SANTA CATALINA DE ALEJANDRÍA, ORACIÓN CONTRA ENEMIGOS Y CONCESIÓN DE UNA SÚPLICA


ORACIÓN A SANTA CATALINA
 
Oh! Dios y Señor, Padre Nuestro Celestial
que te dignaste revelar tu Santa Ley a Moisés
en las cumbres del monte Sinaí
y que para honrar a tu gloriosa sierva
Virgen y Mártir Catalina,
hiciste colocar su cuerpo en ese mismo monte,
por ministerio de los ángeles,
concédenos lo que te pedimos en esta plegaria
y también que por sus méritos e intercesión
logremos subir al monte santo que es Cristo
que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.


A ti, Oh! Santa Virgen:

Tú que nutriste tu esperanza tan cuidadosamente,
que la elevaste a entera confianza,
intercede con Dios, a quién alabas,
que derrame en el corazón de todos los cristianos
este precioso bálsamo
y la gracia que te pido en esta plegaria
si fuera para mi bien y salvación
y conforme a la divina voluntad.
 
(Pedir el deseo o la gracia que se desea alcanzar)
 
Derramad, pues,
 ¡Oh! Caritativa Virgen de Alejandría,
sobre todos los hombres
desde esa Jerusalén dichosa en que habitas,
los ardientes destellos de tu caridad,
para que amándonos mutuamente
y perdonando las injurias de nuestros enemigos
pueda alcanzar a Dios,
 la gracia que vuelvo a solicitarte.
 
(Repetir la petición hecha anteriormente)

 Ilustrada y Sabia Princesa,
triunfa a nuestra obstinación
como triunfaste de los filósofos de Alejandría
y alcánzame por tus ruegos la gracia
de conocer más íntimamente a nuestro Dios,
para amarlo con mayor intensidad
 si fuere del querer divino
y para mi eterna dicha.

Humildísima Virgen Santa Catalina,
te pido rendidamente,
que me alcances el sublime don de la humildad,
para que reconociendo mi miseria
vuelva mis ojos a aquel Dios
infinitamente Santo a quien tu serviste y honraste
con tan preciosa virtud,
y alcánzame de El la gracia que te pido
ya que es tan valiosa tu intercesión
que presentada por ti,
no puede negarse a concedérmela.

 Oh! Gloriosísima Virgen Santa Catalina,
por aquel don preciosísimo de la prudencia
con que fuiste adornada,
alcánzame de la divina bondad,
el que sea prudente en escoger y aplicar
los medios para mi salvación.

 Dichosísima Virgen Catalina,
desde ese trono de Gloria en que habitas
cantando dulcemente las alabanzas del Señor,
protege a tus devotos,
alcánzame de tu divino esposo
la virtud de la fortaleza
para que pueda vencer a mis enemigos
poniéndome a cubierto con esta preciosa virtud
en todos los combates contra el enemigo,
en todas nuestras tentaciones y peligros.

Esfuerza hoy tu voz virginal
hasta que resuene en el trono del Omnipotente;
suplícale interponga los méritos
de tu esclarecida pureza y de todas tus virtudes,
para que me hagas fiel imitador tuyo,
y por favor reina y santa mía
no dejes de suplicar hasta que mi petición sea concedida.
 
Amén
 
 

Alejandría, la bella ciudad de Egipto fundada por Alejandro Magno el año 332 antes de Cristo, llegó a adquirir excepcional importancia, lo mismo en la Era pagana de la dominación griega y de la dominación romana, que después, en los primeros siglos del cristianismo.

Leemos en una enciclopedia: "Imaginémonos a Alejandría en el primer siglo de la Era Cristiana. En las azules aguas del puerto, sobre cuyos edificios podía verse la parte alta de la ciudad, navegaban las galeras de guerra romanas, con sus deslumbrantes velas y ligeros remos.

"En los muelles estaban amarrados los grandes barcos cargados de grano, prestos a partir para Roma; en otro lugar, se hallaban los barcos que habían desafiado los rigores del Atlántico a lo largo de las costas de España, y que habían regresado con pieles y estaño de las Islas Británicas, y, por fin, en una tercera dársena, los que, bajando por el Nilo, habían traído a aquel emporio del comercio antiguo los productos de la India.

Éstos llegaban en convoyes hasta la costa africana del Mar Rojo, y de allí se transportaban en caravanas a través del desierto hasta el curso del Nilo, cerca de Tebas...

El puerto estaba dominado por su famoso faro, una de las maravillas del mundo, de cuyo aspecto general se han conservado representaciones en relieve, así como descripciones de los árabes, que precisan sus dimensiones.

Era una torre cuadrada que iba estrechándose con la altura, sobre cuya cima, un segundo cuerpo menor, octagonal, acababa en una plataforma donde se mantenía ardiendo durante toda la noche una pira de leña..."

En esa ciudad se rindió culto a los dioses egipcios; después, a las deidades griegas y romanas. Pero por fin, el cristianismo se fue extendiendo gradualmente por el país.

En Egipto se crearon los primeros monasterios, las primeras colonias de cenobitas, que se establecieron en las dunas estériles y saladas de una laguna situada al otro lado de Alejandría.

Muchos monjes solitarios se retiraron a la Tebaida, aunque iban con frecuencia a Alejandría para predicar el Evangelio.

Eran estos varones de una tremenda fuerza espiritual, y aun corporal, pues su alimentación consistía en raíces, pan ácimo y agua, y resistían en silencio el calor insoportable del día y el frío intenso de la noche.

A fines del siglo III y principios del IV, los romanos temieron que el cristianismo conquistara por entero a Egipto, y decidieron perseguir y hacer la guerra a los cristianos. El propio emperador Maximiano II fue a Alejandría y organizó la persecución, con la misma severidad que la observada en Roma.

Fue precisamente en este tiempo cuando Santa Catalina sufrió el martirio. Y ciertamente, Maximiano llegó a deshacerse de ella, a arrebatarle la vida; pero no pudo evitar su triunfo espiritual, pues la elocuencia de esta doncella excepcional, movida por el amor a Cristo, logró la conversión de innumerables personas, incluyendo a muchos paganos que la habían combatido encarnizadamente.



 

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