JESÚS Y LA MAGDALENA. ORACIÓN A MARÍA MAGDALENA PARA CONSEGUIR UN AMOR


Santa María Magdalena, según opinión de Maldonado y muchos otros, hermana de Lázaro y de Marta, era hija de Sito y de Eucaria.

Después de haber muerto los padres, aquellos tres hermanos repartieron sus haciendas, tocándole a Magdalena el castillo de Maguíalo, en Galilea, del cual tomó María su segundo nombre. 

 
Magdalena fue, en su juventud, de costumbres libres y desenvueltas, a pesar de la sana educación moral que había recibido, llegando a vivir públicamente en el pecado; mas el Señor compadecido de su desgracia, la libró de los demonios que habían invadido el cuerpo de la infeliz mujer, sacándola de los lodazales del vicio. 

Aconteció que un fariseo, llamado Simón, invitó a Jesús a comer; y, habiéndolo sabido la pecadora, penetró en la casa llevando un precioso vaso de alabastro, lleno de oloroso ungüento; y acercándose por detrás al Señor, contrita y avergonzada, se arrojó a los divinos pies, bañándolos con sus lágrimas, enjugándolos con sus cabellos, besándolos humildemente, y ungiéndolos con el precioso bálsamo. 

Todas las cosas que más habían contribuido a la perdición de Magdalena, sirvieron en aquel momento de remedio para su pecado: los ojos con que tantas almas había seducido; la cabellera que realzaba su incomparable hermosura; el ungüento que impregnara su persona de balsámicos perfumes, todo cuanto había sido encanto de sus deleites e incentivo de sus vicios, fue testimonio de su humildad y alfombra para los pies del Redentor del mundo.

El fariseo pensaba interiormente, que si Jesús fuese profeta, conocería que aquella mujer era pecadora, y no recibiría sus agasajos.

Mas el Señor, adivinando su pensamiento, le dijo:
— «Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; a los dos les perdonó sus deudas. ¿Cuál de ellos amaría más al acreedor?
— Señor, aquél a quién más perdonó.

— Pues bien: Entré en tu casa, y no me diste agua para los pies; mas esta mujer los ha regado con sus lágrimas. No me diste beso al entrar, y esta mujer no ha cesado de besarme los pies; no ungiste mi cabeza con óleo, y esta mujer ha ungido mis pies con ungüento. Por lo cual —añadió— perdonados le son sus pecados, porque amó mucho; mas, al que menos se perdona menos ama.

Y, volviéndose a Magdalena, le dijo:
— Perdonados te son tus pecados; tu fe te ha hecho salva. Vete en paz.

¿No es normal, pues, que la Magdalena y sus hermanos Lázaro y Marta se mostrasen siempre profundamente reconocidos a Jesús, y que el Salvador del mundo distinguiese con su cariño a esta familia que nunca le abandonó en sus horas de tribulación y de amargura?
El Salvador resucitó a Lázaro en su sepulcro, y se apareció a María Magdalena inmediatamente después de su gloriosa resurrección, asunto que el arte ha sabido representar en aquel hermoso cuadro del Gorreggio, que se conoce por Noli me tangere, (No me toques), palabras de Cristo a la bella pecadora arrepentida, antes de que el Hijo de Dios subiese al lado de su Eterno Padre.
Arriba puedes contemplar este cuadro. 

 

ORACIÓN A MARÍA MAGDALENA

Hoy quiero solicitar tu ayuda,
bienaventurada santa María Magdalena,
amiga y protectora mía.

Tú que amaste al Señor sin medidas
comprenderás mi pena y desesperación,
lo que un gran y sincero amor hace sufrir.

Quiero pedirte, bendita mujer, 
que me ayudes a conquistarlo-a: 
toca su corazón con tu mano amorosa, 
que el-ella se dé cuenta 
que el mío sufre y sangra por su causa, 
que prefiero la soledad a su ausencia.

Yo ....... deseo tenerlo-a, quiero amarlo-a, 
quiero sentirlo-a en todo momento a mi lado, 
quiero compartir con él (o ella) lo bueno y lo malo, 
la alegría y la tristeza, 
deseo estar con mi amor siempre y por siempre.

Ayúdame, amiga Magdalena
a ganarme su amor
como tú te ganaste
el de tu querido Señor.

Ayúdame, María Magdalena
quiero estar en su corazón
como tú estuviste
en el de tu Señor.

Santa María Magdalena,
tú que, por amor y fe, nunca te rendiste,
consígueme que se rinda a mi amor,
haz que me quiera, que me ame,
que piense sólo en mí,
que viva para mí la vida entera.

Que sólo tenga ojos para mis ojos,
palabras para mis palabras,
amor para mi amor,
que viva para mí eternamente.

Gloriosa santa María Magdalena,
tú que en Jesús encontraste amor y comprensión,
sabrás escuchar y comprender mi suplica,
concédeme lo que por amor te solicito,
gracias santa amiga por escuchar mis suplicas.

Por Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

Así sea, así se cumpla. 

Especificar la petición y rezar con mucha esperanza
tres Padrenuestros, tres Avemarías y tres Glorias.

Repetir la oración y los rezos tres días seguidos,
o nueve si la petición es muy difícil y desesperada.




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