SANTO DOMINGO DE LA CALZADA, ORACIÓN PARA OBTENER PROTECCIÓN EN VIAJES, DESPLAZAMIENTOS Y PEREGRINACIONES


ORACIÓN
 
Glorioso Santo Domingo,
escogido por Dios antes de tu nacimiento
para ser guía y ejemplo de solitarios,
estímulo de peregrinos penitentes,
manantial de virtudes, bonanza y caridad,
y, fiel ministro de Nuestro Padre Celestial.
 

Ante ti comparezco con las mas viva humildad
como devoto fidelísimo tuyo
a presentarte mi súplica,
 pues se que cuentas con la gran estima 
de Jesús, mi Salvador y Redentor 
y de María Santísima, mi Señora.
 
Yo, santo mío, quiero ser uno de aquellos
que con una dulce y suave esclavitud
viven sujetos a tu santa voluntad.

No ignoro que por esta libre entrega
te hago dueño de toda mi persona,
pero también se que desde este instante
me ayudarás a cuidar de mi pobre alma
dirigiéndola por el camino de la divina ley,
 iluminándola en sus dudas,
consolándola en sus aflicciones,
defendiéndola en los peligros,
asistiéndola en la ultima y mas terrible de las horas
y presentándola como Ángel Custodio
al Juez eterno.
 
Postrado ante ti, santo mío,
también deseo pedirte protección
en los viajes que con tanta frecuencia realizo,
ya que tu siempre sentiste especial predilección
por viajeros, caminantes y peregrinos.
 
Líbrame de peligros, accidentes y malas compañías,
viaja a mi lado como fiel guardián
facilitándome mis necesidades,
proporcionándome tu santa compañía,
y guardándome hasta llegar sano y salvo
a mi punto de destino.
 
Esto es lo que te suplico
por medio de esta plegaria
para mayor gloria de Dios,
honor tuyo y bien de mi alma.
 
Amen.

Reza tres veces el Padre nuestro,
el Ave María y el Gloria 
en honor del santo.

 
LOS AÑOS SOLITARIOS
DE SANTO DOMINGO DE LA CALZADA

El célebre santuario de Santo Domingo de la Calzada está situado en La Rioja, separada de Cantabria por el río Ebro, en el que desemboca el Oja, del que recibe su nombre. Por la celebridad de este santo, ha sustituido al antiguo nombre de La Calzada que tenía la población, que con sus torres almenadas y la fertilidad de sus campos sirvió durante mucho tiempo de lugar de descanso y de orientación a los peregrinos compostelanos.


Ahora bien, precisamente en nuestros días, en que tanto se pondera a los pioneros y organizadores y, por así decirlo, a los padres de los diversos territorios, en medio de los trabajos de investigación y los estudios minuciosos sobre todo lo relacionado con las antiguas peregrinaciones medievales y el célebre «Camino de Santiago», que a través de todo el centro de Europa y del norte de España se dirigía a Santiago, es justo presentar en su debido relieve la parte fundamental que se debe a Santo Domingo de la Calzada.

 
Él fue, de hecho, el verdadero organizador y constructor de aquella calzada, que guiaba y daba seguridad a los peregrinos en una de las encrucijadas más peligrosas de su larga peregrinación, por lo cual debemos afirmar que está plenamente justificado el entusiasmo que siente La Rioja y toda Castilla y España entera por Santo Domingo de la Calzada, que se distingue por un tipo de santidad sumamente original y, nos atrevemos a decir, moderno.

Las fuentes en que se basan nuestros conocimientos sobre la obra de este insigne santo, aparte toda la tradición y los  documentos existentes en La Ri0ja, son las dos siguientes: una Vita, contenida en un antiguo leccionario asturiano, que fue reproducida íntegra en el Acta Sanctorum de los Bolandistas, y la célebre relación de los Milagros, compuesta por Luis de la Vega, publicada igualmente por los Bolandistas.
 
Nos es desconocida la fecha de su nacimiento, que debió de ocurrir en la primera mitad del Siglo XI. En cambio, se designa la población de Viloria, de la región de Cantabria, no lejos de La Calzada, como su pueblo natal. Nada se nos refiere sobre sus padres y sobre los primeros años de su vida; pero podemos fundadamente suponer que sus padres fueron pobres aldeanos y que Domingo se ocupó en sus años juveniles en las duras faenas del campo y en el oficio de pastor. Entregado, pues, de lleno a sus tareas cotidianas, pensaría indudablemente en su porvenir. A este problema, en efecto, se refieren las primeras noticias que de él se nos han transmitido, que debemos colocar en torno al año 1050.

Sabemos que por estas fechas se presentó al abad del monasterio benedictino de Valvanera, sito en La Rioja, no lejos de Nájera, y le rogó insistentemente la admisión en la Orden. Sin embargo, el abad no lo quiso admitir. Entonces se dirigió al célebre monasterio riojano de San Millán de la Cogolla, mas tampoco allí fue admitido. Como explicación de esta doble negativa, se indica en la Vita que el abad suponía que este deseo de admisión en el monasterio no procedía de una verdadera vocación, sino del ansia de sustraerse al duro trabajo del campo y encontrar una fácil colocación en el monasterio. De hecho, la presencia exterior del joven y su absoluta falta de instrucción daban algún pretexto para obrar así, sobre todo si se tiene presente que eran frecuentes los casos de vagabundos que buscaban de este modo una manera de vivir sin trabajar.

Viendo, pues, el Joven Domingo que se le cerraban las puertas de los monasterios, pero decidido a entregarse por entero al servicio de Dios, se fue inmediatamente a la cabaña de un solitario retirado en las proximidades de San Millán, a quien le propuso su plan de vida solitaria. A esto le siguió una larga conversación sobre el desprecio y apartamiento del mundo, con lo que, entusiasmado el santo eremita de los ardientes y sinceros deseos de perfección de Domingo, le ofreció su propia cabaña. Entonces, pues, rechazando Domingo este acto de desprendimiento y bien aleccionado en la práctica de la vida solitaria, se retiró a los parajes llamados Bureba, lugar ocupado ahora por la población de Santo Domingo de la Calzada, sitio entonces agreste y solitario. En este lugar construyó rápidamente una cabaña, que constituye el primer escenario de su entrega a Dios.

Cinco años permaneció allí dedicado de lleno a la contemplación y aprendiendo de la misma naturaleza las sublimes lecciones de la más elevada santidad. Al mismo tiempo inició ya entonces lo que debía constituir posteriormente el distintivo característico de su vida. Con el objeto de llenar útilmente las horas del día y con el fin de procurarse el sustento, transformó las incultas tierras que rodeaban su cabaña en fértiles tierras de labor, plantó árboles y realizó algunas otras obras que constituyeron la base de la futura calzada.

En estas circunstancias se presentó en aquella región el santo obispo de Ostia, Gregorio, quien se entregó en aquel territorio a predicar la palabra de Dios. Domingo creyó ver en esto la manifestación de la voluntad divina, y, ardiendo en ansias de instrucción y de perfección, se puso enteramente al servicio de aquel prelado. De este modo, durante el largo tiempo que estuvo en contacto con él adelantó extraordinariamente en sus conocimientos religiosos.

A la muerte de su protector Gregorio, se encuentra Domingo en el momento más decisivo de su vida. Entonces se decide a volver a Bureba, al lugar donde había vivido cinco años de vida eremítica. Mas, con el trato de San Gregorio de Ostia y de otras gentes, se habían ensanchado sus ideales y se había abierto el horizonte de sus aspiraciones. Ahora llevaba en su mente un plan grandioso. Deseaba transformar aquellos parajes en un punto de descanso y apoyo para los numerosos peregrinos que los atravesaban camino del gran santuario de Santiago de Compostela. De hecho, ésta es la incomparable obra realizada por Santo Domingo de la Calzada, que dio su nombre a la población que surgió en aquel lugar y a la catedral y santuario que en ella se levantó.


 

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