LA TRANSFIGURACIÓN EN EL MONTE TABOR

Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan su hermano, y llevándolos aparte a un monte alto, se transfiguró delante de ellos; su rostro resplandeció como el sol; sus vestiduras se mostraron blancas cual la nieve, y, al mismo tiempo, se aparecieron y hablaron con él Moisés y Elías. 

 
Pedro dijo entonces a Jesús:
— Señor, bien estamos aquí; si te parece hagamos en este sitio tres tiendas (tabernáculos), una para ti, otra para Moisés, y la tercera para Elias.

Estaba aun hablando cuando se vieron envueltos en una luminosa nube, y de ella salió una voz que decía:
— Este es mi Hijo muy amado, en quien me he complacido, escuchadle.
Al oír esta voz, los discípulos, poseídos de gran pavor, cayeron con el rostro contra la tierra; mas Jesús se acercó a ellos, y los tocó, diciéndoles:
— Levantaos, y no temáis.

Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron, sino sólo a Jesús, el cual, al bajar del monte, les dijo:


—«A nadie digáis la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

La gloriosa Transfiguración del Señor, que el día 6 de agosto celebra la Iglesia Católica, es un altísimo misterio de la Santísima Trinidad y del de la Encarnación y magisterio del Hijo de Dios, así como de la gloria con que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos en la vida de la gracia; santa esperanza y gran consuelo para los descendientes de Adán, que peregrinamos en este valle de lágrimas. 

 
El monte Tabor se levanta hacia el cielo, como sublime altar resplandeciente de gloria, erigido por Dios para la manifestación de su Hijo; y es, entre los de Palestina, uno de los más famosos, por su historia bíblica, y de los más bellos por su elevación a setecientos ochenta metros sobre el lago de Tiberíades.

Sus suaves y verdes laderas, se ven cubiertas de encinas, terebintos, algarrobos, lentiscos, alerces, jaras y otros árboles y arbustos, por entre cuyas salvajes espesuras se desliza el agua de numerosas y cristalinas fuentes.

Santa Elena edificó una basílica sobre la cumbre del Tabor, de la que sólo existen venerandas ruinas, cuyos restos descubrieron, a costa de grandes excavaciones, en 1874, los Padres Franciscanos, dueños actualmente de la mayor parte de aquella meseta de terreno, en que han construido un pequeño convento, con su correspondiente hospedería para los pocos peregrinos que hacen noche en aquellas solitarias alturas, santificadas por la presencia del Salvador, y desde las cuales se extiende la vista por entre los montes de Gelboé hasta las azuladas sierras de Judá y de Efrain.

Un discípulo de Rafael, llamado Juan Francisco Penni, conocido por il Pattore, pintó la copia del cuadro de La Transfiguración, que existe en el Museo de Madrid, y cuyo original es uno de los más bellos ornamentos de la famosa galería del Vaticano. Un fragmento de este cuadro puedes contemplarlo más arriba.




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