SAN EUSTAQUIO, ORACIÓN PARA SOPORTAR Y SALIR DE LA POBREZA Y LAS NECESIDADES ECONÓMICAS

 
 
El heroico siervo de Dios, San Eustaquio, fue arrojado desde lo más alto de la gloria y el poder terrenal a la miseria más profunda, y se dedicó durante mucho tiempo al trabajo de humilde sirviente, comiendo el pan amargo de la miseria.


Pero nunca murmuró contra la severa prueba a la que Dios lo sometió. Es por eso que se hacen peticiones   para que mediante su poderosa intercesión, en todas las situaciones de la vida, podamos resignarnos a la Santa Voluntad de Dios y, que sea más fácil soportar los angustiosos momentos que conlleva la pobreza y sus consecuencias, con paciencia, confiando en la providencia de Dios, resignados a los decretos de que El que humilla y exalta, castiga y sana, envía pruebas y consuelos. El,  ha prometido a los que lo siguen en el espíritu de la pobreza su visión beatífica durante toda la eternidad.
 
ORACIÓN
 
¡Dios todopoderoso y eterno!

Con una fe viva y postrado a tus pies
 invoco con confianza filial
Tu generosidad y misericordia supremas.
 
Ilumina la oscuridad de mi intelecto
con un rayo de Tu luz celestial

e inflama mi corazón con el fuego de Tu Amor Divino,
para que pueda contemplar las grandes virtudes
y méritos del Santo en cuyo honor hago esta plegaria,
y siguiendo su ejemplo, imitar,
como hizo él la vida de tu divino hijo.

Además, te ruego que me concedas,
a través de los méritos e intercesión
de este poderoso mediador,
la petición que a través de él, coloco humildemente
delante de ti, diciendo con devoción:
 
"Se hará tu voluntad en la tierra como en el cielo".

Oh Dios, que guiaste con seguridad
a tu santo mártir Eustaquio
a través de muchas pruebas y peligros
para la gloriosa corona del martirio,
ilumíname y fortaléceme
a través de su intercesión,
para que persevere en Tu Amor
en medio de las pruebas de esta vida,
y por resignación a Tu Santa Voluntad.

A ti, 
Glorioso siervo de Dios San Eustaquio,
que asumiste con gran fortaleza
el paso de la riqueza a la más absoluta miseria,
junto con tu esposa y tus hijos,
hazme salir de las tinieblas
en que de la misma manera que tu,
hoy me encuentro,
y condúceme a la luz del bienestar
tanto físico como espiritual.
 
Te suplico que no permitas mi familia
tenga que seguir atravesando
esta adversa circunstancia
que es fuente amarga de malestar,
aflicción y desesperación.
 
Se mi mediador, santo mío,
ante Dios Padre Nuestro,
para que dirija su mirada hacía nosotros
y en su infinita misericordia
nos colme de abundancia y prosperidad.
 
Te lo pido por Dios, Señor Nuestro,
y por la preciosa sangre de su Divino Hijo.
 
Amén
 
La civilización egipcia, una de las más antiguas del mundo, tuvo su apogeo muchos siglos antes de Cristo.
 
Son famosas en todo el mundo la suntuosidad de su arquitectura y la riqueza de su arte, tanto en la orfebrería como en la cerámica. También sobresalió el genio egipcio en las artes plásticas -pintura y escultura-, de las cuales hay muestras admirables en todos los grandes museos del mundo.


De las tumbas donde los faraones fueron sepultados, han sido extraídos los más notables ejemplares de esas artes, magníficamente conservados después de millares de años, porque el pueblo egipcio fue grave, profundo y trascendente, con la idea de la muerte gravitando sobre su mente con una obsesión impresionante.
 
Cuando advino el cristianismo, el Egipto fue albergue de grandes religiosos, y en su suelo nacieron varones que dieron luz y ejemplo a su tiempo. En los primeros siglos de nuestra Era, el desierto de aquella región del mundo recibió a los anacoretas más austeros de la cristiandad.
 
En la tebaica (zona perteneciente a la antigua ciudad egipcia de Tebas) se agruparon los monjes ermitaños para levantar monasterios y celdas donde vivir en constante esfuerzo de perfección espiritual.
 
San Antonio Abad, San Atanasio, San Pafnucio y muchos santos más, sufrieron victoriosamente la prueba del desierto. Estos solitarios renunciaron aun a los más legítimos privilegios para vivir en extática meditación.
 
San Eustaquio, fue uno de esos hombres heroicos. Pero, además, llegó a ser Patriarca de Alejandría, en cuya dignidad se hizo venerar por el pueblo.
 
La tierra egipcia, pues, fue propicia para que en ella se formaran los mayores guías espirituales del mundo cristiano.
 
De los suntuosos sacerdotes paganos se pasó a los humildísimos ermitaños que se sustentaban de plantas y raices y se cubrían con pobres túnicas, sin guardar para sí ningún objeto de valor material. En las inmensas extensiones de Egipto, sus construcciones quedaban apenas al alcance de pequeños ojos de agua, escasas palmeras y huertas donde crecían las verduras de que se alimentaban. Algunos hubo que sólo comían hierbas y raíces.
 
No les importaban estas penalidades, razonando que ganaban lo mayor y perdían lo menor, entendiendo lo mayor como el bien espiritual que lograban para sus almas, y lo menor las comodidades del cuerpo y los bienes materiales.
 
¡Extraordinaria vida de renunciación y de sacrificio!
 
Si el turismo universal se siente atraído hacia Egipto, para admirar las tumbas de los faraones y las colosales pirámides, los cristianos de la tierra respiran, desde cualquier rincón del planeta, las enseñanzas que plantaron aquellas almas puras en las soledades del desierto.
 
En cuanto a San Eustaquio, su nombre era Placidas y estaba casado con Tatiana, estos eran sus nombres antes de convertirse al cristianismo.

Placidas fue un general que vivió en Roma en tiempos de Trajano. A pesar de ser pagano, el era notablemente virtuoso y tenia un especial amor hacia los pobres. Viendo su naturaleza bienintencionada, Dios se le reveló como lo había hecho con San Pablo.

Un día, al ir de caza, logró algo que esperaba desde hacía tiempo: su conversión al cristianismo y la huida de los dioses falsos que presentaba el imperio romano.
 
Un ciervo, al que se perseguía, se volvió y le dio la cara, vio una cruz en el bosque y eso le bastó para abrazar la vida de los creyentes en Cristo el Señor. Al mismo tiempo, su mujer Teopista recibió la visita de un ángel y se convirtió también al cristianismo. Al día siguiente, estaban tan felices que le comunicaron la idea de la conversión a sus dos hijos, y recibieron el bautismo.
 
Diez días después volvió el ciervo a avisarle a Eustaquio que rezara mucho porque el demonio iba a atacarle duramente. En una semana todos sus esclavos murieron de peste juntamente con sus ganados. Los bandidos llegaron e incendiaron su castillo y le robaron todo el dinero. También le atacaron a él y a toda su familia. Visto lo cual se embarcó para Egipto.

Fueron vendidos a un mercader de esclavos. El trabajó como granjero, su mujer como portera de un albergue y sus dos hijos como recaderos de comercio.
 
Al entrar como emperador Trajano, buscó al general Eustaquio. Lo encontraron y ahuyentó a los enemigos de la frontera. Había que celebrar la victoria. Y con ella el culto a los dioses. No quisieron tomar parte y, sin más, le dieron muerte a toda su familia.
 
 

0 comentarios:

Publicar un comentario

SÍGUEME EN FACEBOOK