ORACIÓN PARA PEDIR A SAN PANCRACIO QUE NOS CONSERVE LA SALUD



ORACIÓN
 
Oh glorioso niño, San Pancracio mártir,
que en la hermosa juventud,
que tan rica y halagadora se presentaba para vos
con las promesas del mundo, y,
sin embargo renunciasteis magnánimamente a todo
para abrazar la Fe y servir a nuestro Señor Jesucristo
con gran ardor de caridad y con profunda humildad,
y por El ofrecisteis alegremente vuestra vida
con un sublime martirio, escuchad, os suplico,
mi plegaria ahora que sois tan poderoso
ante el Trono de Dios Padre.


Obtened para mi una viva fe
que me sirva de luz, guía y protección
mientras peregrino en este mundo;
un ardiente amor a Dios sobre todas las cosas
y al prójimo como a mi mismo.
 
Alcanzadme también espíritu de desprendimiento
de los bienes de la tierra y desprecio
de las vanidades del mundo;
También humildad para practicar
ejemplarmente la vida cristiana.

Te ruego igualmente de un modo especial
por los jóvenes, para que encuentren sus metas,
acordaos que sois patrono de la juventud;
llevad, por lo tanto, al Señor a todos los jóvenes,
convertidos en puros y fervorosamente piadosos
por vuestra santa intercesión.
 
Obtenednos a todos la felicidad en esta vida
pero sobre todo y llegado su momento
cuando seamos llamados ante la presencia
de Dios Todopoderoso y Magnánimo.
 
Por último, santo mío, concédeme el bien de la salud,
que no me abandone ni me falte nunca,
que sea plena, pues conservando la salud,
el trabajo viene añadido,
con sus consiguientes beneficios económicos,
para poder atender a las necesidades
mías y de quienes dependen de mi.
 
Así sea.
 
San Pancracio nació en la entonces ciudad turca de Frigia en el año 286. Sus padres Cleonio y Ciriada, nobles aunque paganos, murieron en la infancia de nuestro Santo, y junto a su tío Dionisio se trasladó a Roma.
 
 
Aunque era muy joven, quedó entusiasmado de la fe de muchos cristianos que estaban dispuestos a dar su propia vida por Jesucristo y se bautizó. Algunas fuentes señalan que el mismo Papa San Marcelino fue quien lo catequizó y bautizó.

Por aquellos tiempos, el emperador Diocleciano mandó un edicto que perseguía a todos aquellos que abrazaban la fe cristiana. Pancracio fue descubierto y condenado a morir decapitado en la Vía Aurelia un 12 de mayo del 305. Los cristianos, encabezados por una matrona llamada Octavila, se hicieron cargo del cuerpo del joven mártir y le dieron sepultura en un cementerio cercano a la mencionada calle. 

El culto a San Pancracio fue ya importante desde el mismo día de su martirio, muchos devotos fueron a venerar su tumba que se convirtió en un auténtico santuario de peregrinación de personas venidas no sólo de la ciudad sino también de todo el país. Esto motivó que el Papa San Símaco mandara alzar una basílica a principios del siglo VI.
 
Más tarde, otro pontífice, Honorio I construyó entre los años 625 al 638 una nueva iglesia en su honor ya que la anterior amenazaba ruina. Sobre su sepulcro mandó grabar esta inscripción:

«Ob insígne méritum et singuláre beáti Pancrátii mártyris benefícium, basílicam vetustátem conféctam extra corpus mártyris negléctu antiquitátis extrúctam, Honórius epíscopus Dei fámulus abrása vetustátis mole ruinámque minánte, a fundaméntis nóviter plebi Dei constrúxit, et corpus mártyris, quod ex oblíquo áulæ jacébat altári insígnibus ornátu metállis, próprio loco collocávit»
 
[Por los méritos insignes y las singulares gracias del Bienaventurado Mártir Pancracio, el obispo Honorio, siervo del Señor, para bien del pueblo de Dios, ordenó derribar el viejo edificio que amenazaba ruina y no contenía los restos del santo, debido al descuido de los antiguos; mandó construir de nueva planta otra iglesia y, dentro del altar adornado con metales preciosos, colocó las reliquias que antes estaban en la pared exterior del edificio].

Por los favores que obtiene a sus devotos, a los cuales invita con las palabras «Veníte ad me, et ego dabo vobis ómnia bona» (Venid a mí, y os daré todos los bienes) a confiar en el Señor, San Pancracio es uno de los santos más populares y queridos en nuestro Santoral, incluso los que no son practicantes tienen su imagen en la casa, en el trabajo o en la cartera.
 
Se le venera sobre todo como auxiliador para obtener trabajo, y contra los calambres, los falsos testimonios, los dolores de cabeza y el perjurio.
 
 

 

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