ORACIÓN PARA PEDIR PROTECCIÓN A LA VIRGEN DE SAN GERMÁN DE CONSTANTINOPLA


ORACIÓN
 
Acordaos Oh, Virgen Santísima de vuestros siervos.
Sostened sus oraciones.
Conservad su fe.
Haced que vengan a la unidad
las iglesias dispersas,
Haced que triunfe este reino,
que florezca la paz en el mundo.
Libradnos de todo peligro
y dignaos alcanzarnos un día
la recompensa eterna.
 
Amén.


 Lejos de Vos el pecado, oh Theotokos,
pues Vos sois una criatura nueva
y la Reina de los que, sacados de un barro fangoso,
están sometidos a la corrupción.

Yo lo sé, Vos tenéis,
en vuestra calidad de Madre del Altísimo,
un poder igual a vuestro querer.
 
Por eso mi confianza en Vos no tiene límites.
Nadie ha sido colmado del conocimiento de Dios
más que por Vos, oh Santísima;
nadie ha sido salvado más que por Vos,
oh Madre de Dios;
nadie escapa a la servidumbre más que por Vos,
que habéis merecido llevar a Dios
en vuestras entrañas virginales.
 
Gracias a vuestra autoridad maternal
sobre Dios mismo,
Vos obtenéis misericordia
para los criminales más desesperados.
 
Vos no podéis ser desatendida,
pues Dios condesciende en todo
y por todo a la voluntad de su verdadera Madre.
 
No hay nadie, oh Santísima,
que se haya salvado si no es por Vos.
 
Nadie, oh Inmaculada,
se ha librado del mal si no es por Vos.
 
Nadie, oh Purísima,
recibe los dones divinos si no es por Vos.
 
A nadie, oh Soberana, la bondad divina
concede sus gracias si no es por Vos.
 
Protegednos bajo las alas de vuestra bondad.
Sed nuestro socorro por vuestras intervenciones.

Vos nos salváis, por vuestras súplicas e intercesiones,
de los suplicios eternos.
 
También el afligido se refugia cerca de Vos.
El que ha sufrido la injusticia acude a Vos.
El que está lleno de males invoca vuestra asistencia.

Todo lo que es vuestro, Madre de Dios,
es maravilloso, todo es más grande,
todo sobrepasa nuestra razón y nuestro poder.

También vuestra protección está
por encima del pensamiento.
 
Amén
 
 
SAN GERMAN DE CONSTANTINOPLA
Obispo

Nació en el año 635, siendo Heraclio emperador bizantino. Su padre fue un prestigioso patrici0, llamado Justiniano, muerto alrededor del 669 por orden del suspicaz o envidioso emperador Constantino Pogonato.
 
De la Vida y actividad de Germán antes de obtener su primera prelacía apenas sabemos nada. Dos documentos antiguos nos revelan su afición a las Escrituras y a la contemplación, su viveza de ingenio y experiencia de los negocios. En todo caso parece que ya antes del 711 era Obispo de Cízico en el Helesponto.

Poco después el monotelismo (herejía defensora de una sola voluntad en Cristo), aunque ya recibido el golpe de muerte en el VI concilio ecuménico de 681, revivió por corto espacio con el emperador Filípico (711-713), el cual presionó de tal modo a Germán, que el anciano prelado tuvo la debilidad de ceder en el sínodo de Constantinopla, año 712. Pero su reacción en pro de la ortodoxia fue rápida

Al subir al trono de Oriente el católico Artemio (Anastasi0 II) mejora la situación. Depuesto Juan VI, patriarca heterodoxo de Constantinopla, es nombrado sustituto suyo, en 715, Germán, que cuenta ya unos ochenta años, pero cuyo espíritu joven sabrá resistir los embates de sus adversarios en la época subsiguiente.

Se suele colocar al comienzo de su patriarcado un sínodo de 100 Obispos, donde habrían sido anatematizados los autores del monoteísmo, entre otros los antecesores de Germán en la sede constantinopolitana, Sergio, Pirro y Pablo. Pero, según Grumel, el documento de las Actas es, por lo menos, dudoso. Sin embargo, el repudio de aquella herejía se manifiesta en la carta del santo a los armenios.

De todos modos, la gloria más excelsa de Germán es su actitud indomable ante la herejía iconoclasta, denominada así por propugnar la destrucción de las imágenes (de Cristo y de los santos).

El furor de este movimiento, avivado por cierta tendencia oriental, idealista y antiplástica, data del siglo VIII. Sea por influjo de la actitud hostil de los árabes (para quienes el culto cristiano de tales representaciones sensibles equivalía al idolátrico de los paganos), sea por motivos religiosos de reforma (ante algunos abusos de la época en lo tocante a este culto), tal vez por razones políticas de césaropapismo, o mejor aún por la educación del emperador León III el Isáurico (716-741) en un ambiente de paulicianismo maniqueo, lo cierto es que este príncipe desencadena una violenta lucha contra las imágenes en 725 con la adhesión de algunos obispos (sobre todo de Constantino de Nicolia en Frigia), que quizá veían en el culto de los iconos un estorbo para la conversión de los infieles.

Germán resiste desde el principio. Debió ser bien doloroso para el santo recordar la escena donde él mismo había coronado a León, conforme al ceremonial católico, y donde el príncipe había jurado retener la fe verdadera, decisión reiterada por él en carta al papa Gregorio II. Ahora, en 724-725, León cambia por completo y da comienzo a su campaña iconoclasta.

Germán pone en guardia al Pontífice y le informa de su resistencia al emperador. El texto de la carta se ha perdido, pero se conserva la respuesta del Papa, lleno de admiración ante la actitud vigorosa del patriarca, que contaba entonces unos noventa años: «Cada hora me acuerdo de tu entrega y considero mi más sagrado deber el saludarte como a hermano mío y propugnador de la Iglesia».

También se conservan otras tres cartas del santo, referentes a esta misma controversia. Una a Juan, metropolitano de Synades, a propósito del ya citado Constantino de Nicolia, hostil al culto de las imágenes, otra a éste, recordándole las promesas hechas a Germán de cesar en su actitud iconómaca, y la tercera a Tomás de Claudiópolis: en esta última principalmente se esfuerza el Patriarca en demostrar por la Escritura y los Padres que la honra tributada a las imágenes de Cristo, la Virgen y los santos no es idolatría, sino culto dirigido al prototipo a través de la representación sensible.

Más emotiva es la admonición al mismo emperador (17 de enero del 730), donde el casi centenario prelado se declara dispuesto a morir en defensa del culto de las imágenes: hermoso es dar la vida por el nombre de Cristo, impreso en su efigie externa.

Tal grandeza de alma, junto con el apoyo que el Papa y San Juan Damasceno prestaban al patriarca, contiene a León de tomar decisiones demasiado violentas, pero manifiesta su deseo de que Germán señale sucesor en la sede constantinopolitana.

Finalmente, en una reunión celebrada por el emperador, el noble anciano, despojándose de su ropaje episcopal, concluye un largo discurso con estas palabras:

«Si soy como Jonás, que se me arroje al mar; pero haría falta un concilio ecuménico para que yo cambiara mis creencias».

Después se retira a Platanión, finca de familia, cercana a la capital, y allí muere en 733.
Desde el punto de vista doctrinal son importantes sus sermones mariológicos, por ejemplo en lo tocante a la mediación universal de la Virgen. Dos de ellos, consagrados a la muerte (= Dormición) de Nuestra Señora, son buen testimonio de la creencia del docto y piadoso patriarca en la asunción corporal y en la realeza de la Madre de Dios.

Los golpes de la corrupción no podían quebrar el vaso de la divinidad, ni el cuerpo virginal, todo casto y santo, iba a resolverse en polvo, como el de la antigua Eva, madre del polvo. No así María: Madre de la vida y de la luz, es transportada al paraíso, llenándolo de su propia gloria; es el tránsito al descanso celeste y a las delicias de Dios.



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