Es venerado San Olegario por su gran caridad,
su piedad y por su estilo de vida, modélico.
Su festividad se celebra el 6 de Marzo.
ORACIÓN
Glorioso San Olegario,
a quien tanto poder el cielo ha dado,
santo y sabio abogado mío,
apiádate de mi y escucha mi súplica.
Tu que poseíste el don de la elocuencia,
fuiste pastor de tantas almas,
y estuviste lleno de la gran caridad
que durante toda tu vida practicaste,
se hoy mi abogado ante Dios, Señor Nuestro,
y obtenme la solución a mis grandes dificultades,
pues mis necesidades y carencias son tan grandes
que no puedo solucionarlas por mi mismo.
Ayúdame santo mío, a conseguir un milagro,
facilidad para poder salir de tanto agobio y sufrimiento
causado por las graves deudas contraídas
durante este tiempo de estrecheces,
de penurias económicas y aflicciones.
Mi confianza en ti, no conoce límites
y se que poniendo en tus benditas manos
la solución a mis penurias, no tardaré
en recibir, por tu intercesión,
el favor que con tanta fe te suplico.
Amén.
SAN OLEGARIO
El Siglo XI conoce una catarata de acontecimientos políticos y religiosos que van a marcar el ser definitivo de España. La reconquista sigue consolidándose y la llegada de nuevas oleadas de invasores africanos será capaz de alterar unos movimientos arrolladores que dejan profunda huella sobre todo en la mitad norte de las tierras reconquistadas.
Algunos monasterios pasaron enseguida al primer plano de popularidad. Otros, sin embargo, por hallarse en lugares más ignotos y difíciles sólo serán apetecidos por varones ansiosos de soledad y penitencia. Pero como los planes divinos son distintos a los humanos, no debe extrañar que en esas soledades Dios busque hombres providenciales para llevar adelante sus inescrutables designios. Tal es el caso de San Olegario retirado en penitenciales monasterios y alternando con los primeros planos de la política del momento.
Olegario u Olaguer, de la mejor ascendencia goda, nace en Barcelona, hacia el 1060, según el P. Flórez. Su noble situación le permite una educación esmerada. A pesar de todo, sus padres, fervorosos creyentes, quieren para su hijo una educación preferentemente religiosa y a los diez años entregan al niño al Cabildo de canónigos de la catedral de Santa Cruz de Barcelona en culto a Santa Eulalia, mediante la donación de una heredad y una viña, que tenían en el condado de Vich, en el lugar llamado de San Armengol.
Aquí cursa sus estudios con gran eficacia, siendo ordenado sacerdote en 1093 y llegando muy pronto a presidir aquel cabildo. Pero su alma de varón cristiano busca otras metas y muy pronto entra en la comunidad agustiniana de San Adrián de Besós, fundada en conformidad con el de San Rufo de la Provenza por el Obispo don Beltrán, quién le había ordenado sacerdote y ahora le impone el santo hábito.
Buscando una mayor perfección y contra los deseos de los canónigos y del mismo Sr. Conde, toma la decisión de marchar al monasterio de San Rufo, también agustiniano. Aquí nuevamente llamó la atención por la ejemplaridad de vida y enseguida, hacia el año 1110, a la muerte del abad que lo había recibido emocionado, es elegido abad por votación de los propios monjes.
Muy pronto los planes de la Providencia iban a intervenir decisivamente cambiando el signo de Olegario. El año 1115 el nuevo conde Ramón Berenguer III ponía cerco a la ciudad de Mallorca, todavía en poder de los musulmanes, liberando a una inmensa multitud de cautivos cristianos. La esposa del Conde, doña Dulce, busco a Olegario para que en Barcelona participara de la alegría de la Victoria.
En esta situación muere inesperadamente el Obispo de la ciudad D. Ramón Guillén. Corría el año 1116. El pueblo y los obispos provinciales, conociendo su presencia, lo aclaman como nuevo pastor. Al enterarse, Olegario huye precipitadamente y de noche a su retiro de San Rufo, deseoso de sustraerse a tan nueva dignidad.
Pero es imposible, porque la decisión estaba tomada, y salen en su busca, alcanzándole en Perpignán para traerlo definitivamente a Barcelona, donde es consagrado obispo, tras conocerse la aprobación del papa Pascual II, a través de los legados enviados por el propio conde, para obligarlo a aceptar su nombramiento, lo cual se hizo ante el legado cardenal Basan. Su consagración que fue rechazada por el cardenal, con toda solemnidad, en la catedral de Magalona, no lejos de Montpelier en la misma Provenza.
En Barcelona rige la diócesis con tal acierto que es considerado como una de las figuras más Ilustres del episcopado español del momento.
Pastor ejemplar, se vuelca en los más desfavorecidos en una acción caritativa mezclada con lo que es su verdadera vocación, la predicación, para la que se halla especialmente dotado. Unas formas evangélicas que llegan a conocimiento del papa Gelasio II, quien le llama para conocerlo personalmente y porque va a jugar una baza definitiva en la estructuración religiosa de aquella región catalana.
Reconquistada Tarragona a los árabes, provisionalmente se une la ciudad al obispado barcelonés. El conde Ramón Berenguer III solicita de Roma la reinstalación de su categoría de sede metropolitana. Para llevar adelante el empeño es nombrado Olegario.
El Siglo XI conoce una catarata de acontecimientos políticos y religiosos que van a marcar el ser definitivo de España. La reconquista sigue consolidándose y la llegada de nuevas oleadas de invasores africanos será capaz de alterar unos movimientos arrolladores que dejan profunda huella sobre todo en la mitad norte de las tierras reconquistadas.
Algunos monasterios pasaron enseguida al primer plano de popularidad. Otros, sin embargo, por hallarse en lugares más ignotos y difíciles sólo serán apetecidos por varones ansiosos de soledad y penitencia. Pero como los planes divinos son distintos a los humanos, no debe extrañar que en esas soledades Dios busque hombres providenciales para llevar adelante sus inescrutables designios. Tal es el caso de San Olegario retirado en penitenciales monasterios y alternando con los primeros planos de la política del momento.
Olegario u Olaguer, de la mejor ascendencia goda, nace en Barcelona, hacia el 1060, según el P. Flórez. Su noble situación le permite una educación esmerada. A pesar de todo, sus padres, fervorosos creyentes, quieren para su hijo una educación preferentemente religiosa y a los diez años entregan al niño al Cabildo de canónigos de la catedral de Santa Cruz de Barcelona en culto a Santa Eulalia, mediante la donación de una heredad y una viña, que tenían en el condado de Vich, en el lugar llamado de San Armengol.
Aquí cursa sus estudios con gran eficacia, siendo ordenado sacerdote en 1093 y llegando muy pronto a presidir aquel cabildo. Pero su alma de varón cristiano busca otras metas y muy pronto entra en la comunidad agustiniana de San Adrián de Besós, fundada en conformidad con el de San Rufo de la Provenza por el Obispo don Beltrán, quién le había ordenado sacerdote y ahora le impone el santo hábito.
Buscando una mayor perfección y contra los deseos de los canónigos y del mismo Sr. Conde, toma la decisión de marchar al monasterio de San Rufo, también agustiniano. Aquí nuevamente llamó la atención por la ejemplaridad de vida y enseguida, hacia el año 1110, a la muerte del abad que lo había recibido emocionado, es elegido abad por votación de los propios monjes.
Muy pronto los planes de la Providencia iban a intervenir decisivamente cambiando el signo de Olegario. El año 1115 el nuevo conde Ramón Berenguer III ponía cerco a la ciudad de Mallorca, todavía en poder de los musulmanes, liberando a una inmensa multitud de cautivos cristianos. La esposa del Conde, doña Dulce, busco a Olegario para que en Barcelona participara de la alegría de la Victoria.
En esta situación muere inesperadamente el Obispo de la ciudad D. Ramón Guillén. Corría el año 1116. El pueblo y los obispos provinciales, conociendo su presencia, lo aclaman como nuevo pastor. Al enterarse, Olegario huye precipitadamente y de noche a su retiro de San Rufo, deseoso de sustraerse a tan nueva dignidad.
Pero es imposible, porque la decisión estaba tomada, y salen en su busca, alcanzándole en Perpignán para traerlo definitivamente a Barcelona, donde es consagrado obispo, tras conocerse la aprobación del papa Pascual II, a través de los legados enviados por el propio conde, para obligarlo a aceptar su nombramiento, lo cual se hizo ante el legado cardenal Basan. Su consagración que fue rechazada por el cardenal, con toda solemnidad, en la catedral de Magalona, no lejos de Montpelier en la misma Provenza.
En Barcelona rige la diócesis con tal acierto que es considerado como una de las figuras más Ilustres del episcopado español del momento.
Pastor ejemplar, se vuelca en los más desfavorecidos en una acción caritativa mezclada con lo que es su verdadera vocación, la predicación, para la que se halla especialmente dotado. Unas formas evangélicas que llegan a conocimiento del papa Gelasio II, quien le llama para conocerlo personalmente y porque va a jugar una baza definitiva en la estructuración religiosa de aquella región catalana.
Reconquistada Tarragona a los árabes, provisionalmente se une la ciudad al obispado barcelonés. El conde Ramón Berenguer III solicita de Roma la reinstalación de su categoría de sede metropolitana. Para llevar adelante el empeño es nombrado Olegario.
Una fecha histórica: 21 de marzo de 1118. El papa Gelasio II en persona le entrega el palio para regresar a Cataluña el nuevo arzobispo, donde es aclamado fervorosamente. Cataluña dejaba en esos momentos de depender de Narbona. A la nueva sede metropolitana se le conceden la ciudad con todos sus términos como se declara en el Privilegio fundacional, que lleva fecha del año 1117.
La tarea no es nada cómoda porque Tarragona se halla destruida y el nuevo pastor tiene otra vez que demostrar sus fervores caritativos. Una tarea que se mezcla con graves compromisos eclesiales, pues como tal metropolitano debe asistir en 1119 al Sínodo de Toulouse, presidido por el propio papa Calixto II.
En España nuevamente se compromete, como era costumbre entonces, en las campañas de la reconquista aliado siempre de Ramón Berenguer y con el título de legado pontificio para estas empresas.
Por entonces cumple uno de sus mayores anhelos: Visitar la Tierra Santa de Palestina. Incluso llega a Siria y Egipto. El Obispo de Trípoli y el patriarca de Antioquía le dispensan entusiasta acogida. Vuelve a Cataluña empapado del fervor que prende en quienes pisan la tierra de Jesús.
En 1131 lo vemos asistiendo a su valedor el conde Ramón Berenguer III en su última hora, quien muere vestido con el hábito de los templarios a los que había logrado atraer a sus tierras. Olegario quedaba como testamentario principal según testamento otorgado el 8 de junio de 1131.
Pocos años les separó la muerte a quienes habían estado tan unidos en vida. Cansado de tan comprometida y azarosa existencia presiente que se halla al final de su estancia terrena. Algunos creen que le fue revelada. Todavía encuentra fuerzas para reunir un sínodo que se prolongó por espacio de tres días. El santo prelado se prepara ejemplarmente para presentarse delante de Dios. El 12 de febrero de 1136 lega sus bienes a la diócesis.
Pidió oraciones a todos sus fieles. Recibidos los sacramentos y auxilios de la Iglesia, muere en la tarde del 6 de marzo de ese mismo año de 1136. Aquella tarde murieron juntos el sol que iluminaba las tierras catalanas y el obispo Olegario que las había llenado de vida religiosa.
Su cuerpo se conserva incorrupto en la misma catedral de Barcelona en la antigua Sala capitular, en el lado de la epístola, conocida hoy como capilla de San Olegario y del Santísimo Sacramento.
Se halla colocado sobre el sagrario en un magnífico sepulcro barroco con estatua yacente del santo obispo. Aquí también fue trasladado el Santísimo Cristo de Lepanto. Parece como si en este sitio se quisieran dar cita las mejores galas de la religión y de la historia.
El culto a San Olegario fue confirmado el 25 de mayo de 1675, tras el correspondiente proceso de canonización. Su fiesta se celebra el 6 de marzo por ser el día de su muerte.
La tarea no es nada cómoda porque Tarragona se halla destruida y el nuevo pastor tiene otra vez que demostrar sus fervores caritativos. Una tarea que se mezcla con graves compromisos eclesiales, pues como tal metropolitano debe asistir en 1119 al Sínodo de Toulouse, presidido por el propio papa Calixto II.
En España nuevamente se compromete, como era costumbre entonces, en las campañas de la reconquista aliado siempre de Ramón Berenguer y con el título de legado pontificio para estas empresas.
Por entonces cumple uno de sus mayores anhelos: Visitar la Tierra Santa de Palestina. Incluso llega a Siria y Egipto. El Obispo de Trípoli y el patriarca de Antioquía le dispensan entusiasta acogida. Vuelve a Cataluña empapado del fervor que prende en quienes pisan la tierra de Jesús.
En 1131 lo vemos asistiendo a su valedor el conde Ramón Berenguer III en su última hora, quien muere vestido con el hábito de los templarios a los que había logrado atraer a sus tierras. Olegario quedaba como testamentario principal según testamento otorgado el 8 de junio de 1131.
Pocos años les separó la muerte a quienes habían estado tan unidos en vida. Cansado de tan comprometida y azarosa existencia presiente que se halla al final de su estancia terrena. Algunos creen que le fue revelada. Todavía encuentra fuerzas para reunir un sínodo que se prolongó por espacio de tres días. El santo prelado se prepara ejemplarmente para presentarse delante de Dios. El 12 de febrero de 1136 lega sus bienes a la diócesis.
Pidió oraciones a todos sus fieles. Recibidos los sacramentos y auxilios de la Iglesia, muere en la tarde del 6 de marzo de ese mismo año de 1136. Aquella tarde murieron juntos el sol que iluminaba las tierras catalanas y el obispo Olegario que las había llenado de vida religiosa.
Su cuerpo se conserva incorrupto en la misma catedral de Barcelona en la antigua Sala capitular, en el lado de la epístola, conocida hoy como capilla de San Olegario y del Santísimo Sacramento.
Se halla colocado sobre el sagrario en un magnífico sepulcro barroco con estatua yacente del santo obispo. Aquí también fue trasladado el Santísimo Cristo de Lepanto. Parece como si en este sitio se quisieran dar cita las mejores galas de la religión y de la historia.
El culto a San Olegario fue confirmado el 25 de mayo de 1675, tras el correspondiente proceso de canonización. Su fiesta se celebra el 6 de marzo por ser el día de su muerte.
0 comentarios:
Publicar un comentario