MARÍA MADRE DE LA MISERICORDIA, ORACIÓN PARA SOLUCIÓN DE NECESIDADES ECONÓMICAS


María se manifiesta como Madre de la Misericordia al ser "Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, Consoladora de los afligidos, Ayuda de los cristianos". La gradación de títulos aquí es muy hermosa. Muestra que María es misericordiosa con aquellos que están enfermos de cuerpo para beneficiar a sus almas, y que después los consuela en sus aflicciones y los fortalece en medio de todas las dificultades que tienen que superar. Entre las criaturas, nadie es más alto que María, y sin embargo, nadie es más accesible, más útil y más gentil.
 
ORACIÓN
 
¡Oh Madre de mi Dios!
¡Oh María mi Señora!

Ante Vos me presento de la misma manera
que un pobre desahuciado lo haría,
ante la más grande Reina y Señora
ya que sois la Reina del Cielo y de la tierra.


Desde el Trono en que estáis sentada,
os ruego que no desdeñéis volver vuestros ojos
hacia este infeliz pecador.
 
Por esto Dios os ha enriquecido tanto
para socorrer a los pobres,
y os ha constituido Reina de la Misericordia
a fin de que podáis aliviar a los miserables.

Miradme, pues, y tened piedad de mí,
miradme, y no me abandonéis
hasta haberme convertido de pecador en santo,
y también de haber aliviado las penas,
aflicciones y sufrimientos que acarreo
en mi difícil y penosa circunstancia.

Conozco bien que nada merezco,
antes bien que por mi ingratitud debiera
ser despojado de todas las gracias
que he recibido del Señor por vuestra intercesión.

Pero Vos, que sois la Reina de las Misericordias,
no buscáis méritos sino miserias
para socorrer a los necesitados.

¿Y quién hay que sea más pobre y necesitado que yo?
(Exponer el problema y hacer la petición)

¡Oh Virgen Excelsa!
Yo quiero consagrarme a vuestro servicio,
a fin de que Vos dispongáis de mí como os plazca.

Aceptadme, oh María, por vuestro,
y como a tal pensad en salvarme;
ya no quiero ser más mío, a Vos me entrego;
y si hasta ahora os he servido tan mal,
habiendo perdido tan bellas ocasiones de honraros,
en lo sucesivo quiero unirme
a vuestros más amantes y fieles siervos.

No, no quiero que de hoy en adelante
nadie me aventaje en honraros y amaros,
amantísima Reina mía.

Así os lo prometo, y así confío
practicarlo con vuestra ayuda.

Amén.
 
Como Madre de la Misericordia, María nos recuerda que si Dios es Ser, Verdad y Sabiduría, Él también es Bondad y Amor, y que Su Misericordia infinita, que es la radiación de Su Bondad, fluye de Su amor y anticipa Su Justicia vindicativa que proclama el derecho inalienable de que el Bien Supremo tiene que ser amado por encima de cualquier otro objeto: "La misericordia se exalta a sí misma por encima de la justicia" (Santiago II, 13).


El título de Madre de la Misericordia es uno de los más grandes de María. La misericordia no es lo mismo que la mera compasión emocional.
 
La misericordia está en la voluntad, la compasión no es más que una buena inclinación de la sensibilidad. La compasión, que no existe en Dios, que es un espíritu puro, nos lleva a sufrir al unísono con nuestro prójimo como si sintiéramos su sufrimiento en nosotros mismos. Es una buena inclinación, pero por lo general es tímida, ya que está acompañada por el miedo a hacernos daño y, a menudo, es incapaz de prestar una ayuda efectiva.
 
La misericordia, por el contrario, es una virtud de la voluntad y, como bien lo señala Santo Tomás, mientras que la compasión se encuentra sobre todo en seres débiles y tímidos que se sienten amenazados por el mal que ha caído sobre su prójimo, la misericordia es la virtud de los poderosos y los buenos, que son capaces de dar asistencia real.
 
Es por eso que se encuentra especialmente en Dios: es una de las manifestaciones más grandes de su poder y bondad.
 
San Agustín señaló que era más glorioso para Dios obtener el bien del mal que crear de la nada: es más importante convertir a un pecador al darle gracia que hacer un universo entero, el cielo y la tierra, de la nada.

 
 

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