Se llena el alma del cristiano de religioso entusiasmo, cuando al oír contar las tradiciones que conservan los habitantes de algunos pueblos, se ve a través de su narración piadosa y práctica el amor infinito de la Reina de los ángeles a sus siervos y devotos, y la ilimitada confianza que éstos siempre han tenido en la poderosa intercesión con su divino Hijo el Dios todopoderoso.
Preocupado se hallaba en el año 1363 el rey Luis de Hungría, al considerar las grandes fuerzas con que contaban los infieles, con los que tenia que librar pronto batalla en los campos de Carintia.
Ochenta mil soldados eran los enemigos del piadoso monarca, mientras que apenas llegarían a veinte mil los que con él iban a pelear contra el impuro sectario del Corán.
Bien comprendía el rey Luis que si no era por un milagro que quisieran obrar en su favor los cielos, vencido seria y arrolladas sus escasas huestes por las numerosas tropas de sus contrarios. Peleaba, sin embargo, por una causa justa y noble, acometía además a un pueblo encarnizado enemigo de la Cruz y del culto a la Virgen.
¿Qué poder hay superior al de ésta Excelsa Señora cuando se decide a auxiliar a los cristianos?
- ¡Oh, Virgen María! -exclamaba el ilustre rey elevando los ojos al cielo-. Perdonadme que un instante siquiera haya dudado del éxito de la batalla, contando con el favor que Vos no negareis a vuestros amados hijos.
- «Nada me importa que el número de nuestros adversarios exceda y supere al de mi cristiano ejército.
- «Vos nos ayudareis, Vos nos daréis valor para derrotar a los infieles!»
- «Si; oyó con asombro el piadoso príncipe. Si, repitió una voz desconocida pero cuyo dulce y grato sonido bien indicaba que procedía de un ser superior y extraordinario.
- Conservad tú y tu gente la misma fe que ahora os anima, en medio del combate, y no dudéis que la victoria sea vuestra.
- Señalado y memorable triunfo alcanzarán tus armas sobre los infieles, pues «cediendo con placer a la invocación que religioso me has dirigido, yo vengo prometer mi divino favor y poderoso auxilio.»
Lleno de gozo el rey Luis al escuchar tan consoladoras palabras, se postra humilde en tierra, da gracias a la Señora por su generosa protección, ora después con fervor algunos momentos, y levantándose por fin, grita presentándose a su ejército:
—«Vamos, al combate mis nobles caballeros; guerra, guerra al infiel que si escasas son nuestras fuerzas en comparación de las suyas, nosotros llevamos sobre ellos la ventaja de la causa noble y santa que defendemos.
- «Nuestra abogada y protectora la Virgen María, verá con gusto la fe religiosa que nos anima al pelear con un pueblo impío y bárbaro, y nos dará el triunfo en la pelea. Vamos, al combate, al combate mis nobles caballeros
La preciosa y magnífica iglesia que hay dedicada a la Virgen de la Victoria, mandada construir por el piadoso rey Luis, bien claro patentiza al mundo entero, bien atestigua lo mucho que vale el auxilio dela Excelsa Señora por el cual alcanzaron el piadoso monarca y sus huestes un gran triunfo sobre las de los discípulos del falso Profeta.
Grande es la devoción que se profesa en Hungría a Nuestra Señora de la Victoria, con cuya advocación es mas conocida en general, y a cuyo religioso santuario acuden hoy mismo en devota romería numerosos peregrinos, no solo de aquella nación sino de todo el orbe católico.
Ilustres príncipes, nobles caballeros y los mas valientes capitanes del reino, al acometer alguna importante empresa se dirigían antes a demandar en la venerada capilla de la milagrosa Virgen de la Victoria el auxilio y protección de la que es poderosa Soberana de los cielos y Madre cariñosa de todos los cristianos.
Preocupado se hallaba en el año 1363 el rey Luis de Hungría, al considerar las grandes fuerzas con que contaban los infieles, con los que tenia que librar pronto batalla en los campos de Carintia.
Ochenta mil soldados eran los enemigos del piadoso monarca, mientras que apenas llegarían a veinte mil los que con él iban a pelear contra el impuro sectario del Corán.
Bien comprendía el rey Luis que si no era por un milagro que quisieran obrar en su favor los cielos, vencido seria y arrolladas sus escasas huestes por las numerosas tropas de sus contrarios. Peleaba, sin embargo, por una causa justa y noble, acometía además a un pueblo encarnizado enemigo de la Cruz y del culto a la Virgen.
¿Qué poder hay superior al de ésta Excelsa Señora cuando se decide a auxiliar a los cristianos?
- ¡Oh, Virgen María! -exclamaba el ilustre rey elevando los ojos al cielo-. Perdonadme que un instante siquiera haya dudado del éxito de la batalla, contando con el favor que Vos no negareis a vuestros amados hijos.
- «Nada me importa que el número de nuestros adversarios exceda y supere al de mi cristiano ejército.
- «Vos nos ayudareis, Vos nos daréis valor para derrotar a los infieles!»
- «Si; oyó con asombro el piadoso príncipe. Si, repitió una voz desconocida pero cuyo dulce y grato sonido bien indicaba que procedía de un ser superior y extraordinario.
- Conservad tú y tu gente la misma fe que ahora os anima, en medio del combate, y no dudéis que la victoria sea vuestra.
- Señalado y memorable triunfo alcanzarán tus armas sobre los infieles, pues «cediendo con placer a la invocación que religioso me has dirigido, yo vengo prometer mi divino favor y poderoso auxilio.»
Lleno de gozo el rey Luis al escuchar tan consoladoras palabras, se postra humilde en tierra, da gracias a la Señora por su generosa protección, ora después con fervor algunos momentos, y levantándose por fin, grita presentándose a su ejército:
—«Vamos, al combate mis nobles caballeros; guerra, guerra al infiel que si escasas son nuestras fuerzas en comparación de las suyas, nosotros llevamos sobre ellos la ventaja de la causa noble y santa que defendemos.
- «Nuestra abogada y protectora la Virgen María, verá con gusto la fe religiosa que nos anima al pelear con un pueblo impío y bárbaro, y nos dará el triunfo en la pelea. Vamos, al combate, al combate mis nobles caballeros
La preciosa y magnífica iglesia que hay dedicada a la Virgen de la Victoria, mandada construir por el piadoso rey Luis, bien claro patentiza al mundo entero, bien atestigua lo mucho que vale el auxilio dela Excelsa Señora por el cual alcanzaron el piadoso monarca y sus huestes un gran triunfo sobre las de los discípulos del falso Profeta.
Grande es la devoción que se profesa en Hungría a Nuestra Señora de la Victoria, con cuya advocación es mas conocida en general, y a cuyo religioso santuario acuden hoy mismo en devota romería numerosos peregrinos, no solo de aquella nación sino de todo el orbe católico.
Ilustres príncipes, nobles caballeros y los mas valientes capitanes del reino, al acometer alguna importante empresa se dirigían antes a demandar en la venerada capilla de la milagrosa Virgen de la Victoria el auxilio y protección de la que es poderosa Soberana de los cielos y Madre cariñosa de todos los cristianos.
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