SANTA CATALINA DE SIENA, PATRONA DE ENFERMEDADES CONTAGIOSAS. ORACIÓN PARA ENFERMOS DEL CORONAVIRUS


Santa Catalina de Siena dedicó su vida a ayudar a los enfermos y los pobres,que para ella era lo mismo que ayudar a Cristo sufriente y de esa manera entregar su vida a Dios.

Gran parte de su trabajo lo realizó en el hospital de Santa Maria della Scala, donde también había personas enfermas a las que nadie asistía, o porque no tenían parientes, o porque padecían enfermedades contagiosas.

Catalina se dedicó especialmente a ellos. Esta actividad duró meses, especialmente en tiempos de epidemias, las cuales fueron frecuentes y mortales; su ejemplo comenzó a ser imitado por otras hermanas de su fraternidad.

ORACIÓN A SANTA CATALINA DE SIENA PARA PEDIR POR LOS ENFERMOS DEL CORONAVIRUS

Gloriosa Santa Catalina de Siena,
Tu, fuiste un sol radiante de la caridad,
que para beneficiar a tu prójimo
obtuviste de Dios los más asombrosos milagros
llegando a ser la alegría y la esperanza de todos.

LOS SIETE GLORIAS A LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS PARA CONSEGURIR UNA CAUSA DESESPERADA


ORACIÓN

Dios Padre, Misericordioso y Eterno,
por la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo,
 Misericordia: márcanos con la Sangre
del Cordero Inmaculado Cristo Jesús,
como señalaste al pueblo de Israel
para librarle de la muerte.
Y Tú, Madre de Misericordia
María Santísima, ruega a Dios por nosotros:
aplácale y alcánzanos la gracia que pedimos...
 
(Pedir aquí por nuestras particulares necesidades, espirituales y temporales;
también por las de alguien que se haya encomendado a nuestras oraciones
y por el descanso eterno de nuestros Difuntos).

℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
℟. Como era en el principio, y ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Padre Eterno:
Por la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo,
 Misericordia: sálvanos del naufragio del mundo,
como salvaste a Noé del Diluvio Universal.
Y Tú, Arca de Salud, María Santísima,
ruega a Dios por nosotros, aplácale
y alcanzanos la gracia que pedimos.

℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
℟. Como era en el principio, y ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
 Padre Eterno, por la Preciosa Sangre
de Nuestro Señor Jesucristo, Misericordia:
líbranos de los azotes que merecemos,
como libraste a Lot del incendio de Sodoma.
Y Tú, Abogada Nuestra,
ruega a Dios por nosotros,
aplácale y alcánzanos la gracia que pedimos.
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
℟. Como era en el principio, y ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Padre Eterno, por la Preciosa Sangre
de Nuestro Señor Jesucristo, Misericordia:
consuélanos en las presentes necesidades y tribulaciones,
 como consolaste a Job, Ana y Tobías en sus aflicciones.
Y Tú, Consoladora de los afligidos,
María Santísima, ruega a Dios por nosotros,
aplácale, y alcánzanos la gracia que pedimos.

℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
℟. Como era en el principio, y ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Padre Eterno, por la Preciosa Sangre
de Nuestro Señor Jesucristo, Misericordia:
Tú, que no quieres la muerte del pecador,
sino que se convierta y viva:
danos por Tu Misericordia espacio de penitencia,
para que, reconocidos y arrepentidos de nuestros pecados,
 causa de todo mal, vivamos en la Santa Fe,
Esperanza, Caridad y Paz de Nuestro Redentor.
Y Tú, Refugio de los pecadores, María Santísima,
ruega a Dios por nosotros, aplácale,
y alcánzanos la gracia que pedimos.

℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
℟. Como era en el principio, y ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

 ¡Oh Sangre Preciosa de Jesús nuestro amor!
Clama a Tu Divino Padre:
Misericordia, Perdón, Gracia y Paz.

℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
℟. Como era en el principio, y ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Oh María, Madre y Esperanza Nuestra!
Ruega por nosotros, y alcánzanos la gracia que pedimos.

℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
℟. Como era en el principio, y ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
ORACIÓN FINAL

Padre Eterno, yo Te ofrezco
la Sangre de Jesucristo en descuento de mis pecados,
por las necesidades de la Santa Iglesia
y por la conversión de los pecadores.

Inmaculada María, Madre de Dios,
ruega a Jesús por nosotros.
¡Jesús y María, Misericordia!
San Miguel Arcángel, San José, San Pedro y San Pablo, Protectores de todos los Fieles de la Iglesia de Dios,
y Vosotros todos, Ángeles, Santos y Mártires del Paraíso, rogad por nosotros y alcanzadnos Gracia y Misericordia.
Así sea.



SAN PEDRO CLAVER, ORACIÓN Y ESTAMPA ANTIGUA


San Pedro Claver, Apóstol de los negros, nació en Verdú, villa de la provincia de Lérida, el día 25 de Junio del año 1080.

Después de haber estudiado en Barcelona, entró a los 22 años en el Noviciado de la Compañía de Jesús de Tarragona; continuando después sus estudios en Gerona.

San Alfonso Rodriguez, en Palma de Mallorca, conoció la sublime gloria que en el cielo estaba reservada a San Pedro Claver. En Cartagena de América instruyó y bautizó a más de 300,000 negros; redujo a la fe católica a muchos turcos y herejes, y ganó para Dios innumerables pecadores.

Sirvió muchos años con maravillosa abnegación a los enfermos y leprosos de los Hospitales de San Sebastián y San Lázaro.

Conservó toda su vida la inocencia bautismal; hizo asombrosa penitencia, y obró grandes milagros.

Murió el 8 de Septiembre de 1651 en el Colegio de Cartagena.

Incluido por Pio IX, en 1851, en el catálogo de los Bienaventurados, ha sido canonizado por León XIII el 15 de Enero de 1888.

El Concilio Tarragonense de 1627 le apellidó Segundo Javier de la Compañía de Jesús.


ORACIÓN
 
Oh Dios, que queriendo llamar 
a los infelices esclavos
al conocimiento de vuestro Nombre,
para ayudarles, fortalecisteis á San Pedro Claver
con maravillosa abnegación y ardentísima caridad.
 
Concedednos, por su intercesión,
que no buscando nuestros propios intereses,
sino la gloria de Jesucristo,
amemos a nuestros prójimos
con obras y en verdad.
 
Por el mismo Jesucristo Señor nuestro.
 
Amén
 

 

ORACIÓN PARA SALIR DE LA DEPRESIÓN

 
Sea el Cielo objeto de tu vida, alma querida.
Cuando te pesa el trabajo,
allá deben aspirar tus deseos.

Si te aprieta la angustia el corazón
piensa en Dios y repite:

¡Todo por el Cielo!

Allá descansaré...
Allá gozaré de la eterna felicidad...

Dios mismo enjugará
cada una de mis lágrimas.

¡Animo, alma mía!
 
¡Todo por el Cielo!


ORACIÓN
 
Te rezo hoy Señor porque que no estoy solo,
porque has puesto cerca de mí personas
para que pueda orar y apoyarnos unos a otros.

Conoces mi ser más interno,
sabes lo que necesita ser restaurado y sanado.
 
Por favor, perdóname por creer
que puedo hacer esto solo,
únicamente con mis propias fuerzas.
 
Sé que nunca quisiste
que me sintiera solo y deprimido.
 
Sé que quieres curarme
más de lo que yo quiero ser sanado.

Quiero Señor, poder servirte
y darte la gloria de la restauración en mi alma.
 
Tus pensamientos sobre mí 
siempre han estado llenos de esperanza.
 
Y nunca la dejas ir, Señor,
incluso en el momento más oscuro,
nunca me dejas sin esperanza.

Por favor, haz que desaparezca
y desecha el espíritu de depresión que me oprime
y de todos aquellos que te buscan para su curación.
 
Te amo Señor, y en mi humildad te busco.

Amén.

 


SAN FERNANDO, ORACIÓN PARA HACERLE UNA SÚPLICA


ORACIÓN A SAN FERNANDO
 
Santísimo protector mío San Fernando,
cuya Justicia, santidad y perfección
fue muy parecida a la de los Místicos Montes de Dios,
que son los Santos Patriarcas, Apóstoles, y Profetas.
 
Rey Santo cuyo solio sostenía la justicia y el juicio,
Varón justo en obras, en palabras y en pensamientos,
que seguisteis con firmeza la estrecha senda
de la perfección cristiana, hasta llegar
a su más eminente cumbre.

 
Hermoso ejemplar de todas las virtudes,
en las que florecisteis como Palma,
disteis copioso fruto como la Oliva,
y como místico Bálsamo, y fragrante Rosa
habéis exhalado el suave olor de la santidad
de nuestro Señor Jesucristo en toda su Santa Iglesia.
 
Yo os suplico con todas las veras de mi corazón
por la altísima perfección a que llegasteis en vida,
y por la inexplicable gloria que ahora gozáis,
que me alcancéis de la Majestad de mi Dios
el favor que por vuestra intercesión le pido:
(Hacer la petición)
 
 También os ruego, que llegado mi momento
muera yo con la preciosa muerte de los justos,
auxiliado con la gracia de la final perseverancia,
para que después de haber caminado de virtud en virtud
y logrado la bendición del Señor en el término de la vida,
pase a ver al Dios de los Dioses en la Sion dichosa
de la eterna Bienaventuranza.
 
Amén.

 
MUERTE DEL SANTO

A cerca de los últimos momentos de San Fernando, y de su muerte edificante, leemos lo siguiente en un librito dedicado a tan esclarecido varón, publicado por el Apostolado de la Prensa:

 
"Después que el santo rey se despidió tiernamente de la reina y de sus hijos, sólo pensó en disponer su espíritu para presentarse ante su Divina Majestad, multiplicando los actos de fe, esperanza, amor y contrición, y encomendándose muy fervorosamente a la Santísima Virgen, para que le amparase en aquel supremo trance.
 
"Rodeado de los prelados y sacerdotes, que siempre le seguían, todas las oraciones establecidas por la Iglesia para ayudar a un alma a salvar el misterioso puente que une el tiempo con la eternidad fueron recitadas por los ministros del Señor que en aquel supremo trance auxiliaban a San Fernando, y contestadas por éste con una firmeza de voz y una entereza de espíritu que más parecía uno de los oficiantes que el moribundo por quien aquellas oraciones se rezaban.
 
"De este modo pasó toda la noche del 29 de mayo de 1252, y cuando comenzaba a apuntar el día 30, conociendo que eran ya pocos los instantes que le quedaban de existencia, pidió una vela bendita, y teniéndola en una de sus manos hizo su última protestación de fe, precedida de estas hermosas palabras:
 
«Señor —dijo clavando los ojos en el crucifijo que con la otra mano tenía—, el reino que me disteis os devuelvo; no lo recibí como puro donativo ni como préstamo, lo recibí para adelantarle, y así os lo devuelvo con aumentos, bien que en estos mismos me reconozco segunda vez deudor, pues la menor parte ha sido mía, y el todo, vuestro. Me disteis la vida, y en ella los años que fue vuestra voluntad, con que estoy tan conforme, que os la devuelvo gustoso cuando la pedís, y con ella el alma. Desnudo salí, Señor y Redentor mío, del vientre de mi madre, y desnudo me ofrezco a la tierra.»
 
"Era por todo extremo conmovedor el espectáculo de humildad que daba aquel santo monarca, que había pasado la vida haciendo bien y practicando hasta el heroísmo todas las virtudes, al pedir con lágrimas de arrepentimiento que le perdonasen las culpas imaginarias que sólo el bajo concepto que de sí mismo tenía le hacían parecer como ciertas. Los que estaban presentes no podían contener sus sollozos, y el pensamiento de que iban a verse privados de un rey tan bueno llenaba sus corazones de un dolor acerbísimo, sólo mitigado por la consideración de que desde las mansiones de la bienaventuranza su alma iba a gozar del premio que merecía su santidad.
 
"Sólo un soplo de vida quedaba ya a San Fernando cuando de nuevo pidió la vela con que había hecho su última protestación de fe, y reuniendo en un supremo esfuerzo las escasas energías que le quedaban, comenzó a rezar el Credo con un fervor que colmó la edificación de los que le rodeaban.
 
"Pero aquel heroico esfuerzo para confesarse a Jesucristo era mucho más grande de lo que permitía su extenuado organismo, y apenas pronunció los primeros versículos del Símbolo de los Apóstoles, inclinó la cabeza, entregando al Señor su alma con la serena tranquilidad del justo.
 
"Así murió aquel rey, el más glorioso de España, que habiendo vivido como héroe en los campos de batalla, supo ser todavía más heroico en su lucha con la muerte, a la que venció también, trocando su fugaz existencia en la tierra por la vida eterna que Dios reserva a sus escogidos.
 
"Pronto cundió por toda Sevilla la triste nueva de la muerte del santo rey, y el sentimiento de duelo que produjo en todos sus habitantes fue grande y clamoroso."

 

SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA, ORACIÓN PARA IMPLORAR SU AYUDA


Oh angélico joven San Gabriel,
que con tu ardiente amor a Jesús Crucificado,
y con la tierna compasión a la Virgen Madre Dolorosa,
te convertiste en la tierra cual espejo de inocencia
y ejemplar de toda virtud;
a ti me dirijo con confianza implorando tu socorro.

ORACIONES PARA ANTES DE LA COMUNIÓN

 
Al acercarte a comulgar hazlo con gran respeto. Es muy bueno que repitas en tu interior estas oraciones que te doy a continuación. Al recibir el Cuerpo del Señor, respondes Amén, reafirmando tu fe en la presencia real de Cristo en la forma consagrada. Retírate luego con el mismo respeto a darle gracias al Señor.


Acto de fe

¡Señor mío Jesucristo!,
creo firmemente que estás
realmente presente en el Santísimo Sacramento
con tu Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.

Acto de esperanza

Espero, Señor, que ya que te das todo a mí
en este sagrado Sacramento,
tendrás conmigo misericordia
y me otorgarás las gracias
que me son necesarias para mi eterna salvación.

Acto de caridad

Dios mío, te amo con todo mi corazón,
con toda mi alma, con todas mis fuerzas
y sobre todas las cosas,
por ser infinitamente bueno e infinitamente amable,
con mi prójimo que amo como a mí mismo, por tu amor.

Acto de adoración

¡Señor!, yo te adoro en este Sacramento
y te reconozco por mi Creador,
Redentor y soberano Dueño,
sumo y único Bien mío.

Comunión Espiritual

Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza,
humildad y devoción con que te recibió
tu Santísima Madre María,
y con el espíritu y fervor de los Santos.

Esta Comunión Espiritual la puedes decir siempre que por cualquier motivo no hayas podido acercarte a comulgar sacramentalmente o cuando veas una iglesia.


PADRE NUESTRO

Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden
no nos dejes caer en la tentación y,
líbranos del mal.
 
Amén

PARA HACER UNA BUENA CONFESIÓN

Para hacer una buena confesión es necesario:

- El examen de conciencia, para poner toda tu vida a la luz del Evangelio.

- El dolor de los pecados (contrición), por haber ofendido a Dios.

- El propósito de la enmienda, porque quieres cambiar de vida, convertirte, con la gracia de Dios.

- La confesión de los pecados al sacerdote: expones todos tus pecados con sencillez y sinceridad.

- La satisfacción: cumplir la penitencia, reparar el daño causado al prójimo, restituir lo robado (bienes, fama...)

 
 

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