ORACIÓN DE LOS TRES SANTOS PAPAS CONTRA ENEMIGOS, ENVIDIAS, TRAICIONES Y MAL DE OJO.

Bendecidos por Dios
sean los tres santos Papas: 
San Clemente, San Silvestre y San Marcelo,
que en tiempos de persecuciones y oscuridad
llevaron la luz a la cristiandad. 

 
Valeroso San Marcelo
que reedificaste los templos destruidos.

Glorioso San Clemente,
que fuiste obligado a trabajos forzados
y cuando picabas piedra,
los cristianos pedían tu bendición.

Erudito San Silvestre,
que tuviste el honor de bautizar a Constantino,
primer emperador cristiano.

Los tres pasasteis por la vida
cumpliendo la labor de pastoreo
de los angustiados primeros cristianos
para alcanzar en la gloria, la vida que nunca acaba,
donde ahora gozáis del favor de Dios,
y por vuestra poderosa intercesión suplico
vuestro auxilio, amparo y protección
para vencer a mis enemigos,
como vosotros supisteis hacer
de forma valerosa y contundente.

Tres santos Papas glorificados,
alejad de mi las malas lenguas,
los malos ojos, la traición,
la perversidad y la calumnia.

Que mis enemigos huyan de mi,
tan solo con que yo pronuncie
vuestros tres santos nombres
y quede libre de toda persecución,
peligros, amenazas y daños.

Tres santos Papas consagrados rogad a Dios por mi,
y dadme vuestra mano sagrada
para que yo la pueda besar 
mediante esta bendita plegaria. 

Amén.

Rezar tres Padrenuestros y un Gloria. 

La oración se hace con mucha fe por tres días seguidos. 

  
En la actualidad, los Sumos Pontífices de la cristiandad, como jefes de la Iglesia, merecen el respeto universal, cuando no devoción y sumisión absoluta a su autoridad moral. Pero los primeros Papas del cristianismo se enfrentaron a condiciones muy diferentes. Fueron objeto de persecución y aun de aborrecimiento por parte de los paganos, que eran quienes legislaban y mandaban en Roma.

Ser papa en aquel tiempo equivalía a entregar la vida en sacrificio de una causa espiritual, con inminente riesgo de perecer en el martirio y sin más compensación que la de haber luchado hasta el fin por la propagación de la verdad, el amor y la fe.

De los primeros pontífices de la Iglesia, la mayoría pereció en el martirio. En cuanto a las biografías de esos papas, las fuentes de información son escasas, pues sólo se pudieron conservar fragmentariamente los principales acontecimientos de cada pontificado. No por eso merecen el olvido.
Los datos que perduran de los tres Papas santos, no son muy extensos, pero sí lo suficientemente interesantes para dar una semblanza, certera y emotiva, de los méritos e incidentes que caracterizaron la vida de los directores espirituales a que nos referimos.
Los notables varones de invocados en esta poderosa oración fueron pontífices de catacumbas, perseguidos y atribulados por las condiciones de los primeros tiempos cristianos.
Hay, sin embargo, una diferencia entre ellos: el primero (San Clemente) fue sacrificado cruelmente sin llegar a ver la consolidación de su doctrina. San Silvestre, en cambio, alcanzó a sentir la cimentación cristiana, cuando Constantino el Grande, mediante el famoso Edicto de Milán, estableció la libertad de credo y de culto.

San Silvestre tuvo también un reinado más largo; por ello experimentó las dos situaciones, la de la persecución encarnizada y la de los albores de la libertad de la fe. Comenzó su pontificado en la oscuridad de las catacumbas, al margen de la autoridad imperial, siempre veleidosa y arbitraria. Hacia el final de su pontificado presidió la edificación de las iglesias cristianas que el propio emperador Constantino mandó construir. El papa Silvestre fue testigo, pues, de la oscuridad y de la luz.


San Marcelo fue uno de los más valientes sacerdotes de Roma en la terrible persecución de Diocleciano en los años 303 al 305. Animaba a todos a permanecer fieles al cristianismo aunque los martirizaran. Cuando llegó a ser Papa dirigió su esfuerzo a la reorganización de la Iglesia.

Posteriormente dividió Roma en 25 sectores y al frente de cada uno nombró a un Presbítero (o párroco). Construyó un nuevo cementerio que llegó a ser muy famoso y se llamó "Cementerio del Papa Marcelo".

Roma, la Ciudad Eterna que ha conservado tantos vestigios históricas, conserva algunas reliquias que señalan los lugares donde vivieron, sufrieron y trabajaron los primeros papas. Por ejemplo, el lugar donde estuvieron las catacumbas de San Marcelo, se levanta ahora una iglesia. De esta manera, la posteridad no deja de recordar el augusto espíritu del perseguido por la fe, resguardando su memoria del olvido.

Muchos lugares romanos conservan datos relacionados con la vida de los pontífices. Puede decirse que la hermosa capital italiana es un monumento imperecedero a la gloria del espíritu, y así lo han constatado cuantos viajeros han llegado a ella.


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