SANTA CLOTILDE, LA BENDITA REINA QUE AYUDA A LOS POBRES Y NECESITADOS, ORACIÓN


El viajero que recorre los antiguos castillos de Francia, puede encontrar en Montmorot aquél donde vivió prisionera Santa Clotilde.

Es una severa construcción de piedra, con interiores sombríos. Por los intersticios de las paredes crecen hierbas silvestres, y en los huecos anidan los golondrinas.
De día, el rumor de la campiña, el mugir de las reses, el balar de las ovejas y el paso de las carretas dan al castillo de Montmorot una misteriosa resonancia, como si con esos ruidos se recobrara la vida de un tiempo que pasó hace ya muchos siglos. 


El visitante podría reconstruir ahí, con facilidad, los maravillosos sucesos del siglo V, cuando Santa Clotilde recorría esas mismas galerías.
Hacia el año 477, siendo rey de los bárbaros Chilperico, su hermano Gondebaldo no sólo le declaró la guerra, sino que le quitó la vida y secuestró a sus dos hijas. A una de ellas, llamada Chrona, la mandó a un monasterio, y a la otra, que era la santa, la mantuvo prisionera en su castillo.
Clotilde se había mantenido en la fe católica, no obstante que en aquella época y en aquel lugar, predominaba la herejía.
El cruel Gondebaldo no pudo hacer nada contra Clotilde, quien con su humildad y sencillez desarmaba a cualquiera, le dio el castillo por cárcel, es verdad, pero en cambio no la sometió a malos tratos ni impidió que siguiese observando su culto católico, así como practicando la caridad.
Es de imaginar que la santa tendría tal magnetismo por su belleza física y moral, que el terrible guerrero no podía utilizar sus virtudes para atacarla.
Ni él ni nadie, pues refiere la historia que la fama de Clotilde se extendió por el reino, y llegó a oídos del rey Clodoveo, monarca de los francos, quien, al escuchar el relato de las cualidades de Clotilde, se enamoró de ella.
Para acercarse y poder hablarle, concibió una estratagema: disfrazó de mendigo a uno de sus criados, y lo mandó a confundirse con otros pobres para poder entrar en el patio donde la santa repartía limosnas. De este modo, el criado le llevó la solicitud de Clodoveo para que consintiera en ser su esposa.
Se casó con Clodoveo en el año 492, tras haber sido perseguida por sus parientes, de confesión arriana. Convenció al rey de la conveniencia de convertirse al catolicismo y este accedió en caso de ganar la batalla de Tolbiac contra los alamanes, como así sucedió.
Fácil es suponer que todo visitante, al llegar al castillo de Gondebaldo, se impresiona al recordar los sucesos en él acaecidos, sobre todo si recorre con detenimiento sus vastos aposentos de piedra, musgo y siglos.
Como en un cuento de hadas, todavía es posible reconstruir el ruido de los cuernos de caza, el paso de las sandalias sobre el embaldosado, el tintinear de las monedas en las faltriqueras y, en fin, el aliento de ese recinto milenario donde vivió, sufrió y ornó una mujer extraordinaria.
Cuando ladra algún perro, y el eco rebota entre los arcos y las agudas esquinas de piedra, parece como si resucitaran viejos lebreles anunciando la llegada de algún peregrino o mendigo.
Y decimos que ello puede suceder como en un cuento de hadas, porque la vida de Santa Clotilde fue una sucesión de acontecimientos prodigiosos. En el imponente castillo, a la luz de las antorchas, se efectuaron escenas de violencia, se escucharon gritos dando ordenes o pidiendo socorro. Pero, de pronto, una voz dulce ponía paz en las almas, apaciguaba y confortaba a todos con palabras de amor y de caridad: la voz dulce y amorosa de Santa Clotilde, sierva del Señor. 

 

ORACIÓN

Oh Dios, mi Señor todopoderoso,
que por toda tu creación derramaste 

amor y bendiciones para todos tus hijos, 
haciendo al hombre a tu imagen y semejanza. 

Gracias te damos por poner en el camino de la vida
 a la gloriosa Santa Clotilde, tu sierva,
a quien tanto amas y tanto favor prodigas.

Y a ti, dulce y bendita Santa Clotilde,
salve, gentil, amorosa e ilustre Reina de los Francos,
que con tu fe y perseverancia en el Señor
convertiste a tu marido e hiciste de Francia
por largo espacio de tiempo
un venerable y fiel estado en la fe católica,
a ti, te imploro tu poderosa intercesión
en esta mi gran necesidad.

Ayúdame, Santa Clotilde, desde tu morada
junto a Dios en gloria en el cielo,
intercede por mi, santa mía,
Tú, que durante tu estadía en la tierra,
bebiste del cáliz de dolor del Salvador,
 ten piedad de mi penosa angustia, especialmente: 

(Aquí haz ahora con fe tu petición).

Haz santa mía que en breve vea cumplido mi favor 

y otorga también que, a través de mis
penas, pueda, como tú, purificar mi fe
y nunca perder la esperanza en la
misericordia de Dios.

Amén. 


Rezar tres Padrenuestros y Gloria. 

La oración y los rezos se hacen por tres días seguidos.  

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