ANUNCIACION DEL NACIMIENTO DEL NIÑO JESÚS A LOS PASTORES


San Lucas (discípulo de san Pablo de Tarso y que posiblemente conoció personalmente a la Virgen María), nos refiere, en su Evangelio, este tiernísimo suceso, con tanta verdad como inimitable poesía. 


«... Y había unos pastores en aquella comarca que estaban velando y guardando las velas de la noche sobre su ganado.

Y he aquí que se apareció junto a ellos un Ángel del Señor, y una claridad divina los cercó de resplandor, por lo que se llenaron de un temor muy grande.

Mas les dijo el Ángel: No temáis, porque vengo a anunciaros un grande gozo, que lo será para todo el pueblo.

Que hoy es nacido el Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David.

Y ésta os servirá de señal: Hallaréis al Niño envuelto en pañales, y acostado en un pesebre.

Y súbitamente apareció con el Ángel una tropa numerosa de la milicia celestial, que alababan a Dios, y decían:

Gloria á Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.

Y aconteció, que luego que los Angeles se retiraron de ellos al Cielo, los pastores se decían los unos a los otros:
Pasemos hasta Belén, y veamos esto que ha acontecido, lo cual el Señor nos ha mostrado.

 Y fueron apresurados, y hallaron a María, y a José, y al Niño echado en el pesebre.

Y cuando esto vieron, entendieron lo que se les había dicho acerca de aquel Niño.

Y todos los que lo oyeron, se maravillaron; y también de lo que les habían referido los pastores.

Mas María guardaba todas estas cosas, confiriéndolas en su corazón. 

 Y se volvieron los pastores glorificando y loando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, así como les había sido dicho.» 

Estos sencillos y fervorosos pastores fueron los primeros predicadores de Jesús. 


Aun hoy, hacia el nordeste de Belén, y en medio del llano, existen las ruinas de antiguo monasterio llamado Deir-er-Ranat (de los Pastores), donde, según piadosa tradición, Santa Elena levantó una iglesia de dicada a los Santos Angeles con el título de Gloria in excelsis, mientras que M. Guarmani, en 1861, descubrió, como a un kilómetro hacia el Norte de la ciudad, en el sitio llamado Seiar-er-Rhauem (corrales de ovejas), las ruinas de otro santuario abandonado hacía siglos, del cual ni noticia se conservaba, en cuyo lugar se hallan vestigios de los tres sepulcros de que hablan los antiguos peregrinos, según otra tradición no menos devota, como pertenecientes a los pastores que adoraron a Jesús.

El Hijo de Dios, naciendo en un pesebre y recibiendo de sencillos pastores los primeros homenajes, demostró cuan agradable le es la virtud de la humildad y la mansedumbre del corazón, que deben resplandecer en todos los pechos cristianos.

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