SANTA JUANA DE ARCO, ORACIÓN A LA SANTA DONCELLA PARA PEDIRLE LA SOLUCIÓN DE UNA GRAVE DIFICULTAD O PROBLEMA


ORACIÓN

Poderosa Santa Juana de Arco,
niña valiente, inocente de toda culpa,
llena de compasión por todos los que te invocan
y de amor por los que sufren,
agobiado por el peso de mis problemas,
ante ti me arrodillo
 para humildemente pedirte
que tomes mi presente y grave dificultad
 bajo tu especial cuidado.

Encomiéndasela a la Virgen María
y deposítala ante el Trono de Nuestro Padre.



No dejes de interceder por mí,
bendita y gloriosa santa Juana,
ruega hasta que mi petición me sea concedida
te lo suplico con todo mi corazón
para que mis problemas actuales tengan solución: 

 (decir lo que se desea conseguir).

Pide en los cielos misericordia para mi,
necesito salir cuanto antes de tanta dificultad.

Pero por encima de todo,
obtenme la gracia
 de un día encontrar a Dios cara a cara,
para que junto contigo,
la Virgen María, su amado hijo Jesucristo
y todos los ángeles y santos
le alabemos por toda la eternidad.

Poderosa santa Juana,
no dejes que mi alma se pierda
y obtenme la gracia
 de ganar mi camino hacia el cielo,
te lo pido por Jesucristo
que vive y reina
por los siglos de los siglos.

Amén. +

Rezar el Credo, la Salve, Padrenuestro,

Avemaría y Gloria.
Repetir la oración y los rezos tres días seguidos.
 


"LA DONCELLA DE ORLEANS"
Después de la muerte de Carlos VI de Francia, ocurrida en 1421, los ingleses se habían apoderado de una parte del territorio de esa nación y pretendían ocuparla bajo su dominio, por entero.
El Delfín Carlos VII, heredero al trono, era débil y despreocupado y había entregado su confianza a un vasallo infiel, el Duque de Borgoña, que estaba en tratos con los ingleses. 



La guerra que éstos hacían a los franceses había llegado ya hasta las murallas de Orleans, ciudad que asediaban con sus tropas, y cuya caída hubiera sido la ruina definitiva del reino de Carlos VII.

Dios preparaba la salvación de Francia en donde nadie lo hubiera pensado...

Vivía en Domremy una inocente niña, sumamente piadosa, caritativa y obediente, que ni siquiera sabía leer. Esta era Juana de Arco, quien desde los trece años comenzó a tener visiones sobrenaturales, que nadie adivinaba.
Cuando llegó a los dieciséis, aproximadamente, las visiones le mandaron que se pusiese en contacto con el heredero al trono, Carlos VII y, después de encabezar ella misma las tropas de éste, tomase la ciudad de Orleans y llevase a Carlos a Reims, para que fuese coronado rey de Francia.

Nadie quería tomar en serio a Juana de Arco, ni su mensaje. Pero las señales manifiestas que dio de ser la enviada, de Dios convencieron a Carlos VII y, habiéndola puesto al frente de un reducido número de soldados, le encomendó que los guiase a la victoria. En todas partes se abrió paso triunfal el ejército de Juana.
Carlos VII fue coronado y la primera parte de la misión de Juana llevada a término. Entonces comenzó su calvario. Se vio abandonada y falta de apoyo. Luchó, no obstante, por tomar la ciudad de París para su Rey; pero fue herida, hecha prisionera, sujeta a malos tratos y por fin entregada a muy alto precio de dinero a los ingleses, por el Obispo renegado Cauchon, que era Francés.

Después de ser sometida a quince tribunales incompetentes, fue condenada a prisión perpetua. Habían llegado sus carceleros hasta la iniquidad de poner espías que escuchasen lo que decía en la confesión El sacerdote le aconsejó que apelase al Papa, pero su petición fue desechada.
Por fin, estando ella estaba dormida, los carceleros le quitaron las ropas de mujer que usaba en la prisión y pusieron otras, masculinas, en su lugar. Ella esperó hasta el mediodía, pero no pudo salir del lecho, sino usando esas vestiduras. Esto bastó para que se la condenara como reincidente en brujería, desobediencia y otros crímenes.
Fue llevada al cementerio y quemada viva, a fuego lento. Su corazón no fue destruido por las llamas, como señal de que estaba puro y libre de culpa.

Más tarde el mismo Carlos VII hizo revisar y anular el proceso mediante otro de rehabilitación, por el cual se llegó a proclamar la inocencia completa de Juana.
Pasados muchos años, otro obispo de Orleans, Monseñor Dupanloup, rogó a la Santa Sede que se tramitase la canonización de Juana de Arco, y así se hizo cuidadosamente.

San Pío X la declaró Beata en 1909 y Benedicto XV, en 1920, la canonizó como Virgen y Mártir, nombrándola Patrona de Francia.



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