EL MILAGRO DE LA VIRGEN DE LA ESPERANZA.


En el reinado de Carlos VI de Francia, encontramos el origen de la orden de caballería de Nuestra Señora de la Esperanza,  fundada por el citado monarca, para perpetuar la memoria de la especial protección que la Virgen le dispensara salvándole en una peligrosa aventura. 

 
Todos conocemos la historia de aquel desgraciado rey, que cuando comenzaba a labrar la felicidad y ventura de sus vasallos, quienes le llamaban Carlos el Bien Amado, a consecuencia de algunos sustos, preocupado siempre su espíritu con grandes temores, acabó por perder la razón.

Se hallaba el rey Carlos en la ciudad de Tolosa. Muy aficionado a la caza, iba con gran frecuencia a la antigua selva de Bouconne, a donde le acompañaban Olivier de Clisson, Pedro de Navarra y otros muchos señores y cortesanos.

Un día que demasiado entretenido en su placer favorito se había alejado de sus gentes, le sorprendió la noche, antes de encontrar su comitiva por entre aquellos páramos salvajes, por entre las más ignoradas y extraviadas sendas del bosque. 


 
El cielo, se cubría de negros nubarrones, que ocultaban la luz de las estrellas, amenazaba con horrible tempestad al atribulado monarca, que no pudiendo dar con sus cortesanos, vagaba perdido por el bosque suplicándole a la Santísima Virgen, a la que siempre profesó especial devoción, que le sacara de aquellas soledades y le devolviese a los suyos.

- ¡Oh, Virgen María¡ consuelo del afligido, Esperanza nuestra; yo os ruego humildemente que me saquéis de este bosque por donde ando perdido, próxima la espantosa tormenta que auguran estas negras nubes; salvadme, Virgen de la Esperanza, salvadme, ya que en v0s solo confío.

Antes de que terminara el extraviado rey su plegaria, una hermosa claridad vino a alumbrar el sitio donde se hallaba.

Queriendo buscar el origen de aquella luz que iluminaba el bosque dirigió por todos lados su vista, y no encontrándola, levantó sus ojos al firmamento viendo en él un astro brillante, cuyos rayos hacían desaparecer las negras tinieblas de la noche.

Dio el monarca gracias a la Virgen, a quien atribuyó al instante el milagro, y encomendándose otra vez con fervor a Ella, se encaminó por la senda que el astro marcaba; viéndose por fin cerca de sus vasallos que le andaban buscando por todas partes, y que seguramente no le hubieran hallado si no les llevara a su rey al sitio donde se encontraban la estrella o astro milagroso que le había guiado y alumbrado.

En agradecimiento del prodigio que obrara la Virgen en su favor, y según algunos autores en cumplimiento del voto o promesa que le hiciera cuando se vio perdido en el bosque, fundó Carlos una célebre orden de caballería de Nuestra Sñora de la Esperanza, cuyo símbolo es una estrella.

Puede ver aun el viajero que visite la ciudad de Tolosa una pintura conmemoratoria de este episodio en la pared del claustro del convento de los carmelitas, que se halla cerca del santuario de Nuestra Señora de la Esperanza.

En ella aparece el rey Carlos VI a caballo, entre varios nobles que le acompañan, inclinándose delante de la imagen de la Virgen.

Aunque algún tanto borrados los nombres de los caballeros que acompañan al monarca francés, armados de punta en blanco y descubiertas sus cabezas, todavía se consigue leer los del duque de Turena, del de Borbon, de Olivier, de Clisson, de Pedro de Navarra y de Enrique de Bar.

Algunos de los ángeles que hay pintados en la parte superior del cuadro, llevan unas banderolas en las que se lee la palabra Esperanza.

 

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