SANTA RITA, ORACIÓN A LA ABOGADA DE LAS CAUSAS IMPOSIBLES


Santa Rita parece una excepción en todo lo que se refiere a vencer dificultades y lograr cosas fuera del alcance de ninguno de nosotros. Eso quiere decir la frase "Abogada de los. imposibles".
Allí donde nuestra fe y nuestra confianza desfallecen y donde nuestra perseverancia en sufrir y en orar languidece, Rita nos muestra que nada hay imposible para Dios, y para quien sabe acudir a Dios con humildad y confianza. 




Jesucristo mismo anunció a sus apóstoles que harían milagros y que éstos serían mayores que los que El mismo había hecho. ¿Qué tiene, pues, de extraño que otras santos obtuvieran de la Omnipotencia divina una gracia semejante?
Rita de Casia nació de unos padres ancianos, después de cincuenta y tres años de casados. Rita de Casia fue una heroína en vencer su repugnancia invencible hacia el matrimonio y hacia ese matrimonio con un hombre que sabía iba a ser su verdugo.

Rita de Casia venció con su paciencia, con su fidelidad y con su abnegación, al león que se le habla dado por esposo. Todo eso parecía imposible, pero Rita logró de Dios la fuerza para triunfar. Su marido se trocó en un ejemplo de virtudes y en modelo de esposos, gracias a la caridad, al celo y a la paciencia de su consorte.
 
Quedaba todavía una dificultad, al parecer invencible. Cuando el marido de Rita murió, cruelmente asesinado, dejó a su viuda dos niños. Estos no eran unos angelitos. Se iban manifestando en ellos las malas inclinaciones de su difunto padre.
El mayor de ellos, al saber que su padre había caído muerto a manos de sus enemigos, concibió el odio y el deseo de vengarse, para cuando fuese mayor y pudiera hacerlo. Era una viborilla, venenosa, que había quedado a cargo de la santa mujer que le diera la vida. ¿Perdió por eso Rita la confianza? ¡De ninguna manera! Ella pidió a Dios la salvación de sus hijos, aunque hubiera de quedarse sin ellos.
Y la obtuvo de Dios, que se los llevó al cielo. Podía haberse vuelto a casar, pero aspiraba a la vida del claustro y pidió humildemente ser admitida entre las religiosas Agustinas de Casia.
- ¡Imposible! —se le dijo— ¡Aquí no se ha admitido nunca a ninguna viuda!
Para Dios no existen imposibles, ni hay puertas cerradas... Rita se encontró una vez a sí misma dentro del convento que le había negado por dos veces la entrada, y nadie pudo ya despedirla.
Se le mandó regar un palo seco, clavado de un modo cualquiera en el suelo. Hoy pueden todavía comerse las ricas uvas que aquel palo, que convertido en frondosa parra, da todos los años en memoria de la obediencia de Rita.
Tuvo deseos de ir a Roma, pero la llaga misteriosa abierta por una espina del Crucificado se negaba a cerrarse. No tenía ni siquiera fuerzas para ponerse en pie. Pero la confianza hace imposibles; Rita se vistió, salió a la puerta y se unió a la caravana de romeros, precisamente cuando todos decían:
- "¡Es imposible que la Hermana Rita venga con nosotros!".
Eran imposibles las rosas en medio del crudo invierno y los higos maduros al principio de la primavera. Pero no para Dios, ni para Rita, que los pedía. 
Por eso el pueblo cristiano no sabiendo cómo condensar en una palabra el estupendo poder de intercesión de la Santa, y habiendo experimentado miles de veces que no se la invoca en vano, forjó la frase que hará sonreír a algunos pocos, pero llenará de gozo el corazón de innumerables:
"Santa Rita de Casia patrona y abogada de las causas imposibles". 

ORACIÓN A SANTA RITA
PARA PEDIR POR UNA CAUSA IMPOSIBLE

¡Oh poderosa Santa Rita!
llamada con toda razón
abogada de las causas imposibles o desesperadas,
socorredora en la última esperanza,
refugio y salvación en el dolor,
que conduce al abismo del delito
y de la desesperación: 

Con toda la confianza en tu celestial poder,
recurro a ti en el caso difícil e imprevisto
que oprime dolorosamente mi corazón.

Dime, oh Santa Rita,
¿no me vas a ayudar tu?,
¿no me vas a consolar?
¿Vas a alejar tu mirada y tu piedad de mi corazón,
tan sumamente atribulado? 

¡Tú también sabes
lo que es el martirio del corazón,
tan sumamente atribulado! 

Por las atroces penas,
por las amargas lágrimas
que santamente derramaste,
ven en mi ayuda. 

Habla, ruega, intercede por mí,
que yo no me atrevo a hacerlo,
al Corazón de Dios,
Padre de misericordia
y fuente de toda consolación,
y consígueme la gracia que deseo: 

(indíquese aquí la gracia deseada).

Presentada por ti como mediadora
es seguro que me escuchará,
y yo me valdré de este favor
para mejorar mi vida y mis costumbres,
para cantar en la tierra y en el cielo
las misericordias divinas. 

Así sea.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 


Hacer durante nueve días seguidos la oración y los rezos. 

 
SOBRE LA ORDEN DE LOS PADRES AGUSTINOS

Esta fue la orden religiosa en la que profesó Santa Rita.
Se ha pretendido remontar el origen de esta Orden, cuarta entre las mendicantes, hasta la comunidad que San Agustín fundó en su casa episcopal de Hipona, y aun a la ascética de Tagaste, más si bien de la primera salieron algunos obispos y varios discípulos de las comunidades de Europa, que se atribuyen una derivación de aquellos, no presentan una sucesión de continuidad en el sentir de la mayoría de los críticos católicos.
A poder ofrecerla, la Orden Agustiniana ocuparía un lugar superior a la de los Benedictinos, como más antigua. La Orden Agustiniana tuvo nacimiento en la fusión de varias comunidades de ermitaños italianos formadas en los siglos XI y XII fuera de las congregaciones ya existentes.

Alejandro IV ordenó que todos los seguidores de San Agustín, que eran llamados "ermitaños de San Agustín", se fusionaran en una sola congregación, lo que se efectuó en una asamblea general celebrada en Roma en 1256; de ella nació la Orden Agustiniana.
La Regla que adoptaron, dictada por Inocencio IV en 1344, fue la que se supone haber sido practicada por el capítulo que presidía San Agustín, arreglada a la Epístola 109 y al tratado De moribus clericorum del santo doctor:
Los tres votos de castidad, pobreza y obediencia, con la obligación de mendigar para el sustento.
En 1287 les fueron redactadas las constituciones y en 1567 fueron incluidos por Pío V en las órdenes mendicantes. El hábito, por disposición da Alejandro IV, es negro, lo mismo que el cinturón.
Los religiosos Agustinos son beneméritos de México por su labor apostólica en la evangelización de este país. Los primeros agustinos, en número de siete, llegaron a Veracruz el 22 de mayo de 1533, y se extendieron en los amplios huecos o espacios que otros misioneros, franciscanos y dominicos, no alcanzaban a cubrir, y además se dirigieron al Sur por la parte oriental del actual Estado de Morelos y hacia el Norte en el actual Estado de Hidalgo, entre los indios otomíes, y hacia el Occidente por Michoacán y el Bajío, donde establecieron, entre otros, su convento de Yuririapúndaro.

Entre los conventos de Agustinos más célebres que hubo en México, fue el primero el de Cuisco (Ocuituco) y otro de la ciudad de México. Nos queda un recuerdo de ello en lo que fuera Biblioteca Nacional y en lo que es Hospital Juárez, donde existió el Colegio de San Pablo, fundado hacia 1537, y uno de los primeros centros educativos que hubo en este país, para la juventud criolla.

Los Agustinos fueron precursores de la Universidad de México y las bibliotecas que trajeron a México eran de lo más selecto y abundante. Los restos de la biblioteca de San Agustín —dice el Historiador Rivera Cambas, testigo de vista— escogidos y con numerosos volúmenes, fueron llevados a la Universidad.
Cuando se verificó la exclaustración de los Agustinos, en febrero de 1861, la biblioteca quedó enteramente abandonada; las puertas abiertas y los libros y manuscritos a merced de quien quería llevárselos.
Multitud de libros quedaron destrozados y esparcidos por los claustros y celdas, otros tirados en el suelo de la biblioteca en el más completo desorden.
Poco hicieron los comisionados para recoger esa y otras bibliotecas y parecía que habíamos vuelto a los tiempos de la barbarie, según se despreciaban los tesoros de la ciencia, o se entregaban a la rapacidad y destrucción.


 

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