año, (en el que la Orden de San Benito conmemoraba 1400 años desde el nacimiento de Benito) la medalla recibió una bendición jubilar especial.
Inscrito en el círculo que rodea la imagen de San Benito, están las palabras:
"Ejus in obitu nostro presentia muniamur"

"Que su presencia (la de la cruz) nos proteja a la hora de la muerte.”

Cuando damos la vuelta al otro lado de la medalla, encontramos lo que se refiere el poder en contra de los malos espíritus.

En el centro está la Cruz.

San Benito amaba la Cruz, confiado que en ella Jesús venció el poder del mal y todas sus consecuencias.

El brazo vertical de la cruz tiene 5 letras:

 C.S.S.M.L. (Crux Sacra Sit Mihi Lux)
“Que la Santa Cruz sea para mí una Luz”.

El brazo horizontal de la cruz también tiene 5 letras:

N.D.S.M.D., (Nunquam Draco Sit Mihi Dux)
“Que el demonio nunca sea mi guía”.

Las cuatro letras grandes de los ángulos de la Cruz:

C.S.P.B., (Crux Sancti Patris Benedicti)
“la Cruz del Santo Padre Benito”.

Rodeando la cruz en el margen derecho están las letras:

V.R.S.N.S.M.V. (Vade Retro Satanas, Nunquam Suade Mihi Vana)
“¡Apártate de mí, Satanás! Nunca me sugieras pensamientos vanos.”

Alrededor del margen izquierdo del círculo, están las letras:

S.M.Q.L.I.V.B. (Sunt Mala Quae Libas: Ipse Venena Bibas)
“Las bebidas que tú ofreces son malas; bebe el veneno tú mismo”.

En la parte de arriba del círculo está la palabra (PAX) PAZ.

Esta medalla, que es un sacramental, puede ser llevada al cuello, en un monedero, unida al rosario o pegada en la entrada de la casa.
La adecuada devoción a la medalla, junto con una vida de escucha a la Palabra de Dios, práctica frecuente del sacramento de la Reconciliación, Comunión todos los domingos y el esfuerzo por vivir el respeto y servicio al prójimo, nos acerca a Cristo, fuente de luz y vida, nos protege de todo mal y nos prepara para la vida eterna.
SOBRE LOS MONJES BENEDICTINOS

Se sabe con certeza que San Benito dejó 14 monasterios instituidos, al morir. Doce estaban en Subiaco, uno en Terracina y otro en Montecasino. Hacia el siglo XIV se calculó en 17,000 el número de monasterios benedictinos existentes, pero dicho número decreció notablemente con el tiempo.

Nunca han faltado, sino muy al contrario, siempre han sido numerosos, los hombres insignes entre los hijos del Santo Patriarca de Occidente, San Benito Abad. 



Entre los mil quinientos santos canonizados de esta Orden se cuentan (por no citar sino a algunos) el gran Pontífice San Gregorio Magno, primer biógrafo del santo, y los siguientes sumos pontífices, ocho santos: San Gregorio, San Bonifacio IV, San Agatón, San Zacarías, San León III, San León IV, San León V y San León IX. Además hombres de ciencia tan eminentes San Beda, "El Venerable", y San Pedro Damiano, lumbreras de la Iglesia, Abades como San Ofilón, San Hugo, San Iñigo y muchísimos más.
Los Benedictinos acompañando a San Agustín, Obispo y también monje benedictino, fueron los primeros evangelizadores de Inglaterra, que les debe la fe y fueron misioneros benedictinos los que plantaron la cruz en Alemania, San Wilibrordo y San Bonifacio, y en Suiza San Galo y San Sigisberto, mientras que San Mauro discípulo de San Benito la llevaba por las Galias.
Los misioneneros Benedictinos modernos trabajan en América, Africa y Australia con eficacia adrnirable y siguen contribuyendo, como todos sus predecesores, a la obra civilizadora que caracteriza a la Orden.
En efecto, los Benedictinos, aparecidos en una época en la que el trabajo era casi exclusivamente función de los esclavos, enseñaron con su ejemplo a los pueblos que iban conquistando a labrar la tierra, aprovechar los bosques, ganarse la vida con oficios manuales, y en una palabra, a trabajar honrada y cristianamente, dejando la vida nómada en muchos casos, para establecerse cerca de los monasterios de los religiosos y maestros que eran sus padres y protectores.

Casi todos los monasterios tenían su escuela, y gracias a ellos la cultura europea fue una cultura cristiana y las naciones que se iban formando estaban imbuidas en la fe hoy tan apagada por las herejías y el materialismo.
A los Benedictinos se deben las Universidades de París, Cambridge, Bolonia, Sahagún, Oviedo, Salamanca, etc., que fueron expansiones de colegios benedictinos, y a estos laboriosos monjes debe toda la cultura universal la conservación y reproducción de manuscritos importantísimos, como la Biblia, los autores clásicos de la antigüedad y los escritores de los Santos Padres, que celosamente custodiaban en sus bibliotecas, sin prohibir su lectura a quienes los necesitaban.
No se reduce la obra benéfica de estos religiosos a la conservación y reproducción de obras ajenas, sino que la producción literaria y científica que como río caudaloso brota de sus monasterios, inhunda de obras eruditas y utilísimas el mundo civilizado.
Los benedictinos son acreedores a la gratitud de todos por su contribución única al estudio del canto y de la música religiosa, por su dedicación a la liturgia, por su erudición en materias referentes a la hagiografía y a la Sagrada Escritura, cuya versión crítica, como es sabido, traen entre manos, por encargo de la Santa Sede.
Brote pujante y antiquísimo del árbol plantado por San Benito son las monjas benedictinas cuyo origen se remonta a Santa Escolástica, la hermana del Santo, y que observan la Regla del mismo, con las modificaciones derivadas de la diferencia de sexo.
A los muros protectores de estas religiosas se acogían mujeres nobilísimas cuando querían dejar el mundo, como las once emperatrices y las cuarenta y más reinas que fueron a terminar sus días en la oscuridad de una celda benedictina.
Muchísimas son las almas que buscan la perfección de la vida cristiana siguiendo la Regla de San Benito, ocultas la mayoría a las miradas del mundo, pero persuadidas de que, como lo vieron aquellos primeros monjes, el camino que sube al cielo, y que fue primero hollado por el gran Santo, es también el que ha de conducirlas a la dicha sempiterna.

VIRGEN DE GUADALUPE, SU MAS BELLA ORACIÓN PARA CONSEGUIR UN MILAGRO Y EL RELATO DE ALGUNOS DE ELLOS


ORACIÓN PARA PEDIR UN MILAGRO
A LA SANTÍSIMA VIRGEN DE GUADALUPE

Concédeme un milagro,
Santísima Virgen María de Guadalupe,
concédeme un milagro,
porque estoy ante ti suplicándote 
con toda mi fe y todo mi corazón,
porque ya no puedo más, porque se que me escuchas,
y porque conozco el infinito amor
que tu tienes depositado en tus hijos,
en tus fieles, amantes y devotos hijos. 


Concédeme un milagro, dame tu santo auxilio, 
santa Madre de Dios hecho hombre,
por lo que tu sufriste,
por lo que yo hoy sufro,
porque te necesito con desesperación,
porque solo tu, únicamente tu,
puedes conseguir de Dios, Señor Nuestro,
solucionar lo que tanto ansío, lo que tanto necesito,
lo que me lleva al borde de la desesperación,
lo que se que tu conoces bien,
y que te apena tanto como a mi. 

Concédeme un milagro, Virgen mía,
Madre mía, protectora mía,
mi luz en el destino, la estrella que me guía,
a quien tanto amo, adoro y respeto. 

Concédeme un milagro, flor de pureza,
y devuélveme la vida,
porque ahora, con tanto desasosiego,
la tengo perdida, sin remedio, sin ayuda, sin consuelo. 

Tu todo lo puedes, santa Madre,
tu todo lo consigues, con amor, con alegría,
con generosidad, con dulzura,
con benevolencia y esplendidez. 

Concédeme un milagro,
porque estoy indefenso-a, amada Madre,
porque en esta grave situación, solo te tengo a ti,
porque se que quieres volver a verme sonreír,
porque se que tu quieres verme resurgir,
lleno-a de felicidad y agradecimiento
a tu santa persona, que nunca me abandona,
que siempre me ayuda,
que siempre me complace y distingue
con su incondicional amor,
con su generosidad y con su protección. 

Querida Madre mía, concédeme: 

(Pedir con gran fe y esperanza el milagro que deseas).

A tus pies queda por siempre
tu muy agradecido-a y devoto-a  hijo-a,
que nunca ha dudado ni dudará
de que tu le escuchas y le mostrarás
la inmensa dulzura de tu corazón
y la fortaleza de tu protección. 

Amén. 

Rezar tres Avemarías, Padrenuestro y Gloria. 

La oración y los rezos se hacen nueve días seguidos. 

  
ALGUNOS DE SUS MILAGROS 

El patrocinio de Nuestra Señora de Guadalupe invocó el rey Alfonso IX en la  batalla del Salado, y venció a los musulmanes haciéndoles experimentar infinitas pérdidas.

Su auxilio invocaban después todos los cristianos, monarcas y príncipes, nobles y vasallos, señores y pecheros, y todos tenían que agradecer algún beneficio a la Virgen que había querido tener su casa en la sierra de Guadalupe.

¿Qué indicaba aquella preciosa lámpara que sin cesar ardía ante el sagrado tabernáculo donde se hallaba colocada su venerada imagen, sino que gracias a su intercesión el valiente capitán D. Alonso de Alburquerque se vio libre de un gran peligro en el sitio de la ciudad de Goa?

¿Quieres que te refiera el prodigio?

Se hallaba el citado capitán en el campamento con las demás tropas que sitiaban Goa.

El enemigo encerrado en la ciudad, ya que no pudiera hacer que se alejasen sus sitiadores, procuraba molestarles disparando continuamente desde las murallas envenenados dardos, agudas saetas y grandes balas.

Una de estas vino a dar en la cabeza de un soldado que estaba junto a Alburquerque y le destrozó la cabeza, salpicando sus sesos y sangre el rostro del capitán.

Viéndose este entonces en tan gran peligro invocó con fervor a Nuestra Señora de Guadalupe, de la que era especial devoto.

Pronto pudo experimentar su poderoso patrocinio.

Otra bala mucho mayor que la que habían arrojado antes los sitiados llegó hasta el capitán, y dándole de lleno en el pecho, con asombro de todos los demás soldados, cayó a sus pies, perdiendo toda su terrible fuerza.

Así que hubo acabado la guerra, pensó el afortunado capitán en ir a dar gracias  Nuestra Señora por el gran favor del que era deudor, pero no habiendo podido realizar sus deseos por haberlo impedido su muerte cuando se disponía para su largo viaje o peregrinación, ordenó en su testamento que se llevase a Guadalupe la hermosa lámpara, y la misma bala que le arrojaran los sitiadores dentro de una caja de plata con otras preciosas alhajas.
Otra de las grandes y valiosas lámparas que alumbraban el altar de la Virgen, tenía también una historia bella y consoladora.

Se hallaba conquistando las Américas el gran capitán Hernán Cortés.

Al pasar un dia por aquellos bosques salvajes del Nuevo Mundo, uno de los venenosos escorpiones que tanto abundan por aquellos sitios, le picó o mordió, ocasionándole pronto la mordedura tan terribles dolores por la ponzoña que se había introducido en su cuerpo, que se vio en gran peligro de perder la vida.

Recordó entonces los infinitos milagros obrados por intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, e implorando su divino favor con gran alegría se vio al momento sano y bueno.

Agradecido el célebre conquistador al beneficio que le dispensara Nuestra Señora a su regreso a la península, se apresuró a visitar el famoso monasterio, y el mismo en persona le presentó su rica dádiva acompañada de otra de no menos valor.

Consistía esta en un gran escorpión de oro hecho con gran maestría por el hábil artífice a quien lo encargara Hernán Cortés, que deseaba se tuviese siempre memoria con este valioso presente del favor que debía a su especial protectora.

En un molinos habla una piedra que, según dicen algunos escritores, giraba con tal velocidad que en una sola hora podía moler doce fanegas de trigo. Habiendo llegado esta noticia a oídos del católico rey D. Felipe II, quiso él mismo cerciorarse de la verdad con un reloj de arena mientras se hizo la experiencia, y se vio que en efecto no solo molía doce fanegas sino algo mas.

Por fortuna para los cristianos, aun existen en los corazones de los fieles y devotos de la divina Madre del Salvador religiosos e indestructibles santuarios dónde se profesa un sincero culto a Nuestra Señora de Guadalupe.

¡Bendito sea el Señor que nos hace exclamar consolados, que la Virgen de Guadalupe es nuestra Gran Madre amorosa y protectora.


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