ORACIÓN A MARÍA SALUD DE LOS ENFERMOS


María es la salud de los enfermos por las muchas curas providenciales o milagrosas que se han obtenido a través de su intercesión en los santuarios cristianos hasta nuestros días. Tantos han sido estos remedios que se puede decir que María es un océano insondable de curación milagrosa.
 

ORACIÓN

¡Oh amabilísima Virgen María,
Madre de Dios y Madre nuestra!
 
Llenos de aflicción
y con lágrimas fluyendo de los ojos,
acudimos en las horas amargas de la enfermedad
a vuestro maternal corazón,
para pediros que derraméis a manos llenas
el tesoro de vuestras misericordias sobre nosotros.


Indignos somos por nuestros pecados
de que nos escuchéis: pero acordaos,
os diré con vuestro siervo San Bernardo,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a Vos
haya sido abandonado de Vos.
 
¡Madre tierna!
¡Madre bondadosa!
¡Madre dulcísima!
 
Ya que Dios obra por vuestra mano
curaciones sin cuento
en la Gruta prodigiosa de Lourdes,
sanando tantas víctimas del dolor,
guardad también una mirada de bendición
para nuestro pobre enfermo.
 
Alcanzadle de vuestro Divino Hijo Jesucristo
la deseada salud,
si ha de ser para mayor gloria de Dios.
 
Pero mucho más alcanzadnos a todos
el perdón de nuestros pecados,
paciencia y resignación en los sufrimientos
y sobre todo un amor grande y eterno
a nuestro Dios
prisionero por nosotros en los Sagrarios.
 
Amén.

Virgen de Lourdes,
rogad por nosotros.

Consuelo de los afligidos,
rogad por nosotros.

Salud de los enfermos,
rogad por nosotros.

Rezar tres Avemarías.

Es para ayudar a la enfermedad del alma que María cura el cuerpo. Sus curas más importantes son las heridas espirituales que hemos sufrido, las heridas de debilidad, de la ignorancia y de malicia.

Ella ayuda al pecador a comenzar a querer lo que es correcto con suficiente firmeza para permitirle rechazar los deseos malvados, así como el atractivo de los honores y las riquezas.


Ella también sana la herida de la debilidad, nuestra débil búsqueda del bien, nuestra pereza espiritual, hace que la voluntad sea constante y firme en su práctica de la virtud y la ayuda a despreciar las atracciones de este mundo lanzándose a los brazos de Dios. Ella fortalece a los que vacilan y levanta a los que han caído.

María cura la herida de la ignorancia iluminando la oscuridad de nuestras mentes y proporcionándonos los medios para escapar del error. Ella trae a nuestra mente las verdades simples y profundas del Padre Nuestro, elevando así nuestra mente a Dios.

San Alberto Magno, a quien ella dio la luz para perseverar en su vocación y para ver a través de las artimañas de Satanás, dijo con frecuencia que ella nos protege de perder la rectitud y la firmeza de juicio, que nos ayuda a no cansarnos en el búsqueda de la verdad, y que nos lleve finalmente a saborear las cosas de Dios. Él mismo habla de ella en su Marial con una espontaneidad, una admiración, una frescura y una fluidez que rara vez se encuentran en las obras de los grandes estudiantes.

Finalmente, nos cura de las heridas de la malicia, instando a nuestra voluntad a Dios, a veces con un consejo amable, a veces con severos reproches. Su dulzura controla la ira, su humildad disminuye el orgullo y frena las tentaciones del maligno. En una palabra, ella nos sana de las heridas que llevamos como resultado del pecado original y que nuestro pecado personal ha hecho aún más peligroso.

A veces, este poder curativo de ella funciona de manera milagrosa al producir sus efectos instantáneamente, curando el cuerpo y el alma de quien se lo solicita con toda su fe.




 

0 comentarios:

Publicar un comentario

SÍGUEME EN FACEBOOK